Luis A. Ruiz: "Lo intentaron todo, pero la memoria de la cárcel de Carabanchel se resiste a desaparecer"

El historiador Luis A. Ruiz Casero posa en lo que queda de una muro de la antigua cárcel de Carabanchel

La cárcel de Carabanchel cerraba sus puertas en 1998 tras casi 55 años de funcionamiento. Una década más tarde, en 2008, la hicieron desaparecer físicamente, pero su memoria resiste en lo que hoy es todavía un solar abandonado, ansiado por la especulación urbanística ya desde antes de que empezara su construcción en 1940, igual que ahora, 85 años después. "Es un símbolo emblemático en toda España tanto de la represión del franquismo como de la lucha por las libertades y la democracia", remarca a infoLibre el historiador Luis A. Ruiz Casero, quien relata y profundiza en las vicisitudes de esta mastodóntica construcción de la que apenas queda un pedazo de muro y el ruinoso arco de entrada. Hablamos con él de Carabanchel. La estrella de la muerte del franquismo (Libros del K.O., 2025), que llega a las librerías este mismo lunes.

¿Qué es Carabanchel, la estrella de la muerte del franquismo?

Es un libro que nace del interés social de las asociaciones de presos del franquismo y personas que quieren que se construya un centro de memoria en el solar de la cárcel —Plataforma por el Centro de Memoria de la Cárcel de Carabanchel—, para dotar de documentación, de fuentes primarias, a ese futuro centro. Una investigación histórica mínima sobre la historia general de la cárcel que, como tal, no se había hecho. Carabanchel fue el centro penitenciario más grande y más importante del país durante su existencia de más de medio siglo, y el símbolo emblemático en toda España tanto de la represión del franquismo como de la lucha por las libertades y la democracia por parte de los presos. Esto último durante toda la dictadura, pero sobre todo a partir de los años setenta cuando se asocia a figuras muy importantes de la Transición como Marcelino Camacho y tantos otros. En definitiva, pretendo contar de forma más o menos asequible y cercana una historia general de la mayor prisión del franquismo.

Un ejercicio de memoria necesario porque ya cuando estaba en su última etapa el pasado franquista se había diluido para los jóvenes de los ochenta y los noventa. Y ahora, 17 años después de su demolición, las nuevas generaciones ya no tienen ni idea de lo que fue.

Totalmente. Y la gente que viene de fuera y no tiene un contacto directo con Madrid en los últimos veinte años se puede imaginar que lo que queda en el solar de la cárcel son ruinas romanas o de cualquier otra época. Con esos bloques de ladrillo, ese arco de entrada ruinoso... Una cosa descontextualizada no tiene ningún sentido al carecer de referencias, por eso es importantísima la memoria.

Una memoria que desde el primerísimo momento parece que quiso ser borrada en esta cárcel, incluso cuando estaba funcionando a pleno rendimiento y se dejaron perder multitud de archivos y documentos.

Durante la investigación me sorprendió cómo en el momento en el que queda abandonada empieza a ser saqueada sistemáticamente, con gente entrando a llevarse todo el material metálico, los cables, las tuberías... Y eso en un edificio que está delante de la comisaría de Latina, no en un lugar remoto en mitad del monte en la España vaciada. Trato de no ser taxativo con las cosas, pero evidentemente hay al menos una cierta tolerancia oficial a la destrucción de la memoria y del espacio físico de la cárcel, así como de su patrimonio documental. Eso es inapelable.

La muerte planea por Carabanchel desde el principio hasta el final de la cárcel

La estrella de la muerte del franquismo evoca y resume muy bien toda la historia de la cárcel. ¿Por qué este título?

