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Pensar la ausencia

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Esta pieza pertenece a un monográfico sobre el exilio, coordinado por el profesor Antolín Sánchez Cuervo. Consulta todos los temas en el número 75 de Los diablos azules.número 75

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Ha sido un trabajo largo y difícil. Manuel Aznar Soler y José Ramón López García han editado al fin su Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 (Renacimiento, 2016), cuatro volúmenes labrados durante años con el trabajo colectivo del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL). Los investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona se proponían recuperar, para otros investigadores y para la memoria colectiva, la actividad a menudo olvidada de los autores que cruzaron el charco tras la Guerra Civil. Luis García Montero hace memoria junto a ellos en esta entrevista. 

 

Pregunta. En Campo de los almendros, la novela con la que Max Aub cerraba El Laberinto Mágico, hay una famosa escena en la que un padre le pide a su hijo que mire a los derrotados republicanos y que no olvide nunca la grandeza de su lucha. Están sucios, cansados, rotos, pero son lo mejor del mundo, los que se han atrevido a luchar contra el asalto del fascismo. Un trabajo como este Diccionario es heredero de ese deseo: no olvidar. Me ha resultado emocionante el tono de rigor profesional que se utiliza en el prólogo de este “atlas de los distintos mapas de nuestro exilio republicano”. Pero se sienten latir los años de apuesta apasionada. ¿Cuánta pasión y compromiso caben en una tarea profesional? He leído y consultado vuestro esfuerzo como un alegato contra la tecnocracia de los que quieren imponer una idea desvinculada del saber en las universidades. Aquí el saber tiene una evidente dimensión ética.Campo de los almendrosEl Laberinto MágicoDiccionario

En 1993 se constituyó en la Universitat Autònoma de Barcelona el Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL). En el manifiesto se planteaba la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio como una tarea “prioritaria y urgente”. Quiero preguntaros por la prioridad y la urgencia. Habían pasado 18 años de la muerte del dictador, 15 de la Constitución… ¿Qué pasaba con la memoria del exilio? ¿Era normal la falta de atención? Muchos exiliados aún estaban con vida cuando nos llegó la democracia por la que había luchado.

Respuesta. Ya en el Manifiesto fundacional de nuestro Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) esa “evidente dimensión ética” que destacas se explicaba con claridad. En efecto, el GEXEL es un grupo de investigación, adscrito al Departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), que se constituyó formalmente el 30 de enero de 1993 con la aprobación por parte de sus miembros fundadores de un Manifiesto donde se explicaban sus objetivos y proyectos, algunos fragmentos del cual nos parece necesario recordar ahora:

 

El GEXEL se constituye como un grupo de investigación (…) que se plantea como tarea prioritaria y urgente –una tarea de evidentes implicaciones éticas y políticas- la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio republicano español de 1939. (…)El mejor homenaje a un escritor, vivo o muerto, consiste en leerlo, tarea particularmente difícil en el caso del exilio. Al margen de aquellos autores cuya obra ha sido total o parcialmente recuperada, una gran parte de nuestros escritores exiliados nos son aún hoy inaccesibles, ya que muchos de sus libros no figuran en bibliotecas públicas, catálogos editoriales o librerías.En suma, que la mayoría de nuestros escritores exiliados, a quienes la política del franquismo condenó al silencio y al olvido, siguen siendo escritores ignorados.Apelamos a la conciencia y a la sensibilidad de la sociedad española para que repare esta injusticia y salde, de una vez por todas y con la debida dignidad, esa deuda moral contraída con aquellos españoles que pagaron con el destierro forzoso su fidelidad a la legalidad democrática republicana y su defensa de la libertad de nuestra cultura. Apelamos a la necesidad y urgencia de recuperar este patrimonio cultural y literario. Olvidarse del exilio republicano, ahora que aún puede reconstruirse buena parte de su historia documental y literaria, sería su segunda muerte, acaso ya definitiva.Estamos firmemente convencidos de que la recuperación de nuestro exilio debería haber sido una cuestión de la política de Estado y de que, salvo iniciativas puntuales cuyo mérito sería injusto no reconocer, el exilio constituye una asignatura pendiente de la política cultural de la España democrática y, especialmente, de un gobierno cuyo partido luchó en defensa de aquellos mismos valores. Estamos firmemente convencidos de que la recuperación del exilio no puede quedar abandonada únicamente a la iniciativa privada, por bienintencionada que ésta sea, y por ello recabamos la ayuda para nuestro proyecto de las instituciones del Estado: Gobierno Central, Gobiernos Autonómicos, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos. Nos gustaría que el pueblo español pudiese leer lo antes posible a los escritores del exilio republicano de 1939 cuyas obras aún no han sido reeditadas y que esta literatura desterrada regresara a su tierra y a su público, es decir, estuviera a su alcance en las librerías o bibliotecas.

Desde 1993, para el GEXEL investigar, editar, estudiar y divulgar la literatura de nuestro exilio republicano de 1939 no era una cuestión puramente académica, que naturalmente lo es y que hemos tratado de realizar con el máximo rigor científico, sino que desde el principio implicaba también un compromiso ético y político, porque reconstruir nuestra memoria republicana es reconstruir sencillamente la historia de nuestra tradición cultural y democrática más inmediata. En enero del próximo año 2018 nuestro GEXEL va a cumplir sus primeros veinticinco años de edad y, por desgracia, la recuperación del patrimonio literario de nuestro exilio republicano de 1939 sigue siendo una asignatura pendiente de la política cultural del Estado y de la sociedad democrática española.

