‘No te preocupes, querida’, esta película ya la has visto (varias veces)
Para quien no siga de cerca la actualidad cinematográfica, No te preocupes, querida será solo una película más de las que llegan a los cines. Quizá le parezca un atractivo thriller, a juzgar por los tráilers, con buenos valores de producción y un interesante reparto. Seguramente esa persona no estará al tanto de las numerosas polémicas que han rodeado a la producción desde sus primeros pasos: el despido (o dimisión, depende de a quién le preguntes) de Shia LaBeouf, los supuestos desencuentros entre la actriz protagonista Florence Pugh y la directora Olivia Wilde, la rumoreada relación de esta con el cantante Harry Styles, que entró para sustituir a LaBeouf, la incómoda presentación de la película en el reciente Festival de Venecia… Todos los cotilleos de los últimos dos años han dado para un entretenido culebrón en el que no queda claro quién es el héroe y quién el villano, si es que no todos lo son. La película en sí misma nunca iba a poder estar a la altura de tal espectáculo.
Y eso que tiene bastantes aspectos positivos: el carisma y el encanto natural de Pugh (Midsommar, Mujercitas), la sugerente fotografía de Matthew Libatique (Cisne negro) o la dirección de arte de Katie Byron y el diseño de vestuario de Arianne Phillips (Érase una vez en… Hollywood), que construyen un idílico y colorido mundo inspirado en los años 50 estadounidenses. O la banda sonora de John Powell, que cambia de registro dejando atrás el cine de animación y componiendo una partitura desasosegante y multiforme. Incluso la, por momentos, inspirada puesta en escena de Wilde, que se descubre como una cineasta con buen ojo para construir potentes imágenes en esta, su segunda película tras debutar con la divertidísima comedia Súper empollonas. Pero todo ello es secundario cuando falla lo más primordial: el guion.
La premisa de No te preocupes, querida es mucho menos original de lo que se cree. Nos presenta una utópica comunidad aislada en medio del desierto estadounidense, compuesta por decenas de parejas jóvenes: los hombres son científicos que trabajan en un misterioso “Proyecto Victoria”, las mujeres son amas de casa perfectas que se ocupan de la limpieza y la cocina, dan clases de ballet y beben cócteles sobre el verde césped de sus grandes jardines, mientras cotillean y bromean animadamente. La vida en Victoria es apacible y tranquila, hay un equilibrio que funciona y da a todos sus habitantes un propósito, y todo el mundo está contento. O, por supuesto, eso parece.
Sin recurrir a los tres títulos que Olivia Wilde ha citado como inspiración, cuya mención considero un spoiler como una catedral, se podrían enumerar docenas de películas y series de las que el guion se ha nutrido: Las mujeres de Stepford (y su adaptación más reciente con Nicole Kidman, Las mujeres perfectas), Pleasantville, el cine de M. Night Shyamalan, La dimensión desconocida, El prisionero, Perdidos… También recuerda a las películas de Jordan Peele, cineasta que está utilizando con atino el terror, el thriller y la ciencia ficción para plantear cuestiones raciales y de clase. En el caso de No te preocupes, querida, hay un trasfondo feminista no demasiado novedoso que no sirve para compensar lo que en resumen es un thriller mediocre hecho con mucho dinero y buen gusto.
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El guion, reescrito por Katie Silberman a partir de una idea de Carey Van Dyke y Shane Van Dyke (nietos de Dick Van Dyke), está lleno de agujeros y giros forzados, y va siempre dos pasos por detrás del espectador. Sabemos mucho antes que la protagonista que la utopía donde vive es falsa, y en nuestro imaginario ya están instaladas varias posibles respuestas al misterio planteado (no serán pocos los espectadores que logren adivinar la resolución del enigma, que no es muy original). Para empeorarlo, Silberman espolvorea la historia con una amalgama sin sentido de discursos superficiales entre lo religioso, lo identitario y lo populista. Pero el mayor lastre de la película es lo reiterativa y redundante que se vuelve desde muy temprano. Wilde abusa de ciertos recursos oníricos para ir mostrando una lentísima y repetitiva erosión mental de la protagonista mientras el espectador espera, entre la frustración, el desinterés y el aburrimiento, a que llegue la revelación.
Curiosamente, lo más disfrutable de No te preocupes, querida son sus escenas más corrientes. Wilde dirige bien al reparto en los momentos de distensión, y ella misma parece estar muy a gusto interpretando a la vecina graciosa. Pugh tiene la personalidad, la presencia y la profundidad perfectas para que nos interese su viaje, por muy recorrido que esté. Harry Styles, superestrella del pop que debuta aquí en un papel realmente de peso como el marido de la protagonista, no está catastróficamente mal, pero tampoco hace nada memorable. Timothy Simons, más conocido como el trepa e insufrible Jonah en Veep, logra provocar inquietud como un suspicaz doctor. Chris Pine está tan sobreactuado como el sospechoso director del Proyecto Victoria que le falta andar por ahí acariciando a un gato, pero es probable que sea algo intencionado. A su lado, Gemma Chan está mucho más voluptuosa y elegante interpretando a su imponente mujer.
En general, el segundo largometraje de Olivia Wilde es una decepción y una oportunidad perdida que debería animarle a volver a la comedia. Súper empollonas era una adorable e interesante exploración de la amistad entre chicas adolescentes. A su lado, No te preocupes, querida es un relato de misterio previsible con intenciones confusas y deslavazadas. Su feminismo es tan antiguo como el libro de Sylvia Plath, La campana de cristal, que aparece explícitamente y de forma muy burda. ¿Cuál es el mensaje que quiere lanzar la película? ¿Que las mujeres tienen sexo y placer? ¿Que quieren ser libres y no las chachas de sus maridos? No te preocupes, Olivia, eso ya lo sabíamos. Cuéntanos algo nuevo.