El interminable final de Pasolini

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Cuando el poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini apretó el acelerador rumbo a Ostia en la madrugada del 2 de noviembre de 1975 no sabía lo que le esperaba en aquel páramo junto a un campo de fútbol. Más de cuatro décadas después, la opinión pública está tan en la inopia como el Pasolini que se dirigía a la muerte con una sonrisa en la boca y una cerveza en el estómago, y que sería brutalmente asesinado a sus 53 años. Y este jueves, con el fallecimiento por un cáncer de Giuseppe Pino PelosiPino, el único condenado por el ataque, está aún más lejos de aclararse un suceso sobre el que pende la sombra de un crimen político. No es el único sin resolver de los sangrientos años de plomo italianos, pero sí uno de los retos de la memoria histórica del país. 

Pelosi, entonces un adolescente de 17 años, fue parado por la policía cuando recorría a bordo de un Alfa Romeo y a toda velocidad los 30 kilómetros que le separaban de Roma. El chico confesó enseguida que se trataba del vehículo del intelectual comunista. Dos horas más tarde, Maria Teresa Lollobrigida veía, cuando iba a buscar el coche de su marido, lo que creyó ser "un montón de basura". Era el cuerpo machacado de Pasolini, que había recibido innumerables golpes antes de ser atropellado con el Alfa Romeo que conducía Pelosi. El chico, un "ragazzo di vita"chapero en un castellano poco amable— como aquellos a los que el poeta dedicó un libro, confesaría ser el único autor del asesinato. Su minoría de edad y sus insignificantes antecedentes penales le auguraban un corto paso por prisión. Así fue: a los 25 años obtuvo la libertad condicional. 

No fue hasta 2005 que Pino confirmó lo que Italia temía: en una entrevista de televisión aseguró que los culpables habían sido tres hombres cuya identidad desconocía. No era la primera vez, ni mucho menos, que se mencionaba una posible autoría múltiple del crimen. El primero fue, de hecho, Faustino Durante, un médico forense que declaró durante el juicio y cuyo informe concluye claramente que "Pasolini fue víctima de un ataque llevado a cabo por más de una persona". Su análisis revela la saña de los atacantes: al cineasta le rompieron diez costillas, varios dedos de las manos y la mandíbula antes de ser atropellado. Aunque la ropa de Pasolini estaba empapada en sangre, la de Pelosi, así como sus manos, estaban impolutas a excepción de unas gotas en la pernera del pantalón. Dentro del coche se encontró un jersey que no pertenecía ni al fallecido ni al acusado. 

Aunque varios de sus amigos denunciaron entonces que tras el asesinato había motivos políticos ocultos —como la periodista y diputada del Partido Radical Maria Antonietta Macciocchi o el escritor Alberto Moravia en su Pasolini: cronaca giudiziaria, persecuzione, morte, socialmente el caso estuvo claro desde el principio. Pelosi había declarado que el poeta, cuya homosexualidad era pública, le había propuesto cenar algo y conducir hasta Ostia para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero. Una vez allí, siempre según el condenado, el cineasta solicitó ciertas prácticas a las que el joven se negó. Su paliza no había sido más que una defensa ante el supuesto ataque de un enfurecido Pasolini. La sentencia del público no se hizo esperar: el autor de Accattone y Mamma Roma "se lo había buscado" —palabras de Giulio Andreotti, dirigente de la Democracia Cristiana—, llevaba años buscándoselo con sus arriesgados deseos. Los mismos que habían ocasionado varios juicios por supuesta corrupción de menores, que fueron cerrados, y los mismos que le habían valido la expulsión del Partido Comunista Italiano (PCI) en 1948. 

