CINE

'La red fantasma' narra cómo refugiados sirios cazan a sus torturadores en Europa

Adam Bessa y Tawfeek Barhom en 'La red fantasma'.

Una persecución imposible. Reparación más que venganza. Desde la cárcel siria de Sednaya, el matadero humano del régimen de Bashar al Asad, hasta la libertad en territorio europeo. Un exilio forzoso, la posibilidad de una nueva vida que no será posible hasta que los torturados den con sus torturadores (y tampoco entonces).

"Yo quería hacer un documental, pero empezaron a hablarme de la guerra y de la tortura, y poco a poco surgió este gran secreto: ciudadanos normales y corrientes que buscan criminales de guerra en Europa", cuenta a infoLibre el cineasta francés Jonathan Millet, director de La red fantasma, que llega a los cines españoles este próximo 7 de febrero.

Una emocionante película inspirada en la historia real de la célula de espías formada por refugiados sirios que persigue a los dirigentes fugitivos del régimen de Bashar al Asad escondidos por países europeos. "Lo más alucinante es que no les conocen, pues nunca han visto el rostro de sus torturadores, por lo que hacen una búsqueda sensorial, de escucha y olores", remarca Millet.

Porque, aunque nunca pudieran verles la cara, recuerdan perfectamente su olor, sienten un terrorífico respingo interior al escuchar su voz. Tan fijado en su mente, en lo más profundo de su alma, habita para siempre el horror. Reparación más que venganza, decíamos, aunque ni eso. Una cuestión de justicia clandestina que convierte en agentes especiales a ciudadanos anónimos con una misión que solo ellos pueden hacer: localizar a sus propios torturadores.

Una historia de ficción basada en multitud de hechos reales que tiene su origen dos décadas atrás, cuando el cineasta vivió durante un tiempo en Alepo, la ciudad más poblada de Siria, que quedó destruida en la guerra civil que empezó en 2011 y acabó a finales de 2024 con la huida a Rusia del dictador Bashar al Asad. "Todos mis años de encuentros con los amigos que allí hice me han mostrado las heridas interiores y los recuerdos de dolor que estos hombres llevan consigo", apunta.

Con la intención inicial de hacer un documental, pasó Millet varias semanas en un centro de tratamiento para víctimas de la guerra y la tortura, donde conoció de primera mano multitud de historias de personalísimo dolor. A medida que investigaba, oía hablar cada vez más de redes furtivas, cazadores de pruebas y grupos que seguían la pista de criminales de guerra en Europa durante meses. Este descubrimiento coincidió con la publicación de dos artículos en abril de 2019, en 'Libération', sobre la célula de Yaqaza y la caza del 'Químico' en Alemania. Ahí estaban estas historias, resonando en la prensa francesa.

"Todo es real -continúa- .Uno de los primeros testimonios fue un hombre que me dijo 'estoy en Berlín, llevo tres años aquí, en la cola de un supermercado, y veo a tres personas más allá, una silueta, y tal como anda, como se mueve, sé que fue quien me torturó durante años'. Me cuenta que no puede hacer otra cosa que volver a su casa y aguantarse. No puede denunciarle porque Europa en ese momento no juzgaba y, además, nadie le iba a creer, porque no tenía más prueba que una conexión física y sensorial. Eso no es una prueba material, no es un documento o una foto, pero él sabía que lo había encontrado. También me dijo: 'Mi cuerpo entero se sintió invadido y atacado de nuevo'".

La red fantasma nos cuenta, en concreto, la historia de Hamid (interpretado por Adam Bessa), profesor sirio en el exilio que forma parte de uno de estos grupos secretos que acaba en la universidad de Estrasburgo tras la pista de su antiguo torturador. La venganza con la que lleva años obsesionado está a un solo paso, pero tiene que estar seguro al cien por cien. Hay dudas, hay temor. Toneladas de pavor. Le vigila, le huele, termina incluso comiendo con él fijándose en las heridas de sus manos. Empieza en el grupo la labor de confirmación de los datos recabados, que son pocos. apenas un nombre para empezar. Pero están organizados.

Eran cuerpos más que hombres, ya no había luz en sus miradas. Los que buscan justicia mantienen todavía una llamita en su interior que hace que puedan seguir vivos

"Él cree haberle encontrado pero nunca estamos seguros. Y nosotros queremos creer a Hamid, pero nunca estamos seguros tampoco. Piensas que por haber vivido algo tan horrible está frágil y puede estar equivocado. A ese plano tan humano quería llevar la historia", explica Millet: "Eso es lo que cuenta esta película. La historia de un hombre que lo ha perdido todo (también a su esposa y su hija) y solo tiene la única obsesión de esa búsqueda. Y precisamente a través de esa obsesión, poco a poco va encontrando un camino que le permitirá en un momento dado atreverse a ir más allá y revivir lo que sufrió".

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Esto es lo que convierte a La red fantasma, a nivel más estético, en una película de espías, pues a ellos también les "abordan las obsesiones". "Estos exiliados, como los espías, no pueden decir quienes son, ni de donde vienen, no pueden hablar de su historia. Son espías a pesar suyo con una historia de obsesión en la que solo existe su búsqueda", argumenta, para luego añadir: "Hay muchos puntos en común entre las historias de exiliados y las películas de espías. Y esta, en particular, está inspirada en hechos reales, que son mucho más fuertes que todas las películas de espías que hayas visto".

Millet cuenta, asimismo, que en este film quería mostrar la historia de un refugiado que "no fantasea con Europa", sino que se ve obligado a marcharse de Alepo, donde era profesor de Literatura. "Quería también mostrar otra imagen del mundo árabe, más de alta cultura", añade, para luego remarcar que "los exiliados nunca quieren irse". "Nadie quiere ser arrancado de su país, de su idioma, de sus familias. Yo me he encontrado con exiliados que están en Europa y que quieren rehacer su vida, pero en el fondo llevan duelos, dolores, torturas. No se les trata bien, se les dice '¿por qué no te pones a trabajar?', pero el peso del trauma es enorme".

Y es que, según destaca a partir de su propia experiencia documentándose para esta película, "el exilio es un desgarro total". "Son vidas rotas, destrozadas por la guerra", prosigue. "Entre todos los refugiados de guerra que yo he conocido, muchísimos están totalmente abatidos, como si hubieran pasado a estar debajo de la línea de flotación de la vida. Eran cuerpos más que hombres, ya no había luz en sus miradas. Pero los que buscan justicia mantienen todavía una llamita en su interior que hace que puedan seguir vivos. Por eso, era muy importante para mí que el protagonista fuera ciudadano y pudiéramos compartir con ellos sus dudas y sus emociones. Son héroes de cine, realmente", termina.

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