Un mes y medio de permanencia en cartel en salas de las principales ciudades, premios de prestigio como el de la Seminci de Valladolid, una candidatura a mejor documental en los próximos Goya y un respaldo unánime de la crítica especializada han convertido a Frágil equilibrio en uno de los fenómenos cinematográficos de los últimos tiempos. Una de las claves del éxito radica, sin duda, en la presencia del expresidente de Uruguay José Mujica, uno de los grandes referentes morales de la política, como narrador de un mundo en profunda crisis. Tres escenarios argumentales y geográficos se alternan en el documental a modo de un caleidoscopio que abarca desde el drama de los desahucios en España a los migrantes africanos que intentan saltar la valla de Melilla pasando por un ejecutivo japonés que muestra los excesos de la cultura del consumo.
Guillermo García López es, a sus 31 años, el guionista y director de esta película, pero el joven cineasta recuerda una y otra vez que Frágil equilibrio supone el resultado de tres años de trabajo y de la colaboración de un amplio equipo técnico y artístico, aglutinado en torno a la productora Sintagma. “Ha sido una maravilla”, cuenta, “la reacción del público en las salas y resulta evidente que ha funcionado muy bien el boca a boca porque un documental no suele permanecer durante mes y medio en las salas. Creo también que ha calado ese mensaje de apelación a la solidaridad y a la lucha contra un mundo injusto que refleja Frágil equilibrio”. Ejemplo de cine social y comprometido, que cuida asimismo la factura técnica y estética, el documental arrancó con una campaña de crowdfunding (micromecenazgo) como forma de impulsar el proyecto y como herramienta de comunicación, si bien la mayor parte de la financiación procede de la productora o de aportaciones como la realizada por Intermon-Oxfam.
En cualquier caso, los autores tuvieron claro desde el principio que José Mujica debía ser “el guía de un viaje alrededor del mundo”. “Era Mujica”, señala el director, “el narrador perfecto para explicar un mundo globalizado y en crisis, donde el poder se concentra en muy pocas manos. Además de su indiscutible liderazgo moral, Mujica despliega un discurso basado en el sentido común, en ideas tangibles y concretas. Por otra parte, el expresidente de Uruguay se expresa de un modo muy cinematográfico porque habla a través de imágenes muy potentes”. La entrevista con Mujica se va intercalando entre las tres historias que componen el filme: la adicción al trabajo de un ejecutivo en una sociedad tan consumista como la japonesa, el arriesgado intento de llegar a Europa de un grupo de subsaharianos a través de Melilla y el desahucio de una familia madrileña arruinada por la crisis económica. A lo largo de las tres narraciones, los relatos se van impregnando del valor de la solidaridad, de una cadena de socorros mutuos que podría definirse como “hoy por ti, mañana por mí”.
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De hecho, el propio Mujica distingue el altruismo, que no es más que una donación, de la solidaridad que implica una respuesta colectiva a las injusticias. Guillermo García López argumenta de este modo el fondo de su película: “Para cambiar un mundo injusto y despiadado y para combatir un sistema opresor resultan necesarios los movimientos colectivos que, en definitiva, son la suma de muchas individualidades. Pequeños gestos cotidianos también ayudan a cambiar el mundo. Esta actitud solidaria aparece en el apoyo vecinal a los desahuciados de sus viviendas, en el respaldo mutuo entre los migrantes africanos e incluso en la amistad que reclama el ejecutivo japonés”.
Guillermo García López reconoce su admiración por aquellas películas que, en la ficción o en el documental, muestran una narrativa de historias cruzadas a modo de un caleidoscopio. Un referente de este tipo de cine sería Babel, la película dirigida en 2006 por Alejandro González Iñárritu, donde se entremezclan peripecias de cuatro grupos de personas en tres continentes distintos que acaban por confluir en un mosaico devastador sobre un mundo profundamente inhumano y un sistema represor. Debutante en un largometraje con Frágil equilibrio, Guillermo García López ya atesora un amplio currículo como realizador de cortometrajes, cine publicitario o corporativo o como ayudante de dirección de una película tan admirada y valorada como Blancanieves, premio Goya a la mejor película de 2012. Pero al margen de que Frágil equilibrio logre la estatuilla del pintor cabezón a principios de febrero, el público y la crítica ya han distinguido a este singular y valiente documental.
Un mes y medio de permanencia en cartel en salas de las principales ciudades, premios de prestigio como el de la Seminci de Valladolid, una candidatura a mejor documental en los próximos Goya y un respaldo unánime de la crítica especializada han convertido a Frágil equilibrio en uno de los fenómenos cinematográficos de los últimos tiempos. Una de las claves del éxito radica, sin duda, en la presencia del expresidente de Uruguay José Mujica, uno de los grandes referentes morales de la política, como narrador de un mundo en profunda crisis. Tres escenarios argumentales y geográficos se alternan en el documental a modo de un caleidoscopio que abarca desde el drama de los desahucios en España a los migrantes africanos que intentan saltar la valla de Melilla pasando por un ejecutivo japonés que muestra los excesos de la cultura del consumo.