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Cien años después

Rodolfo Gutiérrez Simón

Esta pieza pertenece a un monográfico sobre el exilio, coordinado por el profesor Antolín Sánchez Cuervo. Consulta todos los temas en el número 75 de Los diablos azules.Antolín Sánchez Cuervoel número 75

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  ObrasJuan A. Ortega y MedinaUNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, Facultad de Estudios Superiores AcatlánMéxico2013-2016Obras

 

Juan A. Ortega y Medina es uno de esos personajes que responden perfectamente al arquetipo de transterrado: tras su formación en Málaga y Madrid (donde estudió brevemente con Ortega y Gasset, entre otros), se alistó en el bando republicano en la Guerra Civil, resultando herido de gravedad en la contienda. Tras la derrota, se exiló a México, donde consiguió hacer carrera junto a otros pensadores de primerísimo nivel, desde Edmundo O’Gorman hasta Leopoldo Zea. Desde que en 2013 se cumpliera el centenario de su nacimiento, dos de sus discípulas –María Cristina González y Alicia Mayer— han dado a la imprenta por vez primera las Obras de este fascinante historiador, habiendo visto ya la luz los cinco primeros volúmenes (de los siete programados) que agrupan temáticamente distintos escritos.

El primer tomo, titulado Europa moderna, comienza con un estudio introductorio seguido de una pequeña autobiografía que nos muestra el talante de Ortega y Medina (Espíritu y vida en claro). A continuación, el lector encontrará Reforma y modernidad, el texto que habilitaba a nuestro autor como maestro y en el que se refleja pormenorizadamente la relevancia que el movimiento protestante tuvo para el posterior desarrollo del continente europeo, empleándose como contraste la visión imperial de Carlos V de España. No obstante, el texto más relevante de este volumen es El conflicto anglo-español por el dominio oceánico. Siglos XVI y XVII. Esta obra, que entronca nítidamente con la anterior, contrapone a los personajes de Robinson y Andrenio, explicando con ello las distintas formas que tuvieron de enfrentarse al mar la España del momento (que alcanzará su nadir al respecto con las extravagantes e incompetentes decisiones de Felipe II) y la Inglaterra isabelina. Así, Ortega y Medina apreciará con plena claridad cómo el monopolio eclesiástico-monárquico típicamente hispano a la hora de navegar por el Atlántico, que venía en cierto modo determinado por consideraciones religiosas, estaba condenado de antemano frente a la apuesta por la empresa privada típicamente británica. El volumen lo cierran dos artículos que no deben dejar de leerse, en tanto en cuanto complementan los dos grandes textos del volumen. Sus títulos respectivos son Lutero y su contribución a la modernidad y De Andrenios y Robinsones.

El segundo volumen, titulado Evangelización y destino, contiene la que sin ningún género de duda es la obra fundamental de nuestro autor: La evangelización puritana en Norteamérica. Delendi sunt indi, prologado por el ya mencionado Leopoldo Zea. Desde luego, este texto entabla una perfecta continuidad con los aparecidos en el tomo precedente: en él, Ortega prueba cómo la visión protestante (y específicamente puritana) del cristianismo fue empleada por los colonos novoingleses para justificar tanto la apropiación de la tierra americana como la subordinación (y exterminio) de un indio que pasaba a ser concebido como ser demoníaco. Esta obra, por supuesto, es una apropiación de algunas de las tesis fundamentales de la obra de Max Weber La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, si bien se ven ampliadas desde un punto de vista histórico.

Junto a La evangelización puritana en Norteamérica, el segundo volumen de las obras incluye Destino manifiesto. Sus razones históricas y su raíz teológica. El contenido del mismo resulta muy aclarador, pues en él se manifiesta la raíz teológica que subyace al sentimiento de pueblo elegido típicamente inglés –aunque otros pueblos también hayan alojado en su ser esa percepción— que lleva a quien lo siente a pretender la imposición de su modo de vida, más allá de sus límites territoriales originales. Esta obrita, que tan bien enlaza con las anteriores, adquiere especial relevancia si la contextualizamos, pues fue escrita en una época en la que desde México se veía a los Estados Unidos como un peligro que acechaba desde el norte en pos de cualquier excusa para expandirse. El tomo se cierra, como no podía ser de otro modo, con una colección de capítulos breves reunidos en un solo libro, Imagología del bueno y del mal salvaje, en que el autor va analizando la concepción que del indio se ha ido teniendo históricamente en función de diversos autores, incluidos Oviedo o Rousseau; y con los artículos “Mito y realidad o de la realidad antihispánica de ciertos mitos anglosajones” y “Razones y sinrazones anglosajonas frente al otro. La imagen cambiante del símbolo: de la consideración idílica del piel roja al aniquilamiento”.

