Enjambre
Rafael Cabanillas
Cuarto Centenario
Toledo
2021
Rafael Cabanillas ha publicado su última novela, Enjambre, tras el éxito de la anterior, Quercus, ambas en la Editorial Cuarto Centenario. El título brillante, naranja, resaltado en la portada bellísima de un libro mimado por su editor, Francisco del Valle Delegido, nos atrae como la miel a las abejas, nunca mejor dicho. Porque además sus lectores venimos de leer Quercus estupefactos, anonadados, heridos por nuestro pasado y sorprendidos por la lentitud de los cambios en esta sociedad que permite tantas soledades y tantos vacíos y tantos olvidos.
Antonio Basanta, en la contraportada de Enjambre, nos señala uno de los rasgos inconfundibles de la prosa de Cabanillas: "Su lenguaje rico, preciso y rescatado; sus personajes memorables, nacidos de las sombras anónimas de la Historia: mujeres y hombres que ahora cobran vida desde el silencio, para hacernos testigos de su dolor y de su ejemplar heroísmo. El lector de Enjambre hallará una obra imprescindible para quienes, desde la memoria, deseen la construcción de un mundo basado en la equidad, la fraternidad y la justicia".
Nos quedamos con un personaje. Tiresias, el hijo de Jacobo y de Remigia, vive en Enjambre, su pueblo, con otros vecinos, Eustaquio y Encarna. No se hablan. Cosas de los pueblos. Nunca nadie le ha dicho por qué no se hablan pero "¿Para qué saberlo? Odio con solera". Además de sus cabras y su monte y su naturaleza, Tiresias tiene una radio "que funcionaba con dos pilas de petaca unidas exteriormente al aparato con varias vueltas de esparadrapo renegrido y áspero". Y ahora también van a tener teléfono. "El progreso es imparable: agua, luz y teléfono". En Enjambre y en las aldeas contiguas viven "buenas gentes que laboran, pasan y sueñan y en un día como tantos, descansan bajo la tierra", como nos dejó escrito el poeta. Eso es lo que uno siente al leer la novela, el halo de la bondad, la brisa del pasado de la gente buena.
Tiresias es analfabeto porque en Enjambre no hay escuela. Los padres de Tiresias no se fueron a la ciudad, como todos los demás. Y la escuela, que se quedó sin niños, amenaza derrumbe como los campos, que sin labradores que los cultiven son ahora un erial. "Triste paradoja la de esta tierra, llamarse Enjambre y estar vacía".
Pero que no se acongoje el lector. Enjambre no es una novela que nos habla desde la desolación, sino desde la esperanza. Y un ejemplo lo vemos en la posibilidad que tiene nuestro joven Tiresias de aprender a leer y a escribir gracias a la generosidad del señor Deogracias que se emociona un domingo de clase. "Porque sólo se enseña y se aprende aquello que se ama con pasión". Tiresias encontrará su camino gracias a la radio, a las primeras letras y por supuesto al amor. Porque felizmente Enjambre, como todas las grandes novelas, también es una novela de amor.
Ver másLa utopía de Rodrigo Cuevas: llenar de arte y cultura la Asturias vaciada
Dice Rafael Cabanillas que Enjambre es la novela de la absoluta modestia. "Enjambre es un grito mudo, callado, pues son los gritos más hondos y dañinos, por una tierra, por unos hombres y mujeres, por una forma de vida que se nos escapa de las manos igual que se escapa el agua. Un mundo que se abandona, que se deja morir, que agoniza a cambio de un falso progreso, absolutamente perjudicial, tóxico, que destroza la tierra y las vidas. Los protagonistas conviven con la miseria y una mínima ayuda podría hacerles felices. La ayuda más importante, más eficaz, es que les dejen vivir en paz. Que ese otro mundo que se come todo no se convierta en su enemigo. El suyo no es la Arcadia ni el paraíso prometido, pues la supervivencia es dura, pero es una vida digna. Respetuosa con la madre tierra, que nos da de comer y a la que pertenecemos igual que pertenecen las abejas y las encinas. Honestidad e inteligencia para dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que nosotros nos encontramos".
Poco podemos añadir a las palabras del autor. Ciertamente sólo desde la memoria se puede construir el futuro, el buen futuro. Y Cabanillas contribuye con sus narraciones a recordar quiénes somos y de dónde venimos. Y quizás lo más importante: nos lo cuenta con dulzura, con bondad, con integridad y con la modestia que emanan los corazones de la gente honrada.
Sonia Asensio es profesora de Literatura.
Enjambre