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'El italiano': del valor, la guerra, el amor y los libros

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Fernando Valls

El italiano

Arturo Pérez Reverte

Alfaguara

Madrid (2021)

 

Con El italiano, nos encontramos ante una novela de aventuras, con su correspondiente historia de amor entre Elena Arbués, una librera española, y Teseo Lombardo, un suboficial de la marina italiana, una historia que transcurre durante un episodio de la Segunda Guerra Mundial, una nueva contienda que a los personajes españoles de esta narración no les será ajena. La acción del relato se sitúa en la bahía de Algeciras, aunque Venecia y Nápoles adquieren protagonismo, pues de ellas provienen dos personajes importantes: el citado Teseo y su compañero, el también buzo Squarcialupo.

El mismo Pérez Reverte aparece como narrador de la historia, aunque a veces se valga de la omnisciencia o le ceda la voz a los personajes. Como el periodista que fue reconstruye los hechos, cuya información obtiene mediante diversas entrevistas con los protagonistas o con sus descendientes (Elena y Squarcialupo, ya ancianos, y el hijo del comisario Campello, durante los primeros años 80) y con la lectura de documentos y libros (los cuadernos que dejó Campello y las memorias de Todd, el jefe de los buzos británicos) sobre la época y los sucesos referidos.

Con la ayuda de estos testimonios compone la novela que nos ocupa, completando la realidad, pues las peripecias bélicas tienen un fundamento real, pero valiéndose asimismo de los procedimientos propios de la ficción. La narración tiene su origen remoto en las crónicas que en 1982 publicó el autor en el diario Pueblo. Además, antes de que arranque el relato, en un breve paratexto se nos advierte que la novela está inspirada en hechos reales y que solo los personajes y algunas situaciones son imaginarias (página 14) e, incluso, al comienzo del quinto capítulo el narrador confiesa que, a partir de entonces, los hechos ceden el paso a la imaginación (página 135).

La acción comienza a finales de 1942 y podría decirse que se extiende casi hasta el presente, cuando se escribe la novela, pero se centra en el sabotaje que, ese año y el siguiente, un grupo de buzos de la marina italiana llevan a cabo contra barcos británicos fondeados en Gibraltar. Si los personajes principales aparecen bien trazados, con vida propia, no están menos perfilados los secundarios, sobre todo Harry Campello, el alférez Todd, y los componentes de la tertulia del café Anglo—Hispano en La Línea, sobre todo el doctor Zocas, liberal, masón y judío.

La historia no carece de componentes —digamos— culturalistas, frecuentes en las obras del autor. Así, Elena, quien enviudó en 1940 a los 27 años, de un marino mercante a quien mataron los ingleses, regenta ahora la librería Circe en La Línea. Se nos dice, además, que tiene una litografía que representa el momento en que Ulises y Nausícaa, hija del rey de los feacios, se encuentran en la playa (página 36). Tiene, también, un perro llamado Argos. Son nombres, todos ellos, con claras resonancias de La Odisea, cuyos ecos se aprecian en el inicio y en el desenlace de la narración. La joven viuda presta su ayuda en otra librería de Gibraltar, mientras que al final de su vida, el narrador, alter ego del autor, como hemos indicado, se la encuentra en la librería Olterra que ella ha abierto en Venecia, cuyo nombre coincide con el del buque desde el cual operaban los buzos italianos en el Peñón.

También hallamos referencias a distintos libros no solo en boca de algunos personajes, sino también en las intervenciones del narrador, entre las que destacan —aparte de los ya citadas— las alusiones a diversos episodios de La Odisea, como el primer encuentro de Elena con Teseo, a quien halla desvanecido en una playa de La Línea ("extraño Ulises salido del mar, vestido de caucho negro", página 37); el recuerdo de El prisionero de Zenda o del Ulises, de Joyce, clásicos y modernos, literatura culta y —digamos— popular, o la descripción del escaparate de la librería Circe, que nos proporciona una idea cierta de los libros que se ofrecían a los lectores españoles en los primeros años 40 (página 35). Y, por último, véanse las referencias literarias con las que Elena distrae sus pensamientos: "Por culpa de un descuido perdiose un clavo. La heroica ciudad dormía la siesta. Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles. Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora. Ayer se fue, mañana no ha llegado. Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros…" (página 345), que provienen, respectivamente, del poeta George Herbert y de su novela El pintor de batallas, La Regenta, La Ilíada, Rodrigo Caro, Quevedo y Campoamor, y nos recuerdan en su composición aquel célebre microrrelato de Faroni/Luis Landero, titulado Breve antología de la literatura universal, que también recurre, gracias a la intertextualidad, a la summa literaria.

