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La Internacional Idiota: por qué Ayuso ataca a la Universidad

En la vieja Atenas se identificaba la palabra idiota (ἰδιώτης) con aquellas personas que no se meten en política, aquellos cuya única preocupación es su vida privada y que renuncian a tener iniciativa en los asuntos colectivos (la política) yendo contra su propia naturaleza como ζῷον πολῑτῐκόν, como animal político, como animal cívico.

Esta idea de “idiota” define, exactamente, el concepto de “libertad” que ha cacareado la nueva derecha, una libertad antisocial, una libertad exaltadamente individualista consistente en hacer lo que a uno le dé la gana —contaminar, evadir impuestos, conducir borracho, marginar a mujeres y a minorías étnicas o sexuales, explotar a los trabajadores, exprimir ilimitadamente el lucro que genera la propiedad de una vivienda, difundir mentiras a sabiendas, insultar y amenazar en redes sociales…— sin que jueguen ningún papel las consecuencias que tengan los actos propios en otras personas ni en la sociedad en su conjunto. Me da la gana hacerlo, así que es libertad y limitarla es totalitario.

Por supuesto, esa idea idiota de “libertad” rompe con toda la raíz ilustrada de nuestra civilización, base del liberalismo, que considera libertad la actuación del humano que es capaz de someter sus instintos individuales a la razón. Y someter a la razón es medir las consecuencias colectivas de los actos propios. De ahí el imperativo categórico kantiano, que viene a decirnos: “Actúa como te gustaría que actuara todo el mundo”. 

Para la Ilustración, pues, libertad es todo lo contrario a lo que pregona la Internacional Idiota (la que va de Milei a Ayuso). Y lo es porque Libertad y Razón son dos caras de la misma moneda. Libre es la persona que actúa racionalmente; la persona que actúa sometida a sus impulsos (la persona que hace “lo que le da la gana”) es una esclava, por muchos decibelios que alcancen sus berridos sobre la libertad y el carajo.

Nuestra actual definición de “idiota” ha seguido bastante este recorrido. No identificamos directamente “idiota” con el individualismo antisocial (antipolítico) sino con la irracionalidad. El diccionario de la RAE define “idiota” como “tonto o corto de entendimiento” o bien como “engreído sin fundamento para ello”. Asume nuestra Real Academia, siempre unos años por detrás del presente, que un idiota lo es por incapacidad: eres tonto y por eso dices idioteces impropias de un ser racional homologable.

Combatir la Universidad es combatir el proyecto ilustrado de una sociedad conducida por las decisiones racionales de ciudadanos libres

Sin embargo, en los últimos años la idiotez no es (al menos no siempre es) fruto de la incapacidad, sino un proyecto político de esas derechas que usan “libertad” como sinónimo de “hacer lo que nos dé la gana”. Por eso esta derecha tiene en su punto de mira la evidencia científica y académica: niegan el cambio climático y las vacunas, la violencia machista y la memoria histórica, culpan a la Agencia Meteorológica de las consecuencias de una dana, como si la dana fuera una consecuencia de que la Agencia la anunciara. Han generado una muy lucrativa industria de la mentira porque una ciudadanía engañada tiene imposible tomar decisiones racionales, esto es, tiene imposible la libertad.

La lucha de esta Internacional Idiota de la nueva derecha mundial es, pues, una expresión de un proyecto autoritario y antidemocrático: su lucha contra la Razón es una lucha contra la ciudadanía libre, que es la condición de necesidad de una sociedad democrática. Que lo hagan en nombre de la “libertad” es sólo una expresión del proyecto idiota en sí: nada más antirracional que llamar libertad al autoritarismo.

El ataque de Ayuso a la Universidad pública no es sólo un ataque a lo público, que también: esa idiotez ateniense que menosprecia lo común en pro del individuo aislado se expresa en el ataque a todo lo público. Es una expresión de la ofensiva contra la Razón de la Internacional Idiota. El proyecto de Ayuso no es sustituir las prestigiosas universidades públicas españolas (en este caso las madrileñas) por universidades privadas también prestigiosas aunque reservadas a una pudiente minoría social

En España la Universidad pública ha sido desde hace mucho tiempo y con alto grado de consenso social la Universidad que transmite y construye conocimiento de calidad. Son muy pocas las universidades privadas que tienen prestigio académico y el espacio de la universidad privada ha sido el de camión escoba que recogía a los jóvenes a los que no alcanzaba la media para acceder a la universidad (pública) pero cuyas familias tenían dinero para poder regatear el filtro académico a través de universidades de menor entidad y prestigio.

Lejos de invertir esa lógica, los gobiernos del PP madrileño llevan años aprobando el nombre de “universidad” para organizaciones privadas que no tienen el menor prestigio académico, que acumulan informes bochornosos y que renuncian a toda ambición intelectual y científica. 

No se trata (sólo) de que el espacio que ocupa hoy la Universidad pública lo ocupen universidades privadas. Se trata de devaluar hasta la desaparición la gran aportación de la Universidad a la sociedad: la generación y transmisión de conocimiento que sirven de base a una sociedad democrática. Se trata de combatir el máximo exponente de una sociedad en la que la Razón es el motor del conjunto político y en la que el conocimiento se construye de forma colectiva, como fruto del esfuerzo de toda la sociedad (que la financia), un conocimiento que la Universidad devuelve a la sociedad en forma no sólo de prosperidad económica sino sobre todo en forma de Libertad.

Combatir la Universidad es combatir el proyecto ilustrado de una sociedad conducida por las decisiones racionales de ciudadanos libres. Por eso el ataque de Ayuso a la Universidad pública es el máximo exponente de la Internacional Idiota que ella lidera en la Comunidad de Madrid y acaso en toda España.

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Hugo Martínez Abarca es diputado de Más Madrid en la Asamblea de Madrid.

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