P. ¿Nuestra democracia fue la democracia por la que habían luchado? Siempre me ha llamado la atención el sentimiento de tristeza que hay en algunas “vueltas” o visitas. La España de los últimos años 60 se integra en el capitalismo avanzado europeo. Pese a las luchas clandestinas, la sociedad avanza hacia unos valores que tienen más que ver con el consumo que con la tradición republicana. ¿Empieza en este momento el tipo de Transición que se desarrolló después? Creo que es importante tener en cuenta la mirada de los exiliados para analizar el tan debatido tema de la Transición española.

R. Creemos que el franquismo reconvertido en democrático de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez impuso durante la Transición unas reglas del juego (amnistía por amnesia, por ejemplo) en las que el exilio republicano de 1939 quedaba condenado de nuevo al silencio y al olvido que había padecido durante la dictadura militar franquista. Desde la convicción de que el dilema real era dictadura o democracia, y que el dilema entre monarquía o República era irrelevante, los partidos políticos que habían luchado por la democracia —entre ellos el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista de España, vencidos en 1939—, aceptaron las reglas fundamentales de esa democracia “controlada”. Por ello, obviamente, la mayoría de los exiliados republicanos sintieron un temprano desencanto, una profunda decepción, ante una Transición democrática que los derrotaba por segunda vez, que los convertía de nuevo en víctimas del silencio y del olvido. Los propagandistas de la derecha y algunos socialdemócratas que sostienen que nuestra Transición fue “modélica”, ignoran que el precio que debió pagarse fue muy alto, y que el olvido y el ninguneo del exilio republicano de 1939 fue parte de esa factura.

P. Los escritores son sólo una parte del número alto de españoles y españolas que salieron al exilio cuando la república perdió la guerra. Pero es una parte significativa, porque a través de sus poemas, sus narraciones, sus dramas y sus ensayos podemos hacernos una idea del significado histórico y sentimental de aquel exilio. Lo que pudo sentir cualquier persona al cruzar la frontera después de la derrota para buscar un nuevo horizonte. Me gustaría que intentaseis definir ese sentimiento.

R. “Entre España y México” es un poema antológico de Pedro Garfias, escrito a bordo del Sinaia, en el que hay un verso, concretamente el noveno, que significa todo un programa de acción política:

 

España que perdimos, no nos pierdas;

Los exiliados republicanos perdieron España, pero desgraciadamente España perdió en 1939 la riqueza cultural y la calidad intelectual del patrimonio literario y político de nuestro exilio republicano. Ya hemos dicho que, desgraciadamente, ha faltado una verdadera política cultural de Estado desde 1975 hasta hoy. Sin embargo, han existido oportunidades históricas desperdiciadas como, por ejemplo, la del año 1992, con la conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de América, del Encuentro entre España y América. Entonces el Gobierno de Felipe González derrochó dinero en la Expo de Sevilla, pero a ningún político socialdemócrata se le ocurrió que, lejos del  conquistador Hernán Cortés y de los gachupines que habían ido a México para enriquecerse con la explotación del indio americano, el exilio republicano había sido decisivo para una nueva relación entre España y América, para un verdadero encuentro y no para un desencuentro o un encontronazo, como fue el de la Conquista. A ningún político socialdemócrata se le ocurrió que era un momento idóneo para honrar la memoria de nuestro exilio republicano de 1939, que se podía haber encargado a un equipo interdisciplinar de cualificados investigadores sobre el tema la redacción de un Diccionario biobibliográfico como el nuestro, pero mucho más completo, y publicarlo aquel año 1992 como homenaje y reparación a quienes lucharon por la democracia y la libertad de España. Así, de la indignación que nos produjo en 1992 este nuevo silencio y este nuevo olvido de nuestro exilio republicano de 1939, surgió la idea de crear un modesto grupo de investigación, el GEXEL, y de iniciar un proceso de trabajo que nos ha conducido, entre otros proyectos, hasta la publicación de nuestro Diccionario a finales del pasado año 2016.

Porque, contra las actitudes del antiguo conquistador y del viejo gachupín, en 1939, como bien expresaba Pedro Garfias en los versos finales de su poema, era la Re-conquista, la Conquista al revés:

 

Pueblo libre de México:como otro tiempo por la mar saladate va un río español de sangre roja,de generosa sangre desbordada.Pero eres tú esta vez quien nos conquistasy para siempre, ¡oh vieja y nueva España!

P. Hubo una intención clara de mantener vivo el pensamiento republicano en el exterior para seguir combatiendo la idea de España que imponían los golpistas. Se fundaron revistas, editoriales, asociaciones, instituciones. Recuerdo ahora un editorial de España peregrina en la que los intelectuales españoles se negaban a aceptar la injusticia como lógica del mundo y se unía a la causa universal de la libertad y la igualdad desde su propia experiencia republicana. El legado cultural de los españoles exiliados enriqueció mucho la vida universitaria de México o Argentina. A veces tengo la sensación de que se les ha hecho más justicia en México que en su propio país. ¿Es posible?España peregrina

Hay un ensayo magistral de Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo marxista en lengua castellana más importante del siglo XX, que se titula muy expresivamente “Fin del exilio y exilio sin fin” (1997). Es decir, que el fin político del exilio, cuando con la llegada de la democracia los exiliados ya podían regresar a España, coincidió con la revelación de que, en la práctica, su exilio no tenía fin. Y ello porque la dictadura militar franquista duró casi cuarenta años y la mayoría de ellos habían echado raíces en sus respectivos países de acogida, tenían hijos mexicanos o franceses, y su identidad era ya doble. Se trata de la tragedia del desarraigo y así, cuando Sánchez Vázquez paseaