Te di ojos y miraste las tinieblas
Irene Solà (traducción al castellano de Carmen Cardeñoso Sáenz de Miera)
Anagrama (Barcelona, 2023)
Esta es la tercera novela de Irene Solà, tras Canto yo y la montaña baila (2019), un éxito de ventas, tanto en catalán como en castellano que, con un prestigioso premio europeo en su haber, invita a que nos preguntemos qué puede escribirse tras una gran novela. Pues, en el caso de Irene Solà, otra también memorable.
La nueva novela se compone de seis partes, con sus correspondientes citas iniciales. Arranca la narración al Amanecer y se cierra con la Noche, que empieza con una visión propia de El Bosco, mientras que entre el uno y la otra transcurren, sucesivamente, la Mañana, el Mediodía (donde aparece la historia intercalada del joven pobre y la heredera, con sus dosis de escatología, página 56), la Tarde (comienza como si se contara desde una cámara de cine e incluye la "historia de la vaca") y el Atardecer (cuando Bernadeta relata sus historias, y Joana cuenta un cuento, con rasgos de humor).
Si la Tarde concluye de manera memorable, con la muerte de Elisabeth; el Atardecer se inicia con otra escena no menos brillante: con el baño de las mujeres y el placer que les proporciona el llamado Mal Aquí, con "su instrumento infalible, que estaba torcido pero curaba mucho" (página 100). En un día, en suma, se comprimen y esponjan cuatro siglos, donde no faltan anacronismos, pues, durante la carlistada, aparecen "táper" y "microondas", aunque el narrador apostille —a la manera de Juan José Millás—: "significasen lo que significasen esas palabras" (página 111). En la Noche, nos encontramos con escenas de la Guerra Civil, los antifascistas y el bombardeo de Sant Hilari; la condena de Franco ("Franco es peor que cualquier demonio", página 139), con la denuncia de la explotación en Cataluña de los emigrantes, las condiciones precarias en las que viven (página 146); y se cierra el capítulo, y la novela, con que Bernadeta, antes de morir, pare a Dolça, tras contarnos sus tratos con el demonio, que se metamorfosea en un hombre, una gata o un toro feroz, mientras se lamenta: "Yo soy aquel al que nadie quiere" (página 131).
Se completa la obra con una Nota de la autora y unos Agradecimientos. En el título, marca de la casa, como la espectacular cubierta ("Almas del purgatorio [un monstruo de fauces pantagruélicas] consoladas con una ofrenda"), oímos nada menos que la voz de Dios, el reproche que le hace a Margarita, una de las principales protagonistas de la novela, en el que le recuerda que le dio la vida, los ojos, y ella los utilizó para inclinarse hacia lo incierto, para mirar a la oscuridad... (páginas 63 y 64). Asimismo, se le concede protagonismo tanto a Dios como al diablo, en un mundo de pulsiones y certezas primitivas.
La historia que se cuenta trata de la vida, del deseo y del amor ("esa forma que tienen los hombres de quererse, que es mucho mejor que la que tienen de querer a las mujeres", se nos dice, página 42 ); de sus ritos y juegos ("querían jugar a padres y madres y querían tener hijos (...), ninguno quería ser la mujer", página 90); sin olvidar la presencia de lo maravilloso, de la violencia, que puede llegar a ser extrema, como ocurre durante la ejecución de Francesc (página 67), o la de los malvados Bartomeu y Esteve con la niña Àngela, la hija de Blanca (página 91), de lo escatológico o de la receta de perdices; ni tampoco un cierto protagonismo de las brujas y del espejo, a través del cual observamos enanos, mujeres diminutas que bailan, un geniecillo o un duende (ppágina 76, 93, 94, 110 y 111). A lo largo de ese día, pues, se cuentan diversos episodios que comprenden cuatro siglos de la historia de una familia, en una masía olvidada, habitada casi únicamente por mujeres que carecen de una de las partes del cuerpo, donde ellas mismas pueden ser fantasmas del pasado; pero también nos encontramos con los maquis, los carlistas, los soldados del virrey que los persiguen y —llevando una vida complementaria a la de los humanos— diversos animales, domésticos o salvajes.
