Volver al lugar donde has sido feliz tiene sus diversos peligros, aunque son muchos quienes lo hacen. Que la víctima regrese al lugar del crimen es menos habitual, pero también hay algunas que lo hacen. No muchas, claro, pues supone enfrentarse a una experiencia desgraciada y, seguramente, también traumática. Como, por ejemplo, en el caso que nos ocupa: haber pasado seis meses secuestrado por el Estado Islámico en 2013. Pero Marc Marginedas (Barcelona, 1967) lo hace y relata la experiencia de su cautiverio y de su regreso a Siria en un documental, Regreso a Raqqa, que tras su paso por la Seminci llega este viernes a los cines, con dirección de Albert Solé.
"Los lugares no son buenos o malos, es la gente la que los hace buenos o malos", apunta a infoLibre el periodista, corresponsal durante dos décadas de El Periódico de Cataluña, que ajusta así cuentas consigo mismo y que cumple con esta película, además, otro objetivo: "Quería también devolver a la actualidad una historia que para nada es pasado, sino que está directamente vinculada con el presente. Porque en la guerra de Siria se emplearon las mismas estrategias que en la guerra de Ucrania, actuaron los mismos actores y hay paralelismos importantes. No se puede entender que un país como Rusia se atreviera a atacar a un país vecino como Ucrania si no hubiera habido una guerra en Siria en la cual se permitió al ejército ruso y a la aviación rusa en concreto, actuar de una forma y con total impunidad".
Y aún prosigue: "Eso va in crescendo. Primero encontramos Chechenia, donde se permitió al Kremlin gestionar un conflicto supuestamente interno convirtiendo Chechenia sin ninguna consecuencia en algo parecido al gueto de Varsovia. La apuesta se dobló en Siria y luego ya se triplicó convirtiéndose ya en una agresión de un estado a otro. Evidentemente, si se hubiera atajado en un principio... estamos en una situación un poco parecida a la Segunda Guerra Mundial. No se corta el paso a la gente que utiliza este tipo de tácticas".
Su actividad como corresponsal de guerra llevó al barcelonés a cubrir la guerra civil de Argelia, la segunda guerra chechena, la guerra de Iraq, de Afganistán o la guerra civil Siria, entre otras. El 1 de septiembre de 2013, Marginedas entró en Siria acompañado por un grupo de opositores del Ejército Libre Sirio. Era la tercera vez que el corresponsal visitaba el país desde que estalló la guerra civil en 2011, en esa ocasión con el principal cometido de informar sobre los preparativos de una eventual intervención militar internacional que parecía muy próxima. Tres días después, el 4 de septiembre de 2013, fue secuestrado cerca de la ciudad de Hama por militantes yihadistas de ISIS.
Comienza así el relato de un cautiverio que se alargó hasta casi seis meses. Primero, en una cárcel de Alepo donde el ISIS torturaba y ejecutaba sistemáticamente a sus opositores, para ser trasladado después otras localizaciones y llegar a Raqqa, donde compartió celda con una veintena de periodistas y cooperantes de diversos países, custodiados por cuatro radicales especialmente crueles que apodaron como los Beatles no ya por su acento británico, sino como nombre en clave para referirse a ellos sin que ellos lo supieran. Mientras rememora todo tipo de suplicios y martirios, el periodista emprende un viaje físico y catártico para llegar incluso hasta la casa en la que sufrió tormentos que le llevaron a hacer las paces con su propia muerte: "Sí que se llega a ese punto. Yo, personalmente, lo hice a través de la oración, me considero una persona creyente y rezaba muchísimo".
Establece entonces una comparación con lo que pueda sufrir un paciente con una enfermedad sin solución, planteando que "se llega, se puede llegar, a un estado de aceptación en el que lo asumas y no lo vivas como una tragedia o un conflicto interno". "Sí que pienso que, en la vida, de vez en cuando damos demasiada capacidad a las circunstancias que nos envuelven de inferir en nuestro estado de ánimo. Por eso pienso que la felicidad, por lo general, puede ser una decisión interna. El simple hecho de tener una buena conversación con otro rehén o que ese día te dan más de comer te puede llevar a sentirte agradecido", argumenta.
