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Las hermanas judías que protegieron y enterraron a Ana Frank: “Pasaron juntas por tres campos nazis”

Janny Brilleslijper fumando un cigarrillo en 1956

Un mes después del desembarco de Normandía, en julio de 1944, las hermanas Lien y Janny Brilleslijper son detenidas junto a sus padres por las tropas nazis en una casa de campo entre las localidades holandesas de Huizen y Naarden. En los estertores de la Segunda Guerra Mundial, son enviadas al campo de concentración de Westerbock, donde se convierten en protectoras de las hermanas Margot y Ana Frank, diez años más jóvenes. Unas semanas después serán las últimas personas que las vieron con vida y, concretamente, será Janny quien testifique su muerte en el campo de Bergen-Belsen, al que llegaron tras pasar por Auschwitz, unos días antes de la liberación aliada, y también la que le comunique el fatal desenlace al padre de ambas.

Esta historia tan potente la conocemos ahora como consecuencia de otra igualmente fuerte que arranca cuando la escritora Roxane Van Iperen (Nimega, Países Bajos, 1976) compra en 2012 una casa de campo entre, efectivamente, Huizen y Naarden. "Tuvimos que remodelarla y encontramos muchas trampillas, puertas ocultas, escondites secretos y documentos, aunque no pensamos que fuera nada importante al principio porque en las casas antiguas se encuentran muchas cosas", comenta a infoLibre la autora, que se puso inevitablemente a investigar como consecuencia de su vocación periodística.

Y encontró algo absolutamente sorprendente que le llevó a escribir este libro: aquella casa en el bosque, llamada Nido Alto, había servido de refugio a muchos perseguidos y miembros de la resistencia durante la ocupación alemana de Holanda en la Segunda Guerra Mundial. Así nace Las hermanas de Auschwitz (Planeta, 2024), un éxito internacional publicado en su país natal hace ya un lustro que llega ahora a España tras conquistar también a lectores de Estados Unidos, Alemania o Reino Unido.

"En el momento no pensé que iba a ser relevante para la Historia de los Países Bajos, pero me puse a investigar más a fondo al comprobar que nadie podía contarme la historia de la casa. Unos me decían que había sido una casa nazi, otros que eran neerlandeses que acogían a judíos", apunta Van Iperen quien, tras una primera búsqueda en Google, ya constató que los resultados apuntaban hacia Ana Frank. "Eso me pareció un pequeño detalle que despertó mi interés", admite divertida.

Las principales protagonistas de aquella aventura épica y del libro son, en cualquier caso, las hermanas del título (que sí sobrevivieron a los campos de exterminio). Dos hermanas judías, Lien y Janny, nacidas en la segunda década del siglo veinte en una familia de un barrio de Amsterdam pobre pero acogedor. Ya muy joven Lien simpatiza con el comunismo y colabora con el Comité de Ayuda para España, durante nuestra guerra civil, mientras Janny encuentra sus respuestas también en la izquierda. 

Son todavía veinteañeras cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y Holanda es ocupada por los nazis. Janny, más activa y radicalizada, se implica de lleno en la resistencia y en la ayuda a otros perseguidos, aunque está por partida triple en la diana de los nazis: es judía, comunista y estuvo involucrada en la guerra civil española, algo también castigado por los nazis. Janny roba y falsifica tarjetas de identidad, imprime propaganda con su hijo de meses al lado, la reparte camuflándola en el cochecito del bebé. 

Pronto, Lien entra también en la resistencia. Ambas hermanas se entregan a una actividad que puede costarles la vida. Tienen citas con desconocidos que pueden ser policías o traidores. A menudo, no saben con quién se encuentran; obligadas a confiar en gente que no conocen, tienen que correr un riesgo para ayudar a quienes corren un riesgo mayor. Y las caídas tienen consecuencias trágicas. La tortura, el fusilamiento o la deportación a Auschwitz son los destinos habituales tras una detención.

"Otras muchas formas de resistencia menos conocidas"

Ambas estaban "bien informadas de los peligros del fascismo", recalca la autora, que las conoce como nadie después de seis años de investigación concienzuda visitando incluso archivos internacionales de otros países como Estados Unidos o Alemania. "No hay ninguna otra historia así en los Países Bajos, de mujeres judías resistentes, porque la mayor parte de las que conocemos son de hombres en la resistencia no judía que ayudaba a los judíos, siendo estos la parte pasiva", destaca, lamentando que con los años se haya instaurado a través del cine o la literatura una "narrativa muy concreta" al hablar de la resistencia contra el nazismo. "Pero hubo otras muchas formas de resistencia menos conocidas", apostilla.

