Mariem Hassan, la voz de la resistencia saharaui que nunca se apaga

Mariem Hassan contempla el desierto del Sáhara.

Mariem Hassan (Esmara, Sáhara Español, 1958 - Tinduf, Argelia, 2015) es la voz del pueblo saharaui. Un símbolo de la desesperación y la esperanza que clamó por la libertad y la autodeterminación en escenarios de todo el mundo sin olvidar nunca jamás el lugar al que pertenecía su corazón. Allí regresó en sus últimos días desde Barcelona, donde vivía, enferma de cáncer, para morir a los 57 años entre los suyos, en su sitio, en su jaima del campamento de Smara. Para que su último estertor reverbere para siempre en el desierto.

Porque la artista, icono del pueblo saharaui en el exilio, se enfrentó a una enfermedad irreversible retirándose al desierto que la vio crecer. Allí compuso su última canción, La despedida, y pidió que registraran su testimonio final. Ese momento íntimo, en el que su voz resuena entre las dunas como un legado de resistencia y cultura es la esencia Mariem, un viaje visual y sonoro en forma de cortometraje que traspasa el tiempo y el espacio, construido a partir de imágenes documentales y secuencias animadas que evocan la memoria y la identidad de un pueblo desplazado.

"La película recoge un momento muy especial, el último testimonio de Mariem, la última vez que canta", resume a infoLibre el cineasta Javier Corcuera: "Ella sabía ya de la gravedad de su enfermedad y nos invitó a acompañarla al lugar donde ella se había aislado en Mjeriz, en los territorios liberados, en una zona del desierto que liberaron los saharauis, donde ella pasó parte de su infancia, porque su familia era nómada y visitaba esos lugares".

Nacida en Smara, tercera de diez hermanos, tenía diecisiete años cuando Marruecos lanzó la Marcha Verde para ocupar el Sáhara Español. Su familia huyó al enclave de Mjeriz, cerca de Tifariti, un campamento bajo el control del Frente Polisario. Desde allí, se trasladaron a la hamada de Tinduf, en un campamento de refugiados en Argelia. Fue enfermera, compositora y se convirtió en una de las voces más emblemáticas de la tradición haul, la música del desierto, que habla de arengas guerreras y loas sagradas a Alá. 

Toda su vida estuvo ligada a la música saharaui, cuya mantenimiento y difusión es a su vez su mayor legado. Primero con Mártir Luali —nombre en memoria del primer secretario de Frente Polisario, muerto tempranamente en combate—, un grupo con el que viajó a muchísimos países participando en actos culturales cargados de un alto contenido político que, en plena guerra con Marruecos, a menudo eran boicoteados por activistas y funcionarios marroquíes. También formó parte de Leyoad antes de proseguir en solitario con una carrera que llevó su lucha por toda Europa, América y África, e incluso Australia y Nueva Zelanda.

"Ella es más que una cantante, es un símbolo de la resistencia de la cultura saharaui y de las mujeres saharauis. Mariem dio la vuelta al mundo, tuvo un recorrido internacional muy grande. Para los saharauis es también un ejemplo, una persona que lo entregó todo, fue refugiada desde niña, huyó del éxodo. Lo vivió todo, perdió familiares y hermanos en la guerra, pero siempre fue optimista y cantó para que continúe la batalla por la liberación del Sáhara", explica Corcuera, director de Mariem, que compite en la sección Documentales Cortometrajes de la Sección Oficial de la 28 edición del Festival de Málaga.

Y todavía continúa: "Su desaparición física ha sido muy dura para el pueblo saharaui en general, pero al mismo tiempo es alguien que no ha muerto, que no ha desaparecido realmente. Ves el corto y sientes que está cargado de vida, ni te planteas que ya no esté. Yo creo que ella sigue aquí y seguirá siempre porque es parte de los sentimientos y del corazón del pueblo saharaui. También de su proyecto de futuro de conquistar su lugar en el mundo, de volver a poder estar en su lugar en el mundo".

"En casa siempre será mamá", reconoce Aghaila Labiad Hassan, hija menor de Mariem, que tardó en comprender quien era su madre para tantos otros fuera de su propia familia. "Hasta que no crecimos no fuimos tan conscientes de lo que significaba para el pueblo saharaui y del significado que tenía todo lo que hacía como activista", explica a infoLibre. "Ese fue también el sacrificio que eso supuso para nosotros, que no entendíamos de pequeños muchas veces por qué mamá no estaba. Supongo que es el precio a pagar a cambio de todo el activismo que hizo por un pueblo entero", apostilla.

Y es que, en palabras de Aghalia, su madre fue "una persona convertida en un megáfono para proyectar, contar y cantar toda la historia del pueblo saharaui, difundir la causa y explicar la realidad y la injusticia política" que todavía siguen "sufriendo los saharauis". "Ella siempre creyó que la música movía el mundo más que la política y tenía razón", añade, para acto seguido recordar que gracias a sus canciones "se le abrieron muchas puertas, se la escuchó y se la aplaudió en muchísimos países, se le dio la razón". "Porque la gente supo ver la injusticia padecida por el pueblo saharaui a través de su vez y de ella misma, que era como un acto de resistencia", remata.

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"Ella siempre decía que su voz no era solo suya, sino el eco de otras muchas voces de mujeres saharauis que utilizaron el arte como trinchera, como un muro de protección", rememora Aghaila, convencida de que a día de hoy la música sigue uniendo a unos pueblos que la política termina separando, y remarcando, asimismo, que la lucha del pueblo saharaui no es algo del pasado, sino que "persiste" también de alguna manera gracias a su madre: "Dejó una gran huella. Fue una pérdida para toda una generación que la seguía, que la conocía, que había estado con ella en el mismo campo de lucha y que la sigue recordando".

Es Mariem, de esta forma, el puente necesario entre memoria de un pasado que no se puede olvidar porque sigue presente y un futuro por escribir. La banda sonora de una batalla estancada que no cesa, como si en el desierto no pasara el tiempo. "Pero el pueblo saharaui no conoce la derrota, siempre está en pie en lucha y seguirá adelante hasta conseguir volver a su casa. Eso es así en los campamentos de refugiados y en los territorios ocupados", apunta Corcuera, quien lamenta la "traición" del gobierno progresista de España "alineándose por completo con las posiciones de Marruecos, negando el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui".

Así lo ve también Aghaila, para terminar: "La guerra ahora mismo, desde que se reanudó en 2020 entre el Sáhara y Marruecos, es un conflicto armado completamente silenciado por parte de los medios, hay una pisada encima para que no se vea y no se oiga. Este corto no es solo un homenaje, sino un acto de justicia histórica, frente a España, las Naciones Unidas y todo el mundo. La lucha de mi madre no ha sido en vano, desafía al olvido y es un legado que ha dejado con el objetivo común de resistir como pueblo. Porque España colonizó ese territorio y no se ha responsabilizado de sus actos, ni antes, ni durante, ni después, nos abandonaron de una manera muy sucia a nuestra suerte".

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