A pesar de las penurias vividas, remarca tajante Marginedas que estar secuestrado no solo "reforzó" su "vocación para seguir siendo periodista", sino también para "seguir contando toda la historia del Estado Islámico, que está totalmente vinculada a la guerra que estamos viviendo en la actualidad" en Ucrania. Concede, como es lógico, que para él fue una "experiencia personal muy dura y complicada", aunque puntualiza que él sobre todo quiere ser "testigo". "Un testigo que, a su vez, se convirtió en protagonista. Ese doble papel es muy importante porque gracias a él yo pude ver cosas que jamás hubiera visto, y que me sirven para informaciones periodísticas futuras", señala, para luego lanzar preguntas aún sin responder: "¿Quién está detrás del Estado Islámico? ¿De dónde surge? ¿Por qué una insurgencia que pedía democracia y derechos humanos se convierte en una monstruosidad? ¿Por qué se ataca a periodistas y cooperantes, que al fin y al cabo, son gente que iba a ayudar a esa insurgencia o a esa rebelión?"
"Yo no soy una víctima del terrorismo, no soy Miguel Ángel Blanco, que llevaba una vida tranquila y fue secuestrado. Más que una víctima del terrorismo me considero víctima de un accidente laboral. que también puede ser muy traumático. Pienso que ser secuestrado entraba dentro de lo posible", subraya, recordando en este punto la parte menos negativa de todo lo vivido: las relaciones personales de solidaridad y apoyo mutuo con reporteros de otros países pero, al fin y al cabo y más que nunca, compañeros. Se trataba de sobrevivir en el Guantánamo sirio y como supervivientes se ayudaron en lo posible.
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De este modo y a partir de lo sufrido en sus propias carnes, plantea que en un grupo de veinte personas siempre hay unas con las que te llevas mejor y otras con las que te llevas peor. En su caso, tuvo más complicidad con los otros españoles -el periodista Javier Espinosa y el fotógrafo Ricardo García Vilanova- y los anglosajones, en particular con el británico John Cantlie y los estadounidenses James Foley y Steven Sotloff: "En una situación así, se ve lo malo... yo creo que se ve lo mejor y lo peor. Hay gente que ves que lo hace muy bien y gente que en cambio se deja llevar por su egoísmo y su instinto de supervivencia pervive sobre los demás. Yo diría que una situación así te expone a lo mejor y lo peor del ser humano".
Marginedas fue el primero de los liberados, en marzo de 2014 –llegó a pensar que iba a ser el primero en ser asesinado cuando le comunicaron que iba a quedar libre–. Después siguieron los otros dos españoles y de otras nacionalidades, pero seis de los reclusos fueron decapitados frente a una cámara vistiendo un mono naranja como los de Guantánamo en mitad del desierto sirio, entre ellos James Foley y Steven Sotloff, que hicieron así funestamente famosos en todo el planeta por sus vídeos dirigiéndose al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, grabados justo antes de ser brutalmente decapitados. Las imágenes se emitieron en todo el mundo y se convirtieron en una trágica estrategia de comunicación muy eficaz por parte de ISIS.
Al echar la vista a esos terribles episodios, afirma Marginedas que "los españoles estamos bien protegidos". "Estoy muy orgulloso de ser ciudadano de un país llamado España que no deja atrás a sus ciudadanos. Después de este caso, países como Estados Unidos se han replanteado muchísimo sus políticas en este tipo de casos", subraya, para terminar comentando que su mayor satisfacción al mirar atrás es que "la justicia ha sido parcial y se ha condenado a los perpetradores". "Pero hay muchos responsables de que el Estado Islámico tuviera la fuerza que tuvo", concluye.
Volver al lugar donde has sido feliz tiene sus diversos peligros, aunque son muchos quienes lo hacen. Que la víctima regrese al lugar del crimen es menos habitual, pero también hay algunas que lo hacen. No muchas, claro, pues supone enfrentarse a una experiencia desgraciada y, seguramente, también traumática. Como, por ejemplo, en el caso que nos ocupa: haber pasado seis meses secuestrado por el Estado Islámico en 2013. Pero Marc Marginedas (Barcelona, 1967) lo hace y relata la experiencia de su cautiverio y de su regreso a Siria en un documental, Regreso a Raqqa, que tras su paso por la Seminci llega este viernes a los cines, con dirección de Albert Solé.