Admite, asimismo, que ella es la primera sorprendida por el interés despertado por el libro, ya que inicialmente le ofreció la historia a varios periódicos con los que colabora, pero "no comprendieron el alcance" de lo que quería contar, que no era otra cosa que, en definitiva, lo que había ocurrido entre 1940 y 1945 en la casa que acaba de comprar para que sus hijos crecieran alejados del mundanal ruido de la ciudad, en contacto con la naturaleza, en libertad. Con toda la libertad que allí pudieron disfrutar durante un momento pasajero de sus vidas las hermanas Brilleslijper con sus padres, parejas e hijos (que escaparon y sobrevivieron gracias a ellas).

Comuna de resistencia en tiempos de guerra

El Nido Alto, la casa del bosque se convirtió en una especie de comuna de resistencia en tiempos de guerra, un lugar seguro para perseguidos y miembros de la resistencia Allí se instala el grupo familiar de diez personas. Pero la resistencia enseguida difunde la existencia de la casa como un lugar seguro en el corazón de los Países Bajos, un punto perfecto para hacer escala. Y empieza a llegar gente. Llegarán a ser una treintena de personas, con la confianza por bandera.

Para mayor seguridad, hacen zulos dentro de la casa en previsión de una inspección, habilitan espacios encima y debajo de los armarios empotrados, aprovechan cualquier cavidad para hacer escondites; los que encontrará la autora décadas después. A pesar de todas sus cautelas, finalmente ellas cayeron en las garras de los nazis y, evidentemente sin quererlo, pasaron a formar parte de la historia de los Países Bajos al unir sus destinos al de las hermanas Frank: "No las salvaron porque no sobrevivieron, pero no puedes infravalorar lo que hicieron porque tuvo su importancia. Y pasaron por tres campos de concentración nazis al mismo tiempo".

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Primero estuvieron en Westerbock, pensando que se iban a salvar, puesto que ya no salían más trenes hacia Auschwitz después del desembarco de Normandía. Pero hubo un tren final el 3 de septiembre de 1944 en el que viajaron juntas con sus familiares. La esperanza volvió a aparecer al ser enviadas a Bergen-Belsen, pero esa iba a ser la última parada para Ana y Margot. "Al llegar, Lien y Janny vieron bajo la lluvia y el frío a esas dos pequeñas hermanas con la cabeza afeitada y las reconocieron", detalla la autora. Nada se pudo hacer por ellas: murió Margot y acto seguido Ana. Las hermanas Brilleslijper depositaron sus cuerpos junto a otro montón de cadáveres y las enterraron en una fosa común con toda la dignidad que fue posible otorgar.

Los Países Bajos son conocidos por la historia de Ana Frank, pero en realidad puedes sentir en el país una especie de incomodidad hacia ese gran icono en el que se ha convertido

"Ana Frank es nuestra ciudadana más importante, cuando en realidad fue apartada y no la protegimos. Estaba escondida y fue traicionada y asesinada, así que no era ciudadana. Hay una contradicción extraña en esto", plantea la escritora, quien plantea que aunque los "Países Bajos son conocidos por la historia de Ana Frank, en realidad puedes sentir en el país una especie de incomodidad hacia ese gran icono en el que se ha convertido". "Por eso creo que contar historias diferentes transmite el mensaje de que es muy peligroso utilizar una única historia como metáfora para la guerra, porque la historia de Ana Frank no es una metáfora para el Holocausto. Es la historia de una adolescente con problemas adolescentes que pasó por una situación horrorosa, pero no vivió lo mismo que el resto de judíos que vivían en Países Bajos, así que su historia no es la historia de la guerra", argumenta.

Lo que sí es historia de la guerra, muy tristemente, es el campo de concentración de Auschwitz, que representa para la autora "la pérdida de la civilización en el mundo occidental", puesto que "movió de una manera única y apabullante los límites de la deshumanización". Y termina: "La parte más oscura de Auschwitz no es solo que allí se matara a tanta gente, que desde luego es terrible, sino que los nazis crearon una estrategia para eliminar todo lo humano de las personas. Si matas a alguien no hay relación de poder, se acaba ahí la satisfacción del asesino, pero los nazis movieron los límites de hasta donde puedes mantener a una persona viva despojándola de todo lo que la hace humana. Llevaban a la gente hasta la última etapa de humanidad y eso no lo habíamos visto antes".

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