"Todos nos reconocemos en la vulnerabilidad". Elvira Sastre bucea en la violencia sexual y el maltrato

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Elvira Sastre (Segovia, 1992) se adentra en los recovecos más endebles del alma humana para escudriñar la relación de poder y dependencia que se establece entre dos mujeres heridas de diferentes maneras por relaciones no ya tóxicas, sino directamente violentas, de esas que te desconectan del mundo, te anulan y te convierten en un ente dañado que vaga penando, apenas recuperable. Violencia sexual, maltrato psicológico, acoso, soledad, el abandono de tu entorno, la impotencia de la familia para comprender a la víctima y cuidar hasta la sanación.

La narradora de esta historia, Elvira, recibe un mensaje en una red social: una joven llamada Sara afirma haber sido víctima de un abuso y se encuentra en una situación desesperada, con un vídeo sexual suyo circulando por el instituto. Elvira no duda en ofrecerle su ayuda y le abre las puertas de su intimidad, aunque nada es suficiente para quien no halla consuelo. Poco a poco, Sara se convierte en una presencia asfixiante pero necesaria en la vida de una Elvira entregada a salvarla de sí misma. Y no es baladí la elección del nombre de esta última, pues esta novela parte de un episodio real vivido por la propia autora.

"Es una experiencia real que he convertido en una historia con tintes de ficción a partir de un mensaje que me llega por redes sociales, ese mundo difuso de comunicación, con una historia que resulta ser diferente a la que se plantea", explica Sastre en un encuentro con un reducido grupo de de medios, entre ellos infoLibre, con motivo de la publicación este miércoles de Las vulnerabilidades (Seix Barral, 2024), su segunda novela después de ganar el Premio Biblioteca Breve 2019 con su debut narrativo, Días sin ti.

A partir de ese mensaje inesperado y sin rostro, la autora se plantea junto a su protagonista una serie de cuestiones que "no siempre tienen respuesta", como "ciertas características que se le ponen a las víctimas y a los salvadores o a las salvadoras que no siempre son así de claras". "Por eso buceo entre esos grises para dar la vuelta a lo que se espera de esos personajes. Una de mis intenciones es huir un poco de lo evidente, descargar a las víctimas de las características que se presupone que tienen y también a las partes que salvan. Hacer un ejercicio de comprensión, porque de maneras diferentes las dos lo que hacen es mostrarse vulnerables y dejarlo ahí para que cada lector haga lo que quiera", explica la autora, principalmente conocida por su faceta como poeta y con centenares de miles de seguidores en las redes sociales.

Las vulnerabilidades, claro, son el eje de este thriller psicológico de descenso, resurgimiento e intercambio de roles. "Estamos en un momento en el que de alguna manera mostrarse vulnerable puede ser incluso un paso en falso, porque no dejas de mostrar tus fragilidades para que el resto te pueda atacar, y estamos también en un momento en el que es verdad que atacar a los demás es muy fácil", argumenta Sastre, para quien llegar a esa punto de exposición tan personal "requiere un salto, una valentía, y también una generosidad", puesto que "si en algo nos reconocemos todos de alguna manera es en esa vulnerabilidad, porque todos tenemos las propias".

"Para mí, es un paso que tiene un riesgo pero que al final tiene más ganancia, ya que nos conocen más los demás y nos conocemos más a nosotros mismos cuando hacemos ese ejercicio de reconocer lo que nos hace frágiles, que suelen ser partes más oscuras, no tan luminosas y atractivas para los demás", remarca, lamentando acto seguido que nos resulte tan complicado mostrarnos tal cual somos a los demás, principalmente porque "no nos han enseñado" a hacerlo.

Y aún continúa profundizando: "Por la experiencia de este libro, para mí es casi más el proceso de llegar a descubrir qué es lo que te hace daño que luego verbalizarlo en sí. Siento que tienes que atravesar un bosque de cosas con la luz apagada para llegar a eso, y es ese camino el que no nos enseñan y en el que no nos dan esas herramientas. De alguna manera también creo que es cierto que hemos superado un poco toda esa fase de la educación de 'sé fuerte' y 'no se puede llorar', pero como generación también nos ha tocado y es algo con lo que hemos vivido desde pequeños. Y luego ves muchas veces mensajes en redes que van un poco por ahí a día de hoy, de mostrar vidas muy brillantes y gente que consigue todo simplemente con soñarlo, y esa es una mentira, evidentemente. Me interesa por eso darle la vuelta a ese mensaje y quitarnos un poco de presión. Si consigo eso en alguien que leyera este libro sería un objetivo cumplido".

