postales desde el exilio
“Me llegan por WhatsApp trocitos de cómo crecen mis primos y envejecen mis abuelas”
El de 2014 será el segundo verano que Elena Sansigre (25 años) pasará en Londres, adonde se marchó en septiembre de 2012. Tras licenciarse en Periodismo y hacer un máster en Comunicación Cultural, con alguna estancia fuera de España de por medio, en Madrid compaginaba varios trabajillos a tiempo parcial en los que le pagaban fatal –en uno de ellos todavía le deben alrededor de 1.000 euros que da por perdidos–, así que se hartó. "Tenía muchas ganas de probar suerte en Londres y buscar trabajo en su escena cultural", señala. Allí también se reunió con su pareja. No era la primera vez que se marchaba al extranjero (fue erasmus en Alemania y regresó a Berlín tras acabar la primera fases de sus estudios), así que no le costó demasiado hacer las maletas. "Siento que, en Europa y con las aerolíneas de bajo coste, hoy estás aquí y mañana allí", señala.
Tras pasar por un empleo precario en una tienda de ropa consiguió un contrato indefinido en el departamento de atención al cliente de una startup de venta de entradas por internet en la que entró como becaria. Asegura que lo que se le hace más cuesta arriba de estar fuera "no es ni el clima ni el jamón serrano", sino la espontaneidad que hay en España cuando se socializa. "En Londres hay toda una estructura: está el afterwork, tomar unas copas, hacer una fiesta en casa, planear toda la tarde-noche en torno a un evento concreto... Echo de menos salir de trabajar y no planear cada paso de mi tiempo libre", asevera.
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También, claro está, perderse el día a día de su familia y amigos. "Me van llegando por email, WhatsApp o Skype trocitos de cómo van creciendo mis primos, envejeciendo mis abuelas...". Y otras cosas: comprar gazpacho en el supermercado o poder nombrar a Martes y Trece en una conversación. "Tus amigos y compañeros de trabajo no entienden tus referencias culturales y sociales, así que mucha espontaneidad se pierde".
Dice no sentirse una exiliada económica. "Conozco a gente que sí se ha venido por necesidad y sé que lo pasa peor porque, en realidad, no quieren estar lejos de casa. Y lo entiendo perfectamente porque Londres es una ciudad bastante dura. Aquí todo consiste en sobrevivir, en vez de empezar una nueva vida", destaca. Y aunque sí se plantea regresar a España, teme "no encajar en una oficina española, en los horarios, en la manera de vida". "A medida que pasa el tiempo me siento más distanciada de España y la idea de volver a trabajar ahí se me hace imposible".
Aunque le toca trabajar, también tendrá tiempo para disfrutar del verano londinense. "La ciudad se transforma en verano. Aprovechan muy bien el tiempo y el espacio, y la gente está de mejor humor, aunque todavía no se lleva mucho eso de irte con una litrona al parque y, simplemente, pasar toda la noche por la calle. Agosto de 2013 lo pasé entero en España con mi pareja, que es de aquí: lo que más le gustó es el uso que le damos a la calle. Aunque es cierto que eran vacaciones y tendemos a idealizarlo todo".