Escritos para triunfar

Este año, el Premio Planeta ha decidido caminar sobre seguro. No lo ha hecho apoyándose en autores estrella o en excursiones literarias de celebridades. Ha apostado por dos escritores que han demostrado a lo largo de su trayectoria la cualidad más apreciada por el grupo editorial barcelonés: saber vender. El nombre de Dolores Redondo (San Sebastián, 1969), ganadora con Todo esto te daréTodo esto te daré, fue celebrado con alegría por los periodistas, que especulaban sobre el triunfo de alguna presentadora de Antena 3, cadena de la casa. Su Trilogía del Baztán, protagonizada por la inspectora Amaia Salazar, que había sido del gusto del público (700.000 copias vendidas) y también de la crítica. Con Todo esto te daré repite en la novela novela negra, género triunfador también en la pasada edición con Hombres desnudos, de Alicia Giménez-Bartlett (el cineasta Daniel Sánchez Arévalo, finalista en 2015, tampoco anduvo muy lejos de estas oscuridades con La isla de Alice). 

Marcos Chicot (Madrid, 1971), finalista, no era, como su hermana mayor, autor del grupo. De hecho, se les escapó cuando quedó cuarto al galardón en 2012. El autor pensaba que con eso se aseguraba su entrada en la editorial —los cinco primeros suelen ser publicados por el sello—, pero la crisis le jugó una mala pasada, y su novela El asesinato de Pitágoras se quedó en el limbo de las obras inéditas. Chicot no se rindió y decidió autoeditarse, en formato electrónico y a través de Amazon. Al poco tiempo, se convirtió, por cuenta del autor y sin ayuda de ningún sello, en un superventas: se coló en el número 1 de la web, por encima de Dan Brown, y una de sus frases se convirtió en la más subrayada por los usuarios de Kindle, por encima de Matilde Asensi y de Julia Navarro. El asesinato de Sócrates El asesinato de Sócratespretende ahora repetir la jugada, pero esta vez respaldado por el mayor grupo editorial español. 

Objetivo Planeta

A ninguno les ha llegado el premio por casualidad. Ambos lo tenían como objetivo profesional desde hacía años. "Para mí ha supuesto cumplir un sueño de adolescencia; desde que era una cría y quería ser escritora, estaba en mi horizonte", dice Redondo por teléfono, en medio de una jornada promocional que no le da tregua. A diferencia de anteriores premiados, el éxito de su novela negra a la navarra no ha sido producto del galardón, sino su causa. Para Chicot, quedar finalista ha sido el espaldarazo a un temerario proyecto vital que lleva construyendo desde 2009, cuando su hija Lucía nació con Síndrome de Down. "Quería dejarle un colchón para el futuro, sabiendo que lo iba a tener difícil. Funcionó", explica. Los 601.00 y 150.250 euros que ganador y finalista se embolsan respectivamente es un buen comienzo. 

El monto es, claro, en concepto de adelanto. La editorial debe vender entre 125.000 y 425.000 ejemplares para "amortizar", según sus propias bases, "la dotación del Premio". A partir de ahí, el escritor comienza a recibir derechos de autor. Teniendo en cuenta que desde su creación en 1952, el premio ha vendido 42 millones de ejemplares entre ganadores y finalistas, una media de 650.000 al año, no debería haber problemas. Como dijo el presidente del grupo, José Crehueras, en la presentación de esta edición: "Cada hogar en España tiene dos premios Planeta. Es un gran orgullo para nosotros". Para que lo siga siendo, es necesaria una entente entre ambas partes, y este año está particularmente equilibrada.

Promoción por lectores

"Es verdad que tengo muchos lectores", valora Redondo, "pero la etiqueta de novela negra, aunque muy necesaria, quizás haya alejado a muchos porque puedan pensar que es truculenta. El verdadero Premio Planeta es llegar a un público que no se había acercado hasta ahora a mi obra". Los numerosos seguidores de la inspectora Salazar —a la que la escritora promete volver en algún momento—, que no dudan en seguir los pasos de la heroína por el Baztán y que esperan con impaciencia su adaptación al cine, son también un buen caladero para la editorial. 

En el caso de Chicot, se trata también de un trueque: Planeta le da un espacio en los medios y en las librerías que no podría alcanzar ni por sí mismo ni bajo la editorial Duomo, el sello que le acabó fichando, y él, a cambio, brinda sus 25.000 lectores digitales y 100.000 en papel que cosechó con El asesinato de Pitágoras. "Desde que empiezo a escribir aspiro a lo máximo, y el máximo trampolín en las letras españolas es el Premio Planeta", zanja. Su fórmula: una "novela ágil" que une "historia y thriller" y cuya estructura, construida a base de capítulos cortos y numerosas tramas entreveradas, está inspirada en la de las series estadounidenses. "Quiero lectores con ojeras, que no puedan soltar el libro", bromea. 

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Cada uno llega desde su propia posición dentro de la industria. Chicot ha ido sobre seguro, repitiendo una fórmula que ya había demostrado su éxito entre los lectores: "Funcionaba". La receta incluye una descripción detallada de la Antigüedad —en el caso de la novela finalista, entre Atenas y Esparta—, un posible asesinato que resolver, un personaje célebre como protagonista y un amplio abanico de personajes para desarrollar varias tramas paralelas. "El asesinato de Pitágoras lo escribí para ganar el Planeta. No lo hacía para entretenerme ni para vender unos cuantos ejemplares. Si había dejado de escribir durante dos años, que al final fueron tres, tenía que merecerme la pena", recuerda. 

Dolores Redondo, sin embargo, ha preferido obviar su propio pasado. Nada de Baztán, nada de policía, nada de matriarcado. Aquí, los protagonistas son tres hombres —un guardia civil, un sacerdote y un escritor cuyo marido ha sido asesinado—, la acción se sitúa en la gallega Ribeira Sacra y la investigación es "civil" y está guiada por los "secretos familiares" que habían permanecido ocultos dentro de la pareja. "Esto me ha supuesto un crecimiento, casi empezar de nuevo. Ha sido muy vivificante", explica la escritora. 

Quizás no piense igual dentro de un mes, cuando la gira de presentación les haya llevado a recorrer tres o cuatro ciudades por semana, con sus correspondientes ruedas de prensa, entrevistas y firmas de libros. Es el precio que hay que pagar para ser superventas. 

Este año, el Premio Planeta ha decidido caminar sobre seguro. No lo ha hecho apoyándose en autores estrella o en excursiones literarias de celebridades. Ha apostado por dos escritores que han demostrado a lo largo de su trayectoria la cualidad más apreciada por el grupo editorial barcelonés: saber vender. El nombre de Dolores Redondo (San Sebastián, 1969), ganadora con Todo esto te daréTodo esto te daré, fue celebrado con alegría por los periodistas, que especulaban sobre el triunfo de alguna presentadora de Antena 3, cadena de la casa. Su Trilogía del Baztán, protagonizada por la inspectora Amaia Salazar, que había sido del gusto del público (700.000 copias vendidas) y también de la crítica. Con Todo esto te daré repite en la novela novela negra, género triunfador también en la pasada edición con Hombres desnudos, de Alicia Giménez-Bartlett (el cineasta Daniel Sánchez Arévalo, finalista en 2015, tampoco anduvo muy lejos de estas oscuridades con La isla de Alice). 

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