Leonardo Padura: "Por lo que escribo, me toca vivir entre balaceras"

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Leonardo  Padura (La Habana, Cuba, 1955) asegura que da 250 entrevistas al año. Con la salida de su última novela, La transparencia del tiempo (Tusquets), quizás la cifra crezca un poco. Porque es la primera que publica tras recibir el Princesa de Asturias de las Letras, que recibió en 2015 como "un triunfo para la literatura cubana". A su isla la mienta casi a cada frase —por propia disposición o por la insistencia de periodistas y lectores—, pero las preguntas que más teme tienen que ver con ella: "Las que tienen que ver con el futuro de Cuba, esas son las más pesadas. Puedo hablar del presente, puedo hablar del pasado. Pero ¿quién puede hablar del futuro? Algo pasará, pero no sé ni qué ni cuándo ni cómo". 

Vayamos, pues, al pasado. No es difícil, porque su escritura tiene que ver tanto con la novela negra como con la histórica. Ahí están la serie de Mario Conde —"el bueno", suele decir para diferenciar a su policía ficticio del banquero real— y ahí está El hombre que amaba a los perros (2009), basada en la vida de Ramón Mercader, el asesino de León Trotski. Aquí mezcla, de nuevo, ambos aspectos. Conde entra en escena una vez más para investigar el robo de una obra de arte un tanto peculiar: la talla de una virgen negra proveniente de Cataluña. (Por su parte, por cierto, ningún afán por abordar la situación catalana, osadía que compara con la insistencia de algunos turistas en explicarle a él Cuba.) El recorrido de la estatua le permitía apuntalar una tesis: "El hombre es el objeto de la historia, puede trastocar su vida de un día para otro y le puede salvar o perder".

Pero hablamos también del pasado porque, como Padura en 2014, año en que se sitúa la historia, Conde está a punto de cumplir 60 años y mira al mundo con la vista cansada. 

P. Cuando publicó la primera novela de Conde, no pensaba que fuera a acompañarle durante más de veinte años.

R. Para nada. Yo quería escribir una novela policiaca muy cubana, pero que no se pareciera a las novelas policiacas cubanas, que eran totalmente laudatorias hacia el modo de vida cubano, hacia el sistema. Yo quería una novela que tuviera una mirada crítica. Por eso empecé a crear a este policía un poco renegado, con una melancolía que siempre la acompaña, una inteligencia y una sensibilidad que no es la propia de un policía. Pero entonces tenía un carácter un poco utilitario. Cuando decido convertirlo en el personaje de una serie, en Vientos de cuaresma [1994], ya se completa y va evolucionando.

 

P. ¿Qué encontró en la mirada del inspector que le sirviera para contar la realidad cubana?

R. Yo creo que fue encontrar que este personaje y yo, sin ser lo mismo, podíamos pensar igual. Hubo un elemento externo que me impulsó a conservarlo, y es que cuando publiqué Pasado perfecto [1991] en una editorial pequeñita de Guadalajara, en México, logré traer 20 o 25 ejemplares a Cuba y se los di a algunos amigos. Unos me dijeron que les gustaba mucho la novela, otros no me decían nada (por lo que supuse que no les gustaba)… pero todos me preguntaron por el personaje. Entonces me di cuenta de que podía seguir viviendo. Y lo que le queda, que espero que sean dos o tres libros por lo menos.

P. En este último se ve a un Mario Conde más despegado de la realidad, más desencantado…

R. Más desencantado sí, más despegado no, porque tiene que estar pendiente de la realidad, a ver qué aparece, e incluso está mirando si se recicla de otra cosa. Lo que sí le acompaña es una gran tristeza por el destino de muchas personas que han vivido en estos tiempos en Cuba y una gran nostalgia por un tiempo en el cual se pensó que el futuro no iba a ser como ha resultado ser.

P. ¿Se reconoce en ese desencanto?R

. Hubo un momento en los noventa que se calificó esta novelística a la que pertenezco como la "narrativa del desencanto". Creo que esos años marcan un cambio: hay mucha gente que regresa a las iglesias, se hace protestante, se mete en la santería, pero hay una gran pérdida de la otra fe, la fe en la sociedad, y por eso se produce ese fenómeno colectivo. El desencanto de Conde es una expresión del desencanto del autor de Mario Conde. En La transparencia del tiempo se dice que él ha construido un empalizado con sus amigos en las cuales refugiarse y que el mundo se vaya deshaciendo mientras ellos mantienen ese pequeño espacio de encuentro e identificación. Porque la sociedad está cambiando, y él no está dispuesto a asumir esos cambios.

P. ¿Alguna vez ha querido también retirarse a su empalizado, como él?

R. Tengo un amigo médico que se fue de Cuba, vive en Chile, y a cada rato me pregunta: "¿Y en qué balacera andas metido ahora?". Siempre ando metido en un problema. Cuando salgan estas entrevistas, saldrán también estos muchos comentarios diciendo: "No, porque Padura vive en Cuba y es comunista". O: "Padura se vendió al capital". Creo que el destino es una construcción que nosotros ayudamos a formar, pero que nos sorprende. Yo nunca imaginé que iba a ser escritor, a mí lo que me hubiera gustado es jugar béisbol. Lo que sí ha sido importante en ese destino ha sido mi disciplina, mi esfuerzo laboral diario, mi sed de conocimiento. Cuando me preguntaban por qué escribí El hombre que amaba a los perros, yo respondía: "Por ignorancia". Yo no sabía en Cuba quién coño era León Trotski. Era un desafío, y trato de entender la literatura como un reto. Yo perfectamente pudiera escribir dos novelas policiacas todos los años. Encuentro un argumento, pongo un muerto, pongo a Conde a investigarlo y 220 páginas, pam, una novela. Otras 220, pam, otra novela. Sin embargo, me meto en estos rollos.