El título condensa varias cosas de las que quería hablar. La portada del libro me recuerda a una esquela y la cuestión de la muerte planea por Carabanchel desde el principio hasta el final de la cárcel. El último caso de irregularidades que acaba con la muerte de algún recluso es del año del cierre, en 1998. Dentro de la polisemia de este título, que es también una referencia a Star Wars, claro, habla de la planta arquitectónica de la cárcel, que es esa estrella de ocho puntas con la cúpula y las galerías que salían desde el centro de observación. También remite a algo que está en la memoria de muchísimos presos que pasaron por allí, sobre todo a partir de los años sesenta, que es que aquel centro de control debajo de la cúpula les recordaba a una nave espacial, porque es una estructura muy de la ciencia ficción que empezaba a estar de moda en aquellos años.

¿Ningún edificio condensa la historia del siglo XX en España como la cárcel de Carabanchel? Desde luego, va de la mano de todo lo que fue pasando en el país desde los años cuarenta hasta el siglo XXI.

Sí, totalmente. Evidentemente, está asociada con el franquismo. Es un edificio que hunde sus raíces en la arquitectura penitenciaria y monumental del siglo XIX y de la primera parte del XX, marcado totalmente por las circunstancias de la Guerra Civil, construido por presos republicanos que son a su vez el núcleo de toda la población reclusa de la primera época. Durante la segunda mitad del siglo XX pasa por allí gente de todo el espectro ideológico y social, sobre todo de gente contraria al franquismo, pero también de derechas. Luego, los cambios de la Transición también permean en la cárcel con todo lo contracultural de lo macarra y lo quinqui, que acaba en Carabanchel.

Las políticas de las izquierdas en democracia han rozado la traición o el escarnio a las víctimas en el caso concreto de Carabanchel

No podemos dejar de hablar de los peores años de todo lo que pasó allí, con los primeros años de fusilamientos, que se hacían en los cuarteles de Campamento. Pasaron cosas muy horribles allí.

La memoria de la cárcel como centro represivo del franquismo está casi monopolizada por los años finales de la dictadura, con todo lo que pasa con la cúpula del PCE y CCOO y todos los movimientos antifranquistas del final. Pero claro, por una cuestión biológica han desaparecido ya los testigos de los primeros años del franquismo, que fueron los más duros con diferencia. Cuando se inauguró la cárcel, realmente estaba habilitada una quinta parte del edificio para unas 300 personas, pero se meten allí a cerca de 5.000. El nivel de hacinamiento y de deterioro radical en los primeros días de toda la infraestructura de la propia cárcel fue de colapso generalizado, algo que está en las antípodas de esa imagen tan pulcra que tenemos de la inauguración. Y aparte, claro, eran los años de las continuas sacas de gente para el paredón para fusilar, de una falta de medios asfixiante, las condiciones eran realmente atroces. Además, se libra una continua batalla, a veces física, entre los funcionarios, que la mayoría eran veteranos de la Guerra Civil o gente que había estado en la División Azul, contra los antiguos combatientes del ejército republicano y guerrilleros. Hasta el punto de que había una galería en la que, cuando están los aliados ya a punto de liberar Francia de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, los presos están muy envalentonados y se libran auténticas batallas campales allí dentro. De hecho, había una galería que los funcionarios ya daban por imposible y pasan de entrar porque era territorio hostil. Ha estado muy invisibilizada esa memoria heroica, digamos, de los años terribles del primer franquismo en los que se fusilaba a mansalva, respecto a esos otros años setenta también muy duros y oscuros, pero las cifras son completamente disparatadas si se compara el primer franquismo con los últimos estertores.

¿Carabanchel podría haber sido nuestro Auschwitz?

