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Pablo Simonetti por Pablo Simonetti

Pablo Simonetti

En los veranos de 2003 y 2004, Pablo Simonetti (Santiago de Chile, 7 de diciembre de 1961) se encerró en su "cuarto propio" particular para escribir la que sería su primera novela, Madre que estás en los cielos. La que terminó siendo su consagración literaria tenía que ver con la pérdida de su propia madre, tras una enfermedad fulminante, unos años antes, y de la que nacería su Julia, la protagonista de aquel debut, "una mujer honesta, bienintencionada, movida por los principios éticos que heredó de sus padres y las enseñanzas de su religión, y que al mismo tiempo estaba profundamente equivocada". Ahora que Alfaguara reedita la novela, el escritor se interroga sobre aquel trabajo que sigue marcando su carrera. Continuamos así con esta serie, en la que han participado autores como Eduardo Mendicutti, Andrés Neuman o Teresa Gómez.Eduardo MendicuttiAndrés NeumanTeresa Gómez

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Pregunta. ¿Cómo esperas que los lectores de hoy reciban esta historia, contada por una mujer nacida en los años 20 del siglo pasado?

Respuesta. Los lectores encontrarán en la familia de Julia Bartolini rasgos de sus propias familias. Las madres verán representados sus miedos respecto de sus hijos y los hijos verán representados sus rencores respecto de sus padres. El motivo principal de la novela, la forma en que el secreto y la negación modelan la parte visible de la vida en común, sigue marcando la vida de las familias. La dificultad de los padres para aceptar la identidad de sus hijos, y de los hijos para comprender las decisiones de sus padres, es un viejo motivo literario y, a la vez, siempre nuevo. Y como las familias han sido siempre un buen espejo de las sociedades a las que pertenecen, los lectores encontrarán también una historia subliminal de Chile, con especial acento en cómo se ha ido ampliando, con dolor, el espacio de lo legítimo.

P. Mencionas en el prólogo que esta novela te hizo escritor. ¿De qué forma?

 

R. Madre que estás en los cielos me enseñó a confiar en que hay otra vertiente, aquella que te lleva a concluir una novela, la que te abre por completo el panorama después de subir y bajar durante meses o años, como en un cruce de cordillera. Cuando los tres arcos temporales del relato adquirieron la firme unidad de sentido que se fragua hacia el final, supe en qué consistía terminar una novela. Hoy, gracias a esa confianza, cuando empiezo a escribir una novela, no me amedrenta el no saber con precisión qué estoy contando y por qué lo estoy haciendo.

P. ¿Cuál es esa unidad de sentido?

R. La marginalidad interior de los tres protagonistas: Julia es la principal, pero están sus hijos, Andrés y María Teresa. Cada uno a su manera se siente rechazado por su mundo de pertenencia. Y la madre que tanto quiso evitarles a sus hijos el sufrimiento de la marginalidad, termina aprendiendo de ellos que la manera de no sufrir no es esconder el origen de esa marginalidad, negarla, controlarla, sino aceptarla y enorgullecerse de ella.

P. ¿Fue difícil escribir en primera persona femenina, con la voz de una mujer de otra época?

R. Yo tenía a mi haber el acervo verbal de mi madre, y me bastaba pasar las frases que me venían a la mente por ese velo transformador –con sus expresiones coloquiales, sus arcaísmos y giros expresivos–, para que se convirtieran en frases escritas por ella. Más trabajo me tomó suponer las intenciones de una madre, componer los matices de su comportamiento, darles significado a sus gestos y acciones. Pero no era para nada un mundo extraño para mí, sino lo contrario, me encontré en tierra hospitalaria.

P. De la pregunta que nunca me escapo, y no veo por qué tendría que escabullirme de ella en esta ocasión, es cuán antobiográfica es la novela.

R. Los conflictos de Julia con sus padres; la incomprensión de Julia y su marido respecto de la personalidad y las elecciones de su hija María Teresa; el choque del amor y la desconfianza en la relación de Julia con su hijo Andrés, son conflictos que nos tocó vivir como familia. Si de una célula se tratara, el núcleo de la novela responde a esos conflictos. El contexto social, cultural, político, religioso fue en el que estuvimos inmersos. Es decir, la membrana de la novela también es autobiográfica. Sin embargo, el plasma celular, la forma en que ocurrieron las cosas, las situaciones que se cuentan en las páginas de Madre que estás en los cielos, incluso los destinos de los personajes, no corresponden a la vida real. Las escenas y pasajes los concebí literariamente, perfilándolos de manera que respondieran con todo su poder narrativo al sentido de la novela. Hay muchos ejemplos, y desde la primera escena en adelante es el escritor quien está al mando, sin un apego particular a cómo ocurrieron las cosas en la vida real.

En los veranos de 2003 y 2004, Pablo Simonetti (Santiago de Chile, 7 de diciembre de 1961) se encerró en su "cuarto propio" particular para escribir la que sería su primera novela, Madre que estás en los cielos. La que terminó siendo su consagración literaria tenía que ver con la pérdida de su propia madre, tras una enfermedad fulminante, unos años antes, y de la que nacería su Julia, la protagonista de aquel debut, "una mujer honesta, bienintencionada, movida por los principios éticos que heredó de sus padres y las enseñanzas de su religión, y que al mismo tiempo estaba profundamente equivocada". Ahora que Alfaguara reedita la novela, el escritor se interroga sobre aquel trabajo que sigue marcando su carrera. Continuamos así con esta serie, en la que han participado autores como Eduardo Mendicutti, Andrés Neuman o Teresa Gómez.Eduardo MendicuttiAndrés NeumanTeresa Gómez

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