Además, la geografía adquiere un significativo protagonismo, y podría decirse que se vincula con una tradición que, en la literatura catalana, pasa por Verdaguer, Guerau de Liost, Carner, Espriu y Marià Manent, por solo recordar nombres relevantes que se valieron de esos mismos paisajes. Los acontecimientos que se narran transcurren en lugares situados entre el Montseny y las Guilleries, en la zona este de Cataluña; aunque el centro de la acción -el marco, digamos- podría fijarse en el Mas Clavell ("aquella masía caída en desgracia no solo cayó también rápidamente en el olvido", página 76), de donde procede Bernardí, el hombre que el diablo le proporciona a Joana, la matriarca, tras un pacto al que el relato nos remite una y otra vez, pues acaba convirtiéndose en una maldición.
El diablo se muestra bajo distintas formas, bien sea un toro (página 19), bien un hombre (página 21), e incluso se describe el infierno (página 64); de Bernardí se dice que era feo, pero que tenía una buena seta entre las piernas... (páginas 21, 60). El marido de Joana no era, sin embargo, un hombre entero, como tampoco lo serán sus descendientes, pues, a Margarida, su hija, le faltaba un trozo de corazón; Blanca nació sin lengua y "corta de entendederas"; Esperança sin hígado y por ello murió, como también fallece pronto el heredero, llamado asimismo Bernardí.
La narradora, voz que no parece fiable del todo (procedimiento que se remonta a Ford Madox Ford y a Henry James, pero que, entre nosotros, ha utilizado con fortuna Cristina Fernández Cubas, en su cuento La ventana del jardín), va recomponiendo la historia familiar, menuda: la intrahistoria, con sus mitos, leyendas, así como con el peso de las creencias, las supersticiones y el uso de refranes y dichos, como el del "lobo galante" (página 101), o el protagonismo de la oralidad. Esas mujeres, que viven aisladas en una masía, intentan sobrevivir entre animales que las acechan, gozando como mejor pueden, entre ellas mismas o con hombres a los que desean y se sienten atraídos por ellas, con una furia primitiva, elemental pero gozosa. Asimismo, destaca tanto el protagonismo que adquiere la naturaleza: plantas, hierbas, árboles, frutas...; como los animales: peces, pájaros, lobos... (página 17). El sexo entre animales tiene una especial relevancia, como puede observarse en las relaciones que entablan la cabra parda y el macho (páginas 44 y 50); cuando se aparean, primero, los cerdos, y luego los corzos (páginas 69-71); y un motivo que se reitera, el –digamos, delicado- acoplamiento de dos moscas "golosas", mientras Blanca las observa. No en vano, se dice, los hombres y las mujeres se aman, se quieren y se desean como hacen los animales; de la misma forma que las mujeres y los animales paren de manera similar (páginas 69, 77 y 108-110).
La experiencia lectora nos dice lo difícil que, a estas alturas, resulta contar las relaciones sexuales, pero la autora resuelve el embite de manera magistral, concediéndole el suficiente protagonismo para que ocupen un importante espacio en la trama. Así, por ejemplo, la segunda parte acaba con la relación que mantienen Blanca y Elisabeth, que se prolongará durante la Tarde, y se nos cuenta simultáneamente la matanza del cabrito y la pasión sexual que comparten Àngela y el llamado Martí el Tendre, el hijo bastardo ("más feo que una mueca") de Elisabeth y Francesc. Y más adelante, las relaciones que Blanca mantiene con Miquel Paracolls, quien la deja embarazada (páginas 73 y 75); y de Dolça con Isidre, el Manta (página 94). Blanca, recuérdese que es muda, disfruta actuando y observando cómo gozan los demás, ya sean humanos o animales.
