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La imposible cicatriz de la historia

Los hilos de la infamia - Gerardo Rodríguez-Salas

Editorial Valparaíso (2024)

T.S.Eliot, cuya huella atraviesa Los hilos de la infamia (Valparaíso, 2024), afirmaba en Tradición y talento individual que el buen poeta es aquel que asimila la tradición para innovarla. Eso es exactamente lo que hace Gerardo Rodríguez-Salas en su magnífico libro: desde un profundo conocimiento de la literatura, sobre todo la inglesa y americana, reescribe la herencia eliotiana de La tierra baldía y los Cuatro cuartetos, pero también de Gerontion, donde leemos una sentencia perfectamente aplicable a Los hilos de la infamia: "After such knowledge, what forgiveness?".

"¿Y qué si abril nos ha nacido roto?", se lamentan las parcas de la historia colectiva en el poema que abre el libro, remitiéndonos enseguida a "April is the cruellest month". Abril es no solo el mes más cruel, también el mes que se desgarra, se rompe porque fue tejido con los hilos de la tragedia. Y de hecho suenan también los ecos de la tragedia griega en Los hilos de la infamia, hay hybris, víctimas, culpables e inocentes. La democracia se ha vuelto "artículo de lujo" y parece imposible escapar a la tela de araña de la violencia, de todo tipo de violencia, de las guerras, de género, la pobreza, los naufragios en el mar en busca de una vida mejor. Hemos heredado una historia en la que las diosas de la sabiduría y el amor, Neith, Inanna, son también las de la guerra. El yo poético multiforme de Los hilos de la infamia, que se dirige en varias ocasiones a "vosotras, lectoras" (sutil y feminista reescritura del "hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère" de Baudelaire), es enormemente complejo y flexible, es alguien que dice "he perdido mi sombra" para aludir a las infancias perdidas, a la explotación de los niños que no saben que existe el país del Nunca Jamás donde vive Peter Pan.

Europa es un continente de carne ultrajada, en cuyas orillas los niños que llegan en balsas pueden encontrar la muerte. Como leemos en el sobrecogedor poema que abre la sección Capulina: "Europa, tus cercados no te protegerán/ de ti misma. Los hijos que no pariste nunca/ se agolparán sin tregua en la fe de tu orilla,/ breves tallas de sal en el televisor./¿Dónde está mi bebé? ¡Ayudadme, he perdido/ a mi bebé! Es nunca una palabra de humo/ sin retorno y sin fin y Joseph cualquier nombre,/ aunque ella lo repite gritando sin compás/ en la balsa que vino en su busca. Los brazos/ abiertos sueñan mar mientras otros ni sueñan/-ni Aylan ni Galip, ya no sueñan- y yacen/ de bruces o besando el sueño que no quiso / abrazarlos, no quiso acallar con arrullos/ las ráfagas de ayer, las de hoy, las de siempre./¿Acaso importa el nombre ? El cuento siempre acaba/ con un buitre esperando al niño mientras tú/ haces la foto, tú también cierras la puerta/ que algún día tendrás que golpear".

La belleza del viaje

La araña, omnipresente en la portentosa construcción del libro, teje una y otra vez la desgarrada y desgarradora tela de la historia y convoca a los mitos, solo que no hay dioses que asuman la culpabilidad. La historia se lee en clave de tragedia y se escribe en los cuerpos violentados de las mujeres, los niños, los extranjeros rechazados, los excluidos, los vulnerables. Gerardo Rodríguez-Salas tematiza poéticamente una cuestión ya planteada por Hélène Cixous en La risa de la medusa en 1975 y luego analizada desde los años noventa por el feminismo: la violencia patriarcal, de género, y otras violencias como las guerras ponen en marcha mecanismos parecidos.  

En Los hilos de la infamia se cruzan magníficamente las huellas reescritas de la tragedia griega, de Eliot, de Lorca en Poeta en Nueva York o del poema Lady Lazarus de Sylvia Plath. Estamos ante un libro complejo y transparente, de una ambición y una originalidad enormes, cuya importancia espero que logre verse con claridad por la crítica y los lectores. Un libro espléndido. 

* Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura.

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