Solo hace falta haber visitado una vez la ciudad de Madrid para reconocer la céntrica calle Fuencarral como enclave de constante algarabía. Personas recorriendo la vía de arriba abajo incesantemente, no importa la hora, bares con sus bulliciosas terrazas, tiendas con los empleados a la puerta intentando captar al personal. Poco imagina el paseante que, en algún punto del recorrido, una galería de arte esconde en su interior la paz más absoluta. El descanso total, la enajenación del mundo y del yo. Un sublime desahogo.
En un local sin identificar "para evitar el morbo" y por razones de seguridad, el artista Abel Azcona(Pamplona, 1988) lleva ya casi tres semanas, desde el 5 de julio, encerrado en un espacio de seis metros cuadrados. Sin luz, sin tecnología, sin contacto con el exterior. Solo recibe puntualmente cada mediodía una papilla hiperproteica a modo de alimento, que quizá le sirva también para marcar los ritmos del paso del tiempo.
Se metió en el agujero como un bebé, con todo el pelo rasurado. Espera salir renacido. El destino está fijado a 60 días vista: transcurrido ese tiempo, el performer confía en haberse desenganchado de la droga de la información y las imágenes en tromba, de las palabras huecas y las relaciones impuestas. Y volver a empezar a vivir.
Fotograma del documental sobre el encierro.
“Los riesgos son todos”, asegura Victoria Sherman, la comisaria de la pieza, que han llamado Dark Room. Junto a un equipo médico, Sherman se dedica a seguir la evolución del artista navarro a través de una serie de cámaras infrarrojas instaladas en el particular zulo, a las que los espectadores se pueden conectar por streaming en encuentros puntuales concertados a través de la web, la cuenta de Twitter y la página de Facebook del artista, que se actualizan diariamente. Desde esas plataformas se pueden solicitar visitas, que deberán ser aprobadas.
"El día transcurre con normalidad", reza la última puesta al día, la de la jornada 17. "Observamos de nuevo graves dificultades en el individuo para moverse. Se muestra totalmente desorientado. Ingiere la papilla proteica compulsivamente, derramando gran parte de ella. Posteriormente permanece postrado en el suelo durante casi dos horas con gran dificultad de llegar hasta la colchoneta, donde emite algunos sonidos no inteligibles por primera vez en tres días".
“Azcona siempre lo da todo en su obra, incluso concibe su propia muerte como parte de esta", apunta Sherman. Junto a otro provocador artista performativo, Omar Jerez, el navarro ha suscrito el manifiesto Teoría involuntaria de una muerte confrontada, que considera -y acepta- la posibilidad de ser asesinado o de perder la vida como consecuencia o reacción a sus trabajos creativos. "Quiere vivir la experiencia hasta el final, y nosotros valoramos el día a día y concluiremos el encierro si la salud del artistas peligra de verdad”.
El proyecto, cuyo trasfondo conceptual se remonta al dramático pasado del artista –maltratado y abandonado de niño- para dibujar un nuevo futuro, alcanza con esta su tercera, que no última, fase. Antes, Azcona se enclaustró junto a otros artistas durante 90 horas en la galería Santa Fé de Bogotá, y posteriormente alargó la experiencia a una semana entera, mano a mano con la brasileña Regina Fiz Santos, en la galería Off Limits de Madrid.
Ver másArchivada la querella contra Abel Azcona, que usó hostias supuestamente consagradas en una de sus obras
Todo este conjunto de acciones, explica Sherman, se ha titulado Encierro en busca de la identidad. “El artista, antes de este último encierro, afirmaba a la prensa: 'En el exterior encontramos a diario miles de contaminantes, en mi caso voy a entrar a Dark room con muchos de ellos, y quiero explorar en mí mismo mi propia capacidad de desprenderme de ellos y empezar desde cero”, cuenta Sherman. “Perder la noción del tiempo y de mi propio yo. Construir una identidad no contaminada, no marcada por el abandono”.
El mito platónico de la caverna, con su promulgado dualismo entre la luz y la sombra, la realidad y la apariencia, también tiene mucho que ver con el desarrollo de esta performance, orientada a la búsqueda del conocimiento desde un estado de ignorancia. El dolor y la tortura autoinflingida fueron en obras previas el motor para andar el mismo camino, uno que ha llevado a Azcona a lo largo de su carrera a abordar cuestiones como el feminismo, la religión, la política o la sexualidad.
Para la posteridad quedará el documental sobre “el antes, el después y el día a día” que está realizando un grupo de cineastas procedentes de Colombia, un país que, dice Sherman, acoge con especial cariño e interés la obra del pamplonica. En España, un equipo formado por el director de cine Karlos Alastruey, Jon Uriol y el propio Azcona está realizando una pieza de videoarte, que contará con extractos de las grabaciones del encierro. "Azcona entró con heridas de su experiencia personal", señala la comisaria. "Creemos que con Dark Room, y estamos observando que así es... romperá las barreras del conocimiento".
Solo hace falta haber visitado una vez la ciudad de Madrid para reconocer la céntrica calle Fuencarral como enclave de constante algarabía. Personas recorriendo la vía de arriba abajo incesantemente, no importa la hora, bares con sus bulliciosas terrazas, tiendas con los empleados a la puerta intentando captar al personal. Poco imagina el paseante que, en algún punto del recorrido, una galería de arte esconde en su interior la paz más absoluta. El descanso total, la enajenación del mundo y del yo. Un sublime desahogo.