Las asociaciones por la memoria tienen como referencia más que Auschwitz otro lugar relacionado con la Alemania nazi como son los cuarteles de la Gestapo en Berlín, que tienen una musealización completamente aplicable a lo que pasó en Carabanchel. Es un edificio que fue símbolo de la represión y del terror que ya no existía, pero a través de la recuperación de los restos arqueológicos bajo rasante, bajo nivel del suelo, resulta que estaban allí todos los sótanos de los cuarteles y se han podido recuperar y hacer un espacio expositivo que es referencia mundial que se llama Topography of Terror. Ellos siempre hablan de que eso se podría exportar a Carabanchel porque, vale, el edificio se ha derribado ha excepción de lo que queda en pie, que es el CIE de Aluche, que era el antiguo hospital penitenciario, un cachito pequeño de muro y el arco de entrada, pero es que los sótanos, que son algunos de los lugares emblemáticos dentro de esta topografía del terror de la cárcel, siguen ahí. Si uno pasea por el solar, ve que quedan zonas pavimentadas, porque las máquinas no pasaron del nivel del suelo. Por ejemplo, el lugar donde se hacían las ejecuciones con el garrote vil estaba en los sótanos, igual que las celdas de castigo. Esos son espacios que se podrían recuperar, lo ha estado luchando mucho al movimiento asociativo para conseguir compromisos del gobierno actual, pero de momento creo que van a tener poca suerte.

Hay una política activa de pasar página, de no menear nada y de oposición frontal a cualquier recuperación de la memoria de la cárcel

¿Por qué no interesa hacer eso? Recuerdas en el libro la premura con la que se derribó la cárcel, con mentiras y a espaldas de las peticiones de los vecinos.

A la gente que padeció los últimos años de la dictadura y que todavía sigue militando en los movimientos sociales lo que les duele especialmente y les parece una afrenta es que bajo gobiernos socialistas, ahora mismo a día de hoy se les siga no ya ninguneando, sino que se esté trabajando activamente para desmantelar lo poco que queda y hacer de aquello un desierto de memoria. Es un tema grave y delicado y no es muy complaciente, yo soy una persona con sensibilidad de izquierdas, pero la verdad es que las políticas de las izquierdas en democracia han rozado la traición o el escarnio a las víctimas en el caso concreto de Carabanchel. Así es como lo ven desde las asociaciones. Sobre los motivos, no me gusta mucho entrar en la especulación, pero está claro que hay varios agentes implicados, y desde la Secretaría de Estado de Memoria Democrática siempre hemos encontrado por lo menos una escucha activa de lo que se proponía, pero claro, los terrenos han sido propiedad del Ministerio de Interior y esa ya es otra cosa, porque hay una política activa de pasar página, de no menear nada y de oposición frontal a cualquier cosa que suponga una recuperación de la memoria de la cárcel.

¿Es el solar de la cárcel una herida abierta que nunca se cierra? Resulta sencillo escuchar tanto el silencio como los gritos paseando por él.

Sí, claro, pero en el momento en que allí pase a haber una urbanización me imagino que dentro de treinta o cuarenta años aquello será una calle más de un barrio de Madrid. La última traición que las asociaciones se toman como una afrenta es que había un compromiso de establecer un centro de memoria en los terrenos del solar que sí se van a quedar como propiedad pública, pero en el último decreto las palabras de 'centro de memoria' han quedado modificadas por 'memorial', que suena muy parecido pero no es lo mismo. Un memorial puede ser un adoquín o una estela de 30 centímetros de alto y ya está. Realmente es una historia un poco trágica, que por mucho que se empeñen sigue estando muy presente. La de la cárcel de Carabanchel es una memoria que se resiste a desaparecer, aunque lo intentaron y se han puesto todos los medios para que desaparezca. El futuro no parece muy esperanzador con respecto a lo que va a pasar con el solar en sí.

Cuando llega la democracia y se intenta instalar una nueva política penitenciaria, Carabanchel es un fósil de otra época con el que nadie sabe muy bien qué hacer

Decíamos que la cárcel es uno de los edificios más emblemáticos de la historia de España del siglo XX. ¿Solo superado por el Valle de los Caídos? Ese sí que está bien presente.

