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¿Libro o serie? ¡Libro y serie!

En 2014 hemos venido conmemorando el bicentenario del nacimiento del primer presidente del Gobierno de España que murió asesinado: estamos en el año de Juan Prim. Ha habido fastos oficiales, celebraciones varias, reuniones de historiadores y también, signo de los tiempos, una película televisiva. ¡Ah! Y una novela. Que, oh casualidad, tiene el mismo título que la ficción catódica: El asesinato de la calle del Turco (Espasa).

¿Casualidad, hemos escrito? Error, todo el mundo sabe que las casualidades no existen. Y el hecho de que el nombre de Nacho Faerna, escritor y guionista, director del departamento de ficción de la productora Shine Iberia, esté detrás de ambas, ha de despejar cualquier duda.

"Fue primero la película. Cuando empecé a escribir la novela estábamos terminando el montaje de la película para TVEpelícula para TVE", dice Faerna, quien ha imaginado a un jovencísimo periodista, de nombre Benito Pérez Galdós, investigando el magnicidio. "Aunque cuentan la misma historia, lo hacen de manera diferente. En la novela hay personajes que no aparecen en la película y en esta se reflejan situaciones que en la novela sólo se insinúan. Son lenguajes diferentes que ponen a tu disposición recursos diferentes. Creo que el lector disfrutará de la película y el espectador del libro. Yo mismo no habría podido afrontar la escritura de la novela si hubiera consistido en una mera traslación de lo que antes había plasmado en el guión. Hubiera sido aburridísimo. Son dos obras independientes y complementarias en las que lector y espectador encontrarán elementos nuevos."

Cabe preguntarse, claro, hasta qué punto una serie, que es un trabajo de equipo, se puede convertir en una novela de un solo autor.

Faerna nos recuerda que una producción audiovisual es, efectivamente, fruto del trabajo de todo un equipo, pero que al principio siempre hay un guionista sentado solo delante de un ordenador. Con la ventaja añadida de que el novelista no tiene que pensar en limitaciones presupuestarias. O de extensión. "Una novela puede tener doscientas o mil páginas; un episodio de televisión o una película tienen un metraje predeterminado. El guión sufre ediciones para ajustarlo al plan de rodaje, el rodaje está sujeto a mil imponderables y en el montaje hay que suprimir secuencias por cuestiones de ritmo, de duración… Yo en la novela he recuperado material que se descartó en todas esas fases. Pero, por otro lado, la película tiene la capacidad de provocar con sus imágenes sensaciones y atmósferas de una manera mucho más directa que la palabra escrita."

Un filón

La doble peripecia de Faerna, escritor con varias novelas a sus espaldas, es la demostración más reciente, pero no la única, ni la última, de que el tándem televisión/libro está funcionando muy bien, como lo demuestra el hecho de que cada vez más las editoriales se suman a este fenómeno. "La crisis está golpeando fuerte el mercado editorial, y tener como cómplice a una televisión, hace que el libro gane muchísima visibilidad y se mueva en distintos ámbitos", admite Emilia Lope, editora Plaza & Janés en el grupo editorial Penguin Random House.

Desde luego, no todas las series son carne de novela, no todas valen. Pero hay otras que lo llevan en el ADN. "Por ejemplo, Los misterios de Laura(TVE) se ha convertido en una novela policíaca clásica. Esto es fácil porque la propia serie tiene el aire de las novelas de Agatha Christie y de series tipo Se ha escrito un crimen, cuya protagonista, por cierto, era una escritora de novelas policíacas. También una serie como Isabel (TVE) es muy fácil de novelar, ya que de forma natural se convierte en una novela histórica", explica Lope.

Y hay ocasiones gloriosas en las que de una serie se aprovecha todo, y no es ya que dé para un libro, o para una saga: Amar en tiempos revueltos tenía tantas tramas, tantas historias, que dio para una trilogía policíaca (la de Adolfo Puerta), una novela femenina (Amapola de Macu Tejera) e, incluso, en un libro de cocina escrito por dos de los actores más entrañables de la serie, Itziar Miranda (Manolita) y Manu Baqueiro (Marcelino).

¿Hay literatura en esos libros? "¡Por supuesto que la hay! –responde Lope–. Los guionistas que las escriben son profesionales, además de grandes lectores. Evidentemente, saben cómo dialogar, que suele ser el caballo de batalla de muchos escritores. Manejan la intriga, el ritmo… Pero es cierto que estas novelas tienen que luchar con prejuicios muy evidentes"

Narrativa sí, pero también ensayo

Hasta ahora hemos hablado de productos televisivos que tienen su continuación en obras de ficción (y en libros de cocina). Más llamativa es la cantidad de obras de ensayo que toman series de éxito como punto de partida.