No están desconectados de cuanto va dicho los contenidos del volumen tercero, significativamente titulado Literatura viajera. Su principal texto es México en la conciencia anglosajona, libro que aparece por primera vez reunido en un solo tomo (tradicionalmente eran dos, correspondiendo el primero a la primera parte de la obra, centrada en los siglos XVI-XVII, y el segundo, obviamente, a la segunda, el siglo XIX). En él se aprecia cómo la manera en que los visitantes –particularmente ingleses y norteamericanos— veían y comprendían la realidad mexicana fue transformándose: pasó de ser el paraíso prometido a convertirse en un lugar absolutamente degradado por su herencia hispánica y católica. Desde luego, nuestro historiador acierta a ver que esta progresiva decepción con lo que México era o parecía ser se correspondía con el hecho de que esos visitantes no veían cumplidas sus expectativas de negocio. Dicho de otro modo, México dejaba de ser un lugar de promisión justo cuando dejaba de rendir las ventajas monetarias que se esperaba obtener. Junto a esta obra monumental, hay que destacar los artículos que el volumen incorpora, fundamentalmente (si es que hubiera que señalar sólo uno) Monroísmo arqueológico. Un intento de compensación de americanidad insuficiente, donde Ortega señala con mucha claridad la apropiación del arte maya por parte de los Estados Unidos a fin de acreditarse como puramente americanos (el arte maya reunía las condiciones de ser antiguo –esto es, “clásico”— y de haber sido despreciado por los autóctonos del modo más grave: vendiéndolo).

Ortega y Medina advierte que los visitantes alemanes no tenían los mismos prejuicios que los ingleses y norteamericanos. Así, también en el tomo tercero, La literatura viajera alemana del siglo XIX sobre México nos muestra que los teutones carecían en buena medida de algunos de los peores prejuicios que sí opacaron la mirada inglesa y norteamericana. Sin embargo, que careciesen de dichos prejuicios (racismo protestante, especialmente) no significa que no tuvieran ninguno.

El gran prejuicio alemán en la mirada sobre México es el que da nombre al cuarto tomo publicado, a saber: Humboldt. En efecto, su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España determinará las relaciones germano-mexicanas desde su aparición, y el tomo que ahora estamos revisando así lo constata. En él encontramos, fundamentalmente, la obra Humboldt desde México, en que se analiza pormenorizadamente, y de forma cronológica, las sucesivas maneras en que la obra del célebre viajero se entendió desde México (destacando particularmente, y no es baladí explicitarlo, la utilización que el Porfiriato hizo de esta figura). Lo más significativo de este texto es que Ortega y Medina intenta poner a Humboldt en su lugar; esto es, purgarlo de versiones prejuiciosas y atender a la totalidad de su obra, eclipsada en general por la potencia y fácil instrumentalización del Ensayo. Además, servirá a Ortega para denunciar un rasgo del México decimonónico que seguía muy presente en el siglo xx: la desigualdad.

Cabe notar que el cuarto volumen incorpora, además de la obra mencionada, el prólogo que Juan A. Ortega y Medina realizó, precisamente, para el Ensayo; y los artículos Otra vez Humboldt, ese controvertido personaje, El Ensayo cubano de Alejandro de Humboldt desde la perspectiva historiográfica mexicana y Landeskunde humboldtiana y pintura del paisaje.

Por motivos editoriales, la aparición del sexto tomo, titulado Descubrimiento y conquista, ha precedido en el tiempo a la aparición del quinto. Dicho volumen 6 supone un nuevo giro temático, orientándose a los dos polos que su título enuncia: La idea colombina del descubrimiento desde México (1836-1986), primer libro incluido en el volumen, recorre las opiniones y estudios realizados en el país azteca acerca del Descubrimiento, generando un mapa intelectual sobre el particular que abarca, por una parte, un “Desfile crítico de autores” (algunos de la talla de los ya citados O’Gorman y Leopoldo Zea, pero también Alfonso Reyes, Sánchez Macgrégor, etc.); y por otra, un “Apéndice crítico” que recoge tesis y réplicas de diversos autores (de nuevo O’Gorman, Dussel, Silvio Zavala…). El segundo libro recogido en este tomo resulta particularmente destacable, pues es la primera publicación de la que se tiene constancia elaborada por Ortega, aunque al alimón con su compañero de estudios Manuel Jiménez Marín: Ensayo sobre la conquista española: sus antecedentes económicos, humanísticos y la proyección de éstos en ella, del año 1943. Dicha obra resulta ser el germen, aún poco pulido, de algunas de las tesis sostenidas en sus obras principales. Encontramos así un análisis de la significación de la Contrarreforma y de los presupuestos humanistas previos a ella respecto al modo de conquistar y tratar al indio por parte de los españoles, la dualidad del conquistador, y en último término un primer intento por desvanecer la leyenda negra española, aunque todavía sin profundizar en lo que podría ser la leyenda negra anglosajona. Como ocurre con el resto de volúmenes, el tomo sexto incluye una serie de artículos, a saber: «Antecedentes de la conquista: philosophia Christi y Contrarreforma», muy afín al Ensayo sobre la conquista española…; La “universitas christiana” y la disyuntiva imperial de la España del siglo XVI, La conciencia jurídica hispánica del siglo XVI a nivel literario popular, La imagen de Cristóbal Colón en la historiografía mexicana, La novedad americana en el Viejo Mundo y Los reinos hispánicos antes del descubrimiento del continente americano, todos ellos rayando a gran altura.

Por ahora, sólo queda esperar a que aparezcan los dos volúmenes proyectados restantes para que la obra de Juan A. Ortega y Medina alcance por fin el reconocimiento tan merecido que en su tierra natal, acaso por desconocimiento de la misma, se le ha negado.

*Rodolfo Gutiérrez Simón es profesor de la Universidad Complutense de Madrid.Rodolfo Gutiérrez Simón

Esta pieza pertenece a un monográfico sobre el exilio, coordinado por el profesor Antolín Sánchez Cuervo. Consulta todos los temas en el número 75 de Los diablos azules.Antolín Sánchez Cuervoel número 75

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