Claro que sí. A lo largo del libro los emparento varias veces. Realmente tienen mucha más vinculación de lo que la mayoría de la gente piensa. Por cuestiones formales de que ambos fueron construidos por presos republicanos, pero es que además todo el trabajo de los presos del Valle de los Caídos, los destacamentos penales, dependían administrativamente directamente de la cárcel de Carabanchel. También el personal de funcionarios de prisiones que había en los destacamentos penales del Valle de los Caídos cobraba de la cárcel. Y no es algo que reinterpretemos los historiadores a posteriori, es que hay una alineación de la arquitectura de la cárcel con el risco de la Nava. Hoy en día es muy fácil con las herramientas informáticas, si uno traza una línea del eje de simetría de la cárcel, desemboca con una precisión de milímetros en la cruz del Valle de los Caídos en el risco de la Nava. Había un diálogo ahí, los arquitectos nos estaban queriendo decir algo, que era parte todo de un proyecto totalitario que englobaba estas cuestiones de la glorificación del pasado, la fe, la derrota de los vencidos, la reeducación de la sociedad rebelde española... Todo tenía que formar parte de un mismo eje imperial que es el que propone esta arquitectura megalómana de la primera fase del franquismo.

¿La cárcel fue una mazmorra detenida en el tiempo? Pasa de todo en el mundo, fuera de sus muros, mientras estuvo funcionando.

Esa expresión sale de las declaraciones de un preso que está internado en los ochenta. Lo de estar detenida en el tiempo es la seña de identidad de toda la última fase de la cárcel. Cuando llega la democracia y se intenta instalar una nueva política penitenciaria, Carabanchel es un fósil de otra época con el que nadie sabe muy bien qué hacer. Al ser tan grande la escala, no se plantea el derribo inmediato, que quizás hubiese sido lo más acorde a la política penitenciaria del primer gobierno de Felipe González, y se mantiene ahí en unas condiciones de abandono, desidia y falta de higiene que a todos los que pasaron por allí, incluyendo a los presos y a los funcionarios, les parecía un pudridero de yonkis, rateros, inmigrantes, gitanos y todo lo que la sociedad no quería en la calle. La cárcel se convirtió en el lugar donde dejarlos, y esa anomalía en una sociedad democrática se mantiene contra la lógica hasta 1998, cuando ya se le da el cerrojazo. Hay paralelismos entre la posguerra y los años ochenta, porque frente a esa imagen de modernidad había unas políticas y un abandono institucional escandaloso de ciertas capas de la sociedad. Hay unos documentales que grabó Adolfo Garijo en los ochenta dentro de la cárcel que ponen los pelos de punta con chinches, la gente pinchándose con jeringuillas oxidadas, el sida campando a sus anchas y la gente muriéndose por las esquinas. Imágenes que asociamos a un país del tercer mundo o a una cárcel de América Latina más que a la capital moderna que Madrid aspiraba a ser en los ochenta.

¿La cárcel de Carabanchel se convirtió así en el lugar más molesto de España?

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Pues sí, era una china en el zapato de los que mandaban, eso es así. Era imposible de suprimir de un momento para otro e imposible de mantener.

¿Qué te gustaría que le quedara al lector en el cuerpo después de leer este libro?

El libro se lo he dedicado a los presos, sin distinción alguna. Porque al final, aún los criminales más abyectos que han pasado por esa cárcel son víctimas y se han visto sometidos a uno de los espacios que las democracias mantienen como los lugares más opacos. Se ven privados del derecho a la libertad, pero también de todo el resto de derechos humanos, y en la práctica es así. Por eso he desarrollado una empatía no ya por los represaliados por sus ideas, sino por los presos comunes, los que estaban por su orientación sexual, por ser insumisos, por haberse criado en unas condiciones sociales opresoras u verse obligados a ratear para sobrevivir... Toda esa gente me genera una empatía brutal y espero que al lector se le pueda transmitir algo de eso. No es el tema central del libro, pero creo que es algo que lo sobrevuela desde el principio. Todo eso forma parte de la historia integral de la cárcel y de cómo había afectado en las vidas de muchísima gente.

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