Una presión autoimpuesta que es el leitmotiv de la Elvira ficticia, pues, sin conocer de nada a Sara, se arroja con una determinación inquebrantable a la titánica labor de reparar algo que no se sabe a ciencia cierta por dónde se ha roto. Es por ello que una de las mayores dificultades a las que se ha enfrentado Sastre surge cuando las protagonistas del libro establecen esa relación de poder y dependencia, hasta tal punto de que de repente la víctima "se va recuperando" y su supuesta salvadora "va hacia abajo", cambiando así las posiciones: "Tu objetivo es que esa víctima esté bien, pero cuando lo consigues de repente sientes dentro de ti algo descolocado. A lo mejor es que estoy desubicada y no tengo sentido en la vida si no la puedo ayudar... ahondar en eso a través de las palabras ha sido difícil".

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Ocurre, por supuesto, que en el proceso de sanación va cambiando todo de dentro hacia fuera y desde fuera hacia dentro mientras surgen "millones de preguntas" para las que la autora, según confiesa, no tiene las respuestas ni las va a tener. Puede suceder, por ejemplo, que la propia hermana de la víctima se eche a un lado agotada, incapaz de hacer lo que se supone que tiene que hacer, que es acompañar. "Ese esfuerzo de ponerte por delante de otros es complicado, lo que pasa es que muchas veces si no lo haces a lo mejor terminas convirtiéndote tú también en agresora o en una persona que puede ser tóxica para los demás", reflexiona la escritora sobre este "mundo muy difuso" en el que necesitamos todos "mucha educación y psicología". "Imagino que esto con terapia psicológica al alcance de todo el mundo sería más fácil de resolver", añade.

Las vulnerabilidades masculinas tienen también su espacio en esta historia en un padre que en realidad no sabe qué hacer ni cómo hacerlo bien. Esto lleva a Sastre a argumentar que aunque los hombres aún viven con esa etiqueta de "tienes que ser fuerte y el que lleve el dinero a casa", luego resulta que en muchos casos "el sostén de esas familias son siempre las mujeres, que están relegadas y no se las escucha", pero que terminan apareciendo cuando el hombre "se quiebra por momentos porque no le han enseñado" que se puede permitir cierto tipo de fragilidad. "Por eso cuando lo hacen y se lo permiten es un despropósito que no pueden asumir y tú como hija le cuidas como a un niño y te haces tú pequeña para que se sienta él grande. Hay un patrón que se repite continuamente en amigas con padres, y es muy fuerte, hay muchas que tienen problemas y otras que intentan gestionar y hay una cosa común de una sobreprotección y trata a su padre como a un niño al que tuviera que contentar, lo cual es reconocerles también frágiles", reflexiona.

Reivindica en este punto la autora la empatía, "algo que parece tan sencillo", pero en realidad es tan complicado. "La empatía requiere un esfuerzo y no todo el mundo está dispuesto a pasarlo, porque a lo mejor muchas veces tienes que reconocer tú que no has hecho las cosas bien, algo con lo que no pasa nada, porque nadie hace las cosas bien todo el tiempo. Un mensaje que quiero transmitir es que no nos tenemos que presionar de esa manera", explica, para ya rematar: "La empatía es uno de los valores más importantes que puede tener una persona. Y no creo que se esté perdiendo esa empatía, hay gente haciendo cosas increíbles en el mundo poniendo su cuerpo, su imagen, su dinero, su tiempo, y creo fervientemente que hay una actividad ciudadana brutal que es la que hace que cambien las cosas. Creo que a nivel individual hay una generosidad por parte de la gente, que es algo que venimos arrastrando un tiempo y por ejemplo la pandemia lo puso de manifiesto, que nos forma como sociedad. Es verdad que en redes hay mucho odio y es todo muy caníbal y carnívoro, pero creo que es mayor la cantidad de gente que hay haciendo cosas buenas y eso lo evidencia el momento social en el que estamos, que para mí por lo menos es de avance y de progreso".

Elvira Sastre (Segovia, 1992) se adentra en los recovecos más endebles del alma humana para escudriñar la relación de poder y dependencia que se establece entre dos mujeres heridas de diferentes maneras por relaciones no ya tóxicas, sino directamente violentas, de esas que te desconectan del mundo, te anulan y te convierten en un ente dañado que vaga penando, apenas recuperable. Violencia sexual, maltrato psicológico, acoso, soledad, el abandono de tu entorno, la impotencia de la familia para comprender a la víctima y cuidar hasta la sanación.

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