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En menos de 500 palabras: la poesía de Rosario Catellanos

'Antología poética' de Rosario Catellanos.

José Manuel Benítez Ariza

Antología poéticaRosario CastellanosPrólogo de José Emilio PachecoSelección de Jesús García SánchezVisorMadrid2017Antología poética

Muchos lectores españoles conocimos a la mexicana Rosario Castellanos (1925-1974) gracias a la antología Juegos de inteligencia (Renacimiento, 2011), compilada por Amalia Bautista. La que ahora publica Visor, con selección de Jesús García Sánchez y precedida por un certero texto de José Emilio Pacheco escrito a raíz de la muerte de la poeta, puede considerarse complementaria de la anterior. Coinciden ambas, en efecto, en muy pocos poemas; y puede decirse que la más reciente ofrece una lectura de esta singular poeta mexicana bastante alejada de la que proponía Amalia Bautista: si en esta tenían especial protagonismo los poemas breves de tono conversacional (“Porque éramos amigos y, a ratos nos amábamos, / quizá para añadir otro interés […] / decidimos jugar juegos de inteligencia”), en la de García Sánchez estos prácticamente brillan por su ausencia –desmintiendo, quizá, la reivindicación que Pacheco hace del designio “realista” que gobierna la poesía de su compatriota–, en beneficio de los de carácter reflexivo y filosófico, más largos y complejos, y también por ello más dados a la abstracción o la elevación conceptual y carentes, por tanto, del tono confidencial y la nota de cercanía que sorprendieron en la otra selección.

En cualquier caso, Rosario Castellanos es una excelente poeta en ambos registros y sería absurdo prescindir de cualquiera de ellos a la hora de caracterizar la intención y alcance de su obra. Es significativo, por ello, que ambas antologías coincidan en incluir “Lamentación de Dido”, un espléndido monólogo en el que se aúnan la maestría de la poeta para incluir precisos detalles circunstanciales  (“De mi  madre […] heredé oficios varios: cardadora de lana, escogedora del fruto que ilustra la estación / y su clima, / despabiladora de lámparas”) y su capacidad para la elevación retórica sostenida por una emoción de noble cuño (“He aquí que al volver ya no me reconozco. Llego a mi casa y la encuentro arrasada por las furias. Ando por los caminos sin más vestidura para cubrirme que el velo arrebatado a la vergüenza…”).

Cercanos a este monólogo pueden considerarse los dos grandes poemas dramáticos que también incluye la antología de Visor: “Salomé” y “Judith”. Como en el anterior, también en estos las figuras nominales, extraídas de la tradición literaria o bíblica, no son sino trasuntos de una voz intemporal de mujer en la que cabe reconocer, no solo el mundo sentimental de la autora y su lúcida conciencia de desengaño, sino también la imbricación de ese sentimiento en una mucho más amplia conciencia general de desamparo e injusticia, que encuentra en las mujeres su más claro exponente.

Tal es el peculiar feminismo de esta grandísima poeta que, en “El retorno”, el también señero poema que cierra esta selección, se declara emancipada del peso de la tradición y de las convenciones sociales y religiosas: “Si necesito justificaciones / para estar, para hacer / y sobre todo, para no borrarme / (que sería lo lógico siguiendo las premisas) / habrá que conseguirlas de otro modo”.

*José Manuel Benítez Ariza es escritor. Sus últimos libros, José Manuel Benítez ArizaNosotros los de entonces (La Isla de Siltolá, 2015) y Efémera(Takara, 2016).

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