P. O sea, que en las balaceras se mete por su propia voluntad.

R. Sí, sí. Cuando yo escribía esto de Yo quisiera ser Paul Auster para que me preguntaran de cine y de béisbol, digo que sé que es lo que me gustaría pero no lo que me toca. Por lo que escribo, por el periodismo que hago y por el cine que he hecho, me toca vivir entre balaceras.

P. En La transparencia del tiempo se visitan ambientes que representan los extremos de la sociedad cubana. ¿El hecho de que exista esa diferencia económica significa que hay que dar por enterrado el sueño igualitarista del país?La transparencia del tiempo

R. Es una posibilidad. El propio Gobierno cubano ha criticado el falso concepto de igualitarismo que creó la revolución. Un concepto en que todo el mundo tenía derecho a todo con independencia de lo que aportaba o no aportaba a la sociedad. La pobreza que se instala en Cuba a mediados de los noventa empieza a generar un proceso de distensión de ese organismo social tan compacto que existía hasta entonces. Y en los últimos 10 o 12 años ese tejido se ha ido dilatando mucho más. Pongo un ejemplo clásico: si tú vives en Cuba y tienes un hermano que te quiere mucho, que vive en Miami y te manda todos los meses 150 dólares, tú puedes vivir como una princesa en Cuba sin trabajar. Y yo puedo ser un neurocirujano y cobro 50 dólares al mes, y te salvo la vida a ti sin tú pagar un centavo. Te das cuenta de que hay una sociedad que se ha deformado. Y este ejemplo es tal vez el más dramático, pero es muy real. Los más hábiles, los más cercanos a las posibilidades de tener relaciones productivas interesantes, o los que viven en los mejores barrios de la ciudad, tienen más posibilidades de beneficiarse, en la actual coyuntura. Los que viven en esas villas miseria de las que hablo en la novela, por supuesto no han visto un puto turista, y para ganarse un dólar utilizan cualquier estrategia de supervivencia. 

P. En el libro, Conde habla de una falta de "fe", de "sueños" y de "años para pensar que era o es posible comenzar de nuevo". ¿Esto tiene que ver con su edad o con la realidad que acaba de describir?

La Habana-Miami

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R. Con las dos cosas, claro. Tú no ves igual el mundo, y te lo digo porque lo he pasado, con 20 que con 40 que con 60, y tus esperanzas de que mejoren las cosas tampoco son las mismas. Universalmente, no solo en Cuba, estamos viviendo una época en la que nos faltan paradigmas, sueños utópicos. Las utopías se devaluaron de una manera catastrófica en el siglo XX, y hay pocos modelos sociales que digas "por ahí podría estar la cosa". El propio modelo social cubano, que funciona en determinados aspectos de la vida cotidiana —ese médico que gana 50 dólares funciona en un sistema de salud gratuito y universal, ese maestro que gana 30 enseña a los niños y soporta a unos adolescentes insoportables—, pero económicamente no funciona y el propio Gobierno lo reconoce. 

P. El escritor cubano Ronaldo Menéndez dice que Cuba llegó a ser un subgénero literario, y que luego ese tema pasó de moda. ¿Está con él?pasó de moda

R. A finales de los noventa, se habló de una moda cubana en el mercado editorial español. Fue la época en la que Zoé Valdés se convirtió en un personaje, o la convirtieron en un personaje, Jesús Díaz todavía publicaba, Pedro Juan con sus primeros libros… Eso después bajó. Y en este tiempo de acercamiento con Estados Unidos hubo una recuperación del interés por Cuba. Luego la muerte de Fidel, ahora el cambio de Gobierno… Yo les pregunté a unos colegas míos: "Ustedes tienen una percepción de lo que pasa en Cuba, ¿pero saben lo que pasa en Guatemala?". Ni puta idea. Cuba está en un centro de interés permanente, lo cual es bueno y malo. Hay otro elemento que sería más benévolo: Cuba es un país pequeñito, pero tiene una cultura mucho más grande que el territorio de la isla. Si te pido que me digas cinco escritores ecuatorianos, igual: te va a costar trabajo. Pero si te pido que me digas cinco cubanos, me dirás diez sin esfuerzo. 

Leonardo  Padura (La Habana, Cuba, 1955) asegura que da 250 entrevistas al año. Con la salida de su última novela, La transparencia del tiempo (Tusquets), quizás la cifra crezca un poco. Porque es la primera que publica tras recibir el Princesa de Asturias de las Letras, que recibió en 2015 como "un triunfo para la literatura cubana". A su isla la mienta casi a cada frase —por propia disposición o por la insistencia de periodistas y lectores—, pero las preguntas que más teme tienen que ver con ella: "Las que tienen que ver con el futuro de Cuba, esas son las más pesadas. Puedo hablar del presente, puedo hablar del pasado. Pero ¿quién puede hablar del futuro? Algo pasará, pero no sé ni qué ni cuándo ni cómo". 

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