La piel de la naranja
Paula Bozalongo
Ediciones Hiperión (Madrid, 2023)
La editorial Hiperión ha publicado La piel de la naranja, de Paula Bozalongo, un libro lleno de verdades que confirman la gran poesía de esta joven poeta, nacida en Granada en 1991. Arquitecta de profesión, no es casual que sepa cómo construir una casa de emociones en un libro que va siendo un testimonio de lo vivido y del presente, con sus luces y sombras.
Si su primer libro, Diciembre y nos besamos (Premio de poesía Hiperión 2014 y Premio Bridges of Struga-Unesco, 2015), tuvo una gran repercusión, en este la autora logra crear un tejido de emociones, un telar lleno de palabras que son el paisaje desde el canto a su madre, a su padre y al amor en general. Como dice muy bien Frank Báez en el prólogo, el libro es como una casa ordenada, donde las piezas encajan, las del dolor y las de la dicha: "A pesar de la desesperación que hay tras estos poemas y que me hacen imaginar el manuscrito como una tabla de naufragio a la que nuestra poeta se abraza cada noche, se trata de un libro que mantiene un tono sobrio, ordenado y preciso, es decir, no está escrito a gritos ni es grandilocuente, más bien en sus versos hay una voz contenida, algo que podríamos calificar como susurro".
Y es cierto, porque las verdades del libro afloran como una melodía que la autora va deslizando en el papel cuando dice: "Los desperfectos hacen / incómoda una casa / pero aquellas presencias que no acaban de irse / la hacen inhabitable".
Porque los seres humanos que habitan en nosotros no se van nunca, dialogan en nuestro interior, son seres que vuelven de algún lugar para oír nuestro latido. Por ello, el tema del cáncer ya nos introduce en el dolor: "Dice mamá que el cáncer / es como un gran amor / que se ha perdido: / duele su cura más de lo que nunca / notaste su presencia".
La madre se convierte así en horizonte, en espejo donde mirarse, en el tejido que hila la poeta para dar sentido a la vida. La enfermedad es la sinrazón, lo que nos ata a nuestra fragilidad. Como hija acompaña a la madre, porque en cada acto hay entrega y verdad: "Cuando ella llegó a casa / yo no estaba; al volver / hice todo por ignorarla".
Y luego las risas, el afán de hacer juntas la cama, las vivencias compartidas. Para Paula Bozalongo, lo vivido aflora de nuevo, esa oquedad que está presente, ese vacío que se llena al recordar. Y el silencio, que se convierte entonces en miedo, palabra que como dice Frank Báez resuena en el libro. Miedo de la vida, de la enfermedad, de perder al ser amado.
Todo el libro rezuma verdad y sinceridad, no hay nada impostado en los versos, calan en nosotros y nos recuerdan a seres que hemos querido y que ya no están, pero permanecen, se anclan a nosotros para siempre. Creo que vivimos con seres que nos habitan en realidad, cada paso que damos estamos acompañados de su mano, su consejo, su abrazo.
Y está también el padre, en el poema Mudanza, subtitulado "Con Javier Bozalongo", ese dolor que no amaina y que persigue vacíos, porque el adulto camina ya a ciegas por la vida, envuelto en los espejismos que dan las sombras que vamos dejando: "Te recuerdo llorando desalmado, / tu cuerpo deshaciéndose / y tus manos sin ti / vaciando los cajones y la vida".
Y la separación de los padres, que convierte a los que hemos amado en seres difusos, porque unidos parecen una roca, pero separados navegamos en zozobra. Cito del poema Psique no se resiste a la belleza: "Cuando se divorciaron / dejaron de ser héroes. / Con el paso del tiempo / encontré su poder / en mi supervivencia…".
La enfermedad que nos hace mortales, efímeros, frágiles, seres a la deriva, está también presente: el libro contiene mucha emoción, construye en la casa del recuerdo espejos que nos miran, voces que nos oyen, ecos que nos abrigan. Al leerlo, he sentido el interior de la poeta, como si abarcará todo el mundo de sus padres, de su abuelo, porque todo lo que somos está en los que queremos.
Cabría destaca el poema Todo pasado es guerra, Todo presente es paz en otro sitio, porque habla del desamor, de esos cuerpos que hemos tocado y que se desvanecen en la niebla, de esa piel que nos hemos tatuado dentro, pero que se va borrando, como el mar en la distancia: "Otros cuerpos subirán conmigo / en ascensor y como no estaré / pensando en ti, pensaré / en conocerlos: / antes que en el paisaje / estaré en ellos / mientras el lago sigue / seco y ruidoso afuera".
Será entonces una vida nueva, pero lo que se ha amado siempre deja resquicios en la piel, huellas vividas; la poeta sabe que el amor muere también, quizá la pasión primero, pero vivimos poniendo parches en la vida, para seguir aguantando lo que nos pesa y nos duele.
Concluyo estos versos del poema Dermocosmética donde dice Paula Bozalongo: "El dolor va cosiéndonos los ojos / cada puntada es un precipicio / en la imagen del mundo".
No es posible olvidar, todo retorna, somos seres fugaces que dialogan con los muertos, renacemos y morimos cada día, seguimos entonces un sino trazado, un devenir que desconocemos, como dijo el gran Rubén Darío.
Paula Bozalongo ha pelado la naranja, la de los sentimientos, y lo ha hecho con la piel entera, para que nos llegue su dolor, su soledad, su gran amor, sus verdades, sus honduras, sus ancestros, sus espejos, todo un universo que recrea con belleza en este libro. Un poemario que ya no podremos olvidar y que caminará siempre con nosotros.
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* Pedro García Cueto es escritor. Su último libro publicado es el ensayo 'La llama poética de Luis García Montero' (Sonámbulos Ediciones, 2023).