En los últimos años, varios descubrimientos inclinan la balanza hacia una conspiración contra el escritor aún indeterminada. El propio Pelosi contaría en 2005 que nunca antes había hablado por miedo a represalias contra su familia, y aseguró, sin dar más datos, que los atacantes eran tres y que dos de ellos tenían acento del sur. Él, decía, no había participado en la paliza, sino que se había limitado a mirar mientras los culpables gritaban "Sucio comunista" y "Maricón". Entonces se abrió momentáneamente el caso, para volverse a cerrar por falta de pruebas. En 2010, Walter Veltroni, exministro y exalcalde de Roma, solicitó la reapertura de la investigación: "Ahora la ciencia y la tecnología pueden ayudarnos a llegar a un fallo definitivo". Se analizaron los restos de ADN conservados en el Museo del Crimen de Roma y se llevaron a cabo 37 interrogatorios, sin resultados. El caso volvió a cerrarse

A lo largo de los años han ido surgiendo más explicaciones de la difusa trama que estaría tras la muerte del cineasta. Sergio Citti, su amigo, guionista y ayudante del director, desveló que el día antes de su muerte Pasolini había recibido una llamada: una banda reclamaba dinero a cambio de unos rollos de película de Saló, el que sería su filme póstumo. Los extorsionadores frecuentaban, según su investigación, los mismos bares que Pelosi. El escritor Fulvio Abbate llevó a cabo su propia pesquisa: según él, los responsables formarían parte de la banda de la Magliana, histórico grupo criminal romano ligado a la extrema derecha. No sería el único que habría sufrido la violencia de los ultras: la dramaturga y actriz Franca Rame, pareja también del escritor Dario Fo, fue secuestrada y violada en 1973 por cinco personas cercanas a estos grupos, animadas por los carabinieri. No hubo ninguna condena.  

Secuencia Pasolini

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Pero la teoría que más solidez ha tomado en los últimos años tiene que ver con su novela inconclusa Petróleo. En él, Pasolini ficcionalizaba la relación entre los empresarios Enrico Mattei y su sucesor Eugenio Cefis. El primero, responsable de la nacionalización de la empresa petrolera ENI, murió en 1962 en un accidente de avioneta cuyas causas no se resolvieron. El cineasta Francesco Rosi, amigo de Pasolini, retrató su vida y su muerte en el filme El caso Mattei, durante cuya producción desapareció sin dejar rastro el periodista e investigador para la cinta Mauro di Mauro. Cuando Pasolini vio la película, se obsesionó con este personaje y comenzó a trabajar en la novela, en la que Mattei y Cefis servían de obvia inspiración. En ella daba detalles sobre el accidente de avión, del que responsabilizaba a la Logia P2, de la que Cefis era fundador. Todo esto fue desvelado por el periodista Filippo Ceccarelli en 2001 en las páginas del diario La Stampa, citando la investigación del juez Vincenzo Calia, que este año ha publicado un libro sobre la misma.

Poco después del asesinato del poeta hubo un robo en su casa. Uno de los capítulos de Petróleo, titulado "Luces sobre la ENI", desapareció. La novela se publicó inconclusa en 1992 y aún no se han encontrado las páginas perdidas. 

El periódico La Stampa publicó en 2015 recuperó la última entrevista dada por Pasolini, al periodista de Tuttolibri Furio Colombo, pocas horas antes de morir, entre las cuatro y las seis de la tarde del 1 de noviembre. Al finalizarla, le indicó al periodista y amigo cuál creía que tenía que ser el titular: "Esta es la esencia, el significado final de todo. Ni siquiera sabes quién, en este mismo momento, está pensando en matarte. Si quieres, dale este titular al artículo: 'Por qué estamos todos en peligro". 

Cuando el poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini apretó el acelerador rumbo a Ostia en la madrugada del 2 de noviembre de 1975 no sabía lo que le esperaba en aquel páramo junto a un campo de fútbol. Más de cuatro décadas después, la opinión pública está tan en la inopia como el Pasolini que se dirigía a la muerte con una sonrisa en la boca y una cerveza en el estómago, y que sería brutalmente asesinado a sus 53 años. Y este jueves, con el fallecimiento por un cáncer de Giuseppe Pino PelosiPino, el único condenado por el ataque, está aún más lejos de aclararse un suceso sobre el que pende la sombra de un crimen político. No es el único sin resolver de los sangrientos años de plomo italianos, pero sí uno de los retos de la memoria histórica del país. 

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