Los diablos azules
Decantación (con Elsa Morante)
¿Conocen ustedes el proceso de decantación del café? Es una vieja técnica que mima los posos para convertirlos, con tiempo lento, en un apreciado líquido que contiene todo el sabor y el color de la naturaleza sometida a humedad y a temperatura.
Con cierta literatura ocurre lo mismo que en esas técnicas de decantación. El producto final viene provisto de la reflexión que el tiempo va desarrollando, el último sabor tiene toda la fuerza de ese tiempo sometido a presión y temperatura, a tomar conciencia de aquello que el autor nos intenta decir y a sedimentar la información recibida.
Leo el libro de la italiana Elsa Morante (1912-1985) para convertir la lectura en una decantación necesaria, no solo porque los ensayos que contiene están escritos en la segundo mitad del siglo pasado, sino porque paladear sus conclusiones, notar el verdadero sabor, requiere de complicidades que solo mi tiempo desvela.
Quince artículos componen la edición que, bajo el título A favor o en contra de la bomba atómica, nos presenta la editorial Círculo de tiza. Quince especiales sabores para concebir la literatura de Morante como una invitación a ir transitando el mundo de la escritora, amplificando la lectura de sus novelas, y descubrir la inteligencia crítica de la que fuera compañera de Alberto Moravia, amiga íntima de Pasolini y de Visconti, y referencia indispensable de la literatura italiana del pasado siglo.
Y la integración de esos sabores en nuestro paladar prometen efervescencias que van desde un detallado análisis de la virilidad, pasando por el elogio necesario de un espacio de ciudad llamado Piazza Navona, hasta la revisión política del comunismo en el tiempo de las Brigadas Rojas, sin olvidar la figura de Fra Angélico, pintor al que dedicó su tiempo en innumerables ocasiones.
Pero llama la atención la lectura del artículo que da nombre al libro. En él, la escritora nos dirige a su época, que también es la nuestra, para mostrarnos que pudiera venir definida como la de la bomba atómica, de igual manera que, dice, los diálogos de Platón definen a Grecia, las vírgenes de Rafael al Humanismo italiano, o las góndolas a la nobleza veneciana. Y una sociedad que se define por encontrar los usos de la bomba atómica tiene, necesariamente, que ser una sociedad destructiva, una sociedad que tiende a desintegrarse. Los últimos estertores de lo que hemos llegado a construir están dando la razón a aquellos que promovieron la crítica social en los tiempos residuales de los fascismos europeos, pusieron en evidencia los comportamientos humanos tras los años de las dictaduras y, lejos de crear espacios para la paz y la solidaridad, crearon más tiempos de bombas atómicas. A poco que echemos un vistazo por las características que definen nuestras sociedades, veremos que la cosa no ha cambiado mucho la visión de mediados del siglo XX de la escritora. Es más, los ritmos de la sociedad viene engrandeciendo la idea de encontrarnos ante movimientos que tiene más que ver con la destrucción que con la necesaria, por obligatoria, puesta en valor de la vida.
El eros como sinónimo de instinto de vida, y el thanatos como instinto de muerte, sirven a Morante para plantear la diferencia que existe entre la sociedad destructiva de la que hablamos y la capacidad creativa del escritor, del artista.
Es en este espacio donde podemos instalar la figura del creador para ir justificando cierto optimismo. ¿Pero cuál sería la actitud del creador-escritor en un mundo que tiende a la destrucción? Morante ofrece una doble salida, la del que cae en la cuenta de que vivir al margen de la destrucción es absurdo y, por tanto, dejaría de escribir sumido en los ritmos de da sociedad; y la del que se da cuenta de que el error es de la masa social que reivindica una sociedad que tiende a la destrucción y, por tanto, o bien actúa consciente de que esa masa es imparable y huye de ella como, en palabras de la autora, un estilita en el desierto, o asumirá su función creadora como absolutamente útil para contrarrestar los ritmos de la sociedad en la que desarrolla su obra.
Y nos deja una reflexión para la decantación final en la que argumenta que en toda sociedad, dentro del sistema, existen lo que llama escribidores, como instrumentos necesarios, funcionarios al servicio de los ritmos impuestos que tiende a la destrucción. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
La necesidad de tener referentes intelectuales que propicien el trabajo del escritor, la verdad como el elemento indispensable para reconocer en una novela la calidad que tenderá a sacudir la conciencia del lector, un alegato de la obra de Umberto Saba, una revisión del comunismo (sin clase ni partido), van salpicando las páginas de un libro imprescindible para resituar los espacios que venimos dando al contexto intelectual de nuestro tiempo. Y, si no lo habíamos hecho ya, descubrir la utilidad y la calidad de una escritora que necesitaría un hueco a nuevas traducciones en las mesas de novedades de nuestras librerías.
Presión y temperatura, como la decantación del café para dar sentido a su naturaleza. ___________
Javier Lorenzo Candel es poeta. Su último libro es Apártate del sol (La isla de Siltolá, 2018).