Sobre ser ‘queer’, las siglas y los derechos de todas Marta Jaenes
Todo se sabrá, pero el juez no lo verá
En España solemos decir que vivimos en un mundo al revés o que los pájaros disparan a las escopetas y en inglés dicen the boot is on the other foot, o sea, que alguien lleva el zapato izquierdo en el pie derecho o al contrario; pero ya sea en un idioma o en el otro, esas expresiones significan lo mismo: que a veces la realidad se pone boca abajo y todo se vuelve incomprensible. Está bien recordar eso porque es lo que aparenta ocurrir en el caso de la pareja sentimental de la presidenta de la Comunidad de Madrid y en otros acontecimientos relacionados con ella: por ejemplo cuando el antiguo presidente de su partido se atrevió a calificar de inmorales las comisiones que cobró el hermano de Ayuso por intermediar en la compra y venta de material sanitario durante la pandemia de coronavirus y lo echaron a él para colocar en su puesto a dedo a Núñez Feijóo; o ahora que se produce el galimatías de las filtraciones de unos correos donde se pormenorizaban los delitos contra Hacienda del susodicho novio, presuntamente aceptados por este o por su abogado… y el doble resultado es que tiene que dimitir el jefe de los socialistas en Madrid mientras el peso de la ley cae sobre el fiscal general del Estado. La discusión sobre quiénes y en qué momento airearon el contenido de esos mensajes ha hecho correr ríos de tinta y en la rivera de esos ríos han crecido los árboles que no dejan ver el bosque.
Los tribunales, cuyo desprestigio y erosión están alcanzando límites jamás vistos en nuestra democracia, hasta el punto de ser tachados de golpistas de guante blanco, van, además, a dos velocidades, como la economía continental. Si se trata de investigar a la esposa del presidente del Gobierno, esto es un no parar, las diligencias, los testimonios, la llamada a testigos, el reclamo de documentación, las imputaciones y las piezas separadas van a toda máquina. Si se trata de soltar al empresario Aldama, acusado de un delito tributario de ciento ochenta millones de euros, lo dejan libre y sin fianza a los diez minutos de lanzar mil y una acusaciones contra medio Gobierno y pese a no aportar prueba alguna, por ahora, pero asegurar que ya si eso. Sin embargo, la declaración del mencionado González Amador se aplaza una y otra vez, a día de hoy ya en cuatro ocasiones. Será que tiene mejores defensores.
La pregunta, legítima con la que está cayendo, es si algún juez lo va a querer ver o va a mirar para otro lado, lo mismo que con las siete mil doscientas noventa y una víctimas de las residencias que el tristemente célebre protocolo de Ayuso mandó a la tumba porque de todas formas se iban a morir igual
Su media naranja, Díaz Ayuso, va por esos platós de Dios interpretando el papel de mártir, repartiendo insultos como quien tira caramelos desde la carroza de los Reyes Magos, confundiendo el poder ejecutivo con el judicial porque se lía con las funciones de la Fiscalía y la abogacía del Estado, y lanzando bulos como catedrales que no suelen desmentirle sus interlocutores. Ella se refiere a su pareja como lo que evidentemente es, un particular; lo que pasa que se trata de un particular que ha sido defendido por una institución pública, ya que ella misma salió en su amparo desde el primer instante y lanzando que era el fisco quien le debía dinero a él, pero calla además que las sospechas que recaen y se publican sobre él son debidas a sus negocios con el Grupo Quirón, a su vez favorecido con innumerables contratos otorgados por el gabinete que ella preside. Quien no quiera ver nada raro en ese hecho, o es Heidi o debe pedir con urgencia una cita en el oculista. Entre lo privado y lo público hay puertas giratorias, pero también pasadizos como esos que se dice que usaban para huir con su botín los bandoleros del siglo diecinueve.
Todo se sabrá, suelen repetir tanto los inocentes como los culpables. La pregunta, legítima con la que está cayendo, es si algún juez lo va a querer ver o va a mirar para otro lado, lo mismo que con las siete mil doscientas noventa y una víctimas de las residencias que el tristemente célebre protocolo de Ayuso mandó a la tumba porque de todas formas se iban a morir igual. Si ese magistrado es alguno de los que se reúnen con Núñez Feijóo bajo cuerda para conspirar, uno de esos que el PP alardeaba de “tener controlados” o que sea parte de esa “mayoría de derechas” que identificaba en una entrevista otro de sus altos cargos o de los que están dispuestos –como arengó con su habitual desvergüenza histriónica el portavoz del partido– a derribar a Pedro Sánchez por cualquier medio, apaga y vámonos.
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