El relato no se atiene a la cronología tradicional, pues trastoca el tiempo, utilizándolo como mejor le conviene, viajando con libertad entre el presente y el pasado. Así, al final, el espacio se concreta, pero el tiempo va saltando: "en esa casa y en esa montaña, y en todas partes, el tiempo siempre había hecho lo que le había dado la real gana" (página 155). Destaca, de igual modo, la riqueza del lenguaje, el ritmo, la cadencia de la prosa que en la traducción intenta mantener un léxico alejado de las acepciones más corrientes, pero más rico y preciso, pero que funciona; respetando, además, el registro del original. Asimismo, subrayaría el tino con que utiliza las metáforas (obsérvense las referidas a la sexualidad, por la que el pene tiene cabeza de serpiente o se asemeja a una seta, ppágina 21, 50 y 60) y las imágenes ("el verde traidor de los árboles", página 43); o el acierto con que se vale de la elipsis.
Entre los personajes, a algunos de ellos ya nos hemos referido, destacan cuatro mujeres: Joana, Margarida, Blanca y Elisabeth, y un hombre, Francesc, a quien llaman el Clavell, segundón del Mas Llovera, situado cerca de Viladrau. Este se casa con Margarida, la hija de Joana, y tienen tres hijos: Bartomeu, Esteve, nació sin una oreja, y Guilla, al que llama "raposo". Por su parte, a Francesc, convertido en bandolero, y a su cuadrilla, lo persiguen por robar. En un momento dado, mantiene relaciones extramaritales con Elisabeth, con quien dice que se habría casado enamorado (página 47) y a quien deja embarazada. Asimismo, se le concede protagonismo tanto a Dios como al diablo, en un mundo de pulsiones y certezas primitivas, cercano al de Ramiro Pinilla.
Pero como se trata de una novela coral, gozan también de cierta presencia Bernadeta (se la tacha de "vieja cargante", a quien nadie quería), que anda en tratos con el diablo y cuya muerte se espera en las primeras líneas; y Bernardí, sin que sean los únicos. De algunos de ellos, se nos proporcionan bien trazados retratos: de Bernardí (página 15); del demonio (página 19); de Marta, que cuida de Bernadeta (ppágina 29, 31 y 32 ["era zafia, bruta, pollina, un cardo borriquero, una cabeza hueca (...), era más corta que el rabo de las cabras, atormentadora, desconocedora de todo y desmemoriada"]); de Dolça (página 38); de Elisabeth (página 46); de Àngela (página 51); de Rosa (página 92); de Nico (página 93); del Mal Aquí (página 100); del Mal Caçador (página 109).... De Dolça se comenta, además, que "la retahíla de amores y amantes (...) era tan larga que no tenía fin" (página 85). Al final, durante el "Atardecer", se nos dice que todos habían muerto cuando Margarida se queda sola y, entonces, en otro final de capítulo memorable, vio al demonio dentro de su casa y se dio cuenta de que la habían matado, siendo así que "cuando una muere de mala manera, de una muerte horrible (...), se queda atrás y pasea por este mundo como una condenada" (página 115).
Diría, en fin, que la novela tiene mucho de las leyendas y supersticiones locales, pero también del mundo de Juan Rulfo (una de las citas es de Pedro Páramo); de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; o de La ruina del cielo, de Luis Mateo Díez.
El éxito, en su versión en castellano, de los cuentos de Sergi Pàmies y de las dos últimas novelas de Irene Solà, por no recurrir al respeto constante por la obra de Mercè Rodoreda, desmonta otro de los tópicos a los que suelen acudir los nacionalistas catalanes más fanáticos: que a la literatura catalana no se le presta atención en el resto del España, por estar escrita en su lengua.
P.D. Un consejo final: quien pueda, debería leerla en catalán, su lengua original, precisamente por el rico y preciso fraseo de la autora.
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* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.