Entre los pioneros, David Moreno, de Capitán Swing, que lo intentó con un ensayo a varias voces sobre Mad Men. "En mi caso fue una única experiencia. Seguramente es de la veces que mejor me lo he pasado en el proceso de edición, ya que la mitad del libro eran análisis de gente de acá sobre el fenómeno naciente de la series en nuestro país y eso me hizo compartir muchas llamadas telefónicas con gente muy dispar que iba a tratar cosas muy distintas sobre la serie en concreto y el fenómeno en particular." La serie daba mucho juego para hablar de diversos temas: moda, política, guión, sociología, televisión, publicidad, consumo, etc. Faltaba encontrar a la gente más indicada. Y ponerles de acuerdo. "El proceso de edición fue un poco endiablado pero tengo muy buen recuerdo"

Pero quizá la editorial que más partido le está sacando a la (con perdón) moda, la que en el ámbito de la edición más independiente abrió una senda que luego muchos han seguido, es Errata Naturae. "Me interesa la producción serial contemporánea –afirma Rubén Hernández–. Hoy en día éste es un espacio cultural de primer orden, equivalente al de la literatura o el cine en términos de calidad y creatividad, y quizás mucho más amplio en términos de alcance y diversidad. En este sentido me interesa pensar y cartografiar este territorio relativamente nuevo, en nuestro caso desde el ámbito de la edición." Así, libro a libro, han convertido este subgénero en una seña de identidad con obras como Los Soprano forever. Antimanual de una serie de culto o la más reciente, True Detective. Antología de lecturas no obligatorias.

Te veo, ¿te leo?

Una puede pensar que los editores hacen un cálculo interesado: si esta serie tiene tantos cientos de miles, o millones, de seguidores, con que compre el libro un 1% consigo un bestseller.

Entonces, ¿los lectores son los telespectadores? Desde luego, el cálculo no es tan sencillo ni la correspondencia tan automática, y a Emilia Lope le consta que hay lectores que han leído las novelas sin conocer la serie, y que después de la novela han querido ver la serie de televisión.

"Obviamente nadie va a leer un libro sobre una serie que no ha visto o que no tiene intención de ver –reflexiona Hernández, antes de hacer una enmienda parcial a la pregunta–. Pero el término telespectador no creo que sea el adecuado. Y, en todo caso, no creo que los telespectadores sean el grueso de nuestros lectores. Un telespectador es alguien que ve la tele, lo que le echen y cuando se lo echen, si me permites la exageración. Sin embargo, muchos vemos series en ordenadores fijos o portátiles, en tablets, en proyectores domésticos... y cada vez menos en la televisión. Pero, además, elegimos títulos, formatos y horarios, las compramos en DVD o en webs de difusión online de contenidos, etc., etc. Todo esto tiene poco que ver, tanto en términos sociológicos como estéticos y productivos, con la lógica (pasiva) del telespectador."

Eso es importante. Y más importante aún es constatar que las series, amén de entretenernos, constituyen uno de los terrenos creativos más fértiles y de mayor influencia social de nuestro tiempo: sólo hay que pensar, subraya el editor, en la transmisión de ideas y modelos políticos, económicos, culturales e ideológicos, que trasmite la narrativa serial, y además en términos globales. "Y, sin embargo, en nuestro país apenas existe teoría y libros al respecto...". De ahí su voluntad de contribuir a llenar ese vacío, y su deseo de que sus libros sobre series "ofrezcan lo mismo que ofrece una buena serie: reflexión y placer estético (en nuestro caso no el de la imagen, sino el de la lectura)"

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Para terminar, vuelvo al principio, vuelvo a Faerna. Pero vuelvo a él no ya como guionista y escritor (si es que ambas cosas no son lo mismo), sino en su doble condición de apasionado de las series y lector apasionado. Vuelvo para preguntarle qué le parecen esos libros serios sobre series... y las series mismas.

"Los hay muy interesantes, como Hombres fuera de serie de Brett Martin. Soy fiel espectador de esas series de las que hablas, pero creo que a menudo se olvida que no surgen de la nada, que en el pasado había producciones televisivas cuya calidad no tenía nada que envidiarles. Antes que David Chase, Vince Gilligan, Matt Weiner o David Simon (a los que admiro) tuvimos a Dennis Potter, Steven Bochco, Rod Serling o Mark Frost. El creador de Black Mirror, Charlie Brooker, reconocía como una de sus influencias La cabina, de Antonio Mercero. Las series que producía TVE en los setenta y ochenta rayaban a un nivel altísimo. La televisión de pago ha favorecido una eclosión de creatividad, eso es cierto. En España esa revolución está aún pendiente, pero confío en que no tarde mucho en producirse."

Cuando llegue, la leeremos. Seguro.

En 2014 hemos venido conmemorando el bicentenario del nacimiento del primer presidente del Gobierno de España que murió asesinado: estamos en el año de Juan Prim. Ha habido fastos oficiales, celebraciones varias, reuniones de historiadores y también, signo de los tiempos, una película televisiva. ¡Ah! Y una novela. Que, oh casualidad, tiene el mismo título que la ficción catódica: El asesinato de la calle del Turco (Espasa).

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