El autor se decanta en el título de la novela por el buzo coprotagonista, e incluso los dos lemas del inicio parecen aludir a él, aunque no tiene menos presencia en los sucesos la librera española. El italiano me resulta una novela bien armada y escrita, sin abandonar nunca los arquetipos propios de los héroes de una pieza —ni que por ello dejen de ser complejos— con los que construye a los dos protagonistas: Elena y Teseo. La narración está destinada a un público lector mayoritario (he leído que la tirada inicial ha sido de 180.000 ejemplares), interesado en disfrutar con la recreación de un episodio histórico, de las aventuras y de la relación amorosa, sin que falten tampoco clichés propios de este tipo de historias. 

Pérez Reverte se esmera en exaltar la preparación y el valor de los buzos italianos, de quienes se tenía en España una mala opinión tras su participación en la Guerra Civil, fomentada por la propaganda republicana y luego por el cine bélico norteamericano. En cambio, las escasas simpatías que despiertan los ingleses, por su arrogancia, no impiden que algunos de ellos se muestren generosos al resaltar el valor, la camaradería y la nobleza de los enemigos, como hacen Todd y Fraser, comandante del barco saboteado, en el tramo final de la narración. No olvidemos, sin embargo, que la guerra estaba perdiéndola el Eje y que durante estos años la comarca se encontraba plagada de agentes y espías. Recuérdese, además, que durante la guerra civil española algunos liberales, para salvar la vida, se refugiaron en Gibraltar, como les ocurre al doctor Zocas, a Elena y a su padre. Al final del capítulo tercero, en la conversación que el entonces periodista Pérez Reverte mantiene con el hijo de Campello, este comenta que a quienes lucharon en Gibraltar "no podemos juzgarlos con ojos de ahora", pues aquel fue un momento de hombres y mujeres especiales, que son quienes protagonizan la novela (página 101).

Sea como fuere, el autor baraja con habilidad lo privado y lo histórico, los sentimientos de los protagonistas, la camaradería, el odio, la nobleza y el amor, y las hazañas en las que participan. En esta faceta de la Historia, enfrenta a los aliados, a los ingleses, en concreto, con un grupo de soldados de Mussolini. Los marinos italianos son exaltados, aunque algunos de ellos, una vez acabada la guerra, se empecinen en mantenerse fieles al fascismo, pero el duce y todo lo que representa salen mal parados en el conjunto de la narración: "Una cosa es que Italia sea un desastre [comenta Todd], con el payaso de Mussolini […] Otra, que haya italianos valientes, dispuestos a todo, tan patriotas como nosotros" (página 129). Estos aspectos quedan claros en la novela, pero a la vista de los prejuicios que manejan algunos lectores y críticos, no parece que siempre se haya entendido así, por lo que es necesario insistir en ello.

Por último, destacaría, el papel activo de Elena en la novela, su mucho temple y valor. Y llamaría la atención sobre los paratextos: la cubierta de Ferrer Dalmau y la ilustración que aparece en la página 389, aunque esté mal reproducida, así como los útiles mapas que encontramos al inicio.

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Y ojo a la primera escena de la novela, cuando los protagonistas se encuentran por primera vez, y a la última, cuando se cruzan en la comisaría fingiendo no conocerse. Esta escena, cuenta el autor en una nota final, proviene de una película, cuyo título no recuerda, en la que dos gánsteres detenidos por la policía aparentan no conocerse. Podría decirse, por tanto, que en esta narración se cuenta también cómo se arma una novela.

 

Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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