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Los diablos azules

Camilleri, negro y comunista

El escritor italiano Andrea Camilleri.

Aníbal Malvar

En toda la historia de la humanidad, la revolución proletaria solo ha obtenido una expresión victoriosa y neta de su superioridad política, ética e intelectual: la novela negra. La revolución proletaria todavía no se puede jactar de haber dado a todo el mundo de comer, pero la novela negra sí se puede jactar de haber dado a todo el mundo de leer. Por eso, hasta hace nada, los que viven gozosamente en los parnasos ministeriales del arte han  calificado la literatura negra como género menor. Literatura popular. Pulp. Folletín policíaco. Historietas de detectives. En los parnasos ministeriales siempre ha incomodado mucho que el pueblo lea, y por eso se denigra sistemáticamente la literatura que el pueblo lee. Así que cometieron el error de poner baratos los libros de literatura negra. Al precio de los folletines románticos. Y el pueblo leyó. Qué peligro.

Dashiell Hammett, uno de los pioneros de la novela negra, se hizo tan popular con su literatura barata que, en 1951, fue encarcelado por el gobierno de Estados Unidos acusado de actividades comunistas (pedir el voto para los negros, defender la libertad de prensa, denunciar al Ku-Klux-Klan, abogar por los derechos de los refugiados políticos y otras majaderías). Hammett era peligroso porque vendía demasiado. Y demasiado barato. La gente que lee demasiado barato es la única que no duerme ni descansa por leer, y por lo tanto es la más peligrosa.

Andrea Camilleri, que acaba de morir a los 93 en un hospital de Roma, se afilió al Partido Comunista italiano antes de cumplir los 20 y publicó su primera novela negra a los 70. No cambió mucho este hombre, al parecer, en medio siglo. La única diferencia entre un joven revolucionario y un viejo escritor de novela negra es que el joven Camilleri trabajaba de pie y el viejo Camilleri trabajaba sentado.

Con 70 años, Andrea Camilleri escribe una novela decididamente negra, La forma del agua, primer caso del policía siciliano Salvo Montalbano, “un comisario de Catania que, cuando quería entender una cosa, la entendía”.

En aquella novela que Camilleri publicó en 1994 se habla de algunas cosas que pasaban en los tiempos de Dashiell Hammett y que, aun hoy, un cuarto de siglo después, siguen pasando. Se habla de “unos jóvenes arquitectos técnicos debidamente desempleados como arquitectos técnicos” y dedicados a recoger basura. De una red de prostitución cuya “carne fresca procedía en buena parte de los países del Este, liberados del yugo comunista, el cual, como todo el mundo sabe, negaba toda dignidad a las personas”. De un jefe analfabeto que “siempre se las arreglaba para que el trabajo más humillante y difícil recayera sobre los tres diplomados que tenía a sus órdenes”. De algún político, “católico practicante, fundador del Partido Popular italiano (acerca de las ideas de su padre, miembro de las brigadas de acción fascistas y participante en la marcha [de Mussolini] sobre Roma, se había corrido un obligado velo de silencio)”. Y así.

Todas estas cosas que antes pasaban en Italia, y hoy pasan en Italia y en España (por poner solo dos ejemplos), las va contado Andrea Camilleri con la suavidad y la desenvoltura del fumador de opio, dentro de una novela popular, pueblerina, algo intrigante, algo folletinesca de más. Camilleri es un caramelo ideológico abandonado a las puertas de un colegio. Por eso es tan perversor, tan imprescindible y tan llorable.

Yo, por ejemplo, creo que esta conversación se debería de estudiar en ciencias políticas: “Los pensamientos que se te han ocurrido a ti, un representante de la ley, son exactamente los mismos que se me han ocurrido a mí, un delincuente. Y tú solo querías comprobar si coincidían, ¿verdad, Salvo?”.

Para el epitafio siciliano, negro y comunista de Andrea Camilleri, yo escojo esta frase suya: “Me parece bonito que, en esta provincia nuestra, alguien decida morir de muerte natural para dar buen ejemplo”.

Os veo en la morgue, dottore Montalbano, caro Camilleri.

   

La verdad es luz—, les dijo un día el cura.

—Esto quiere decir que, si en una familia todos dicen la verdad, ahorran en el recibo de la luz— [respondió el niño Montalbano].

Montalbano habla español: traduciendo a Camilleri

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_____Aníbal Malvar es periodista y escritor. Su último libro es

Aníbal MalvarLucero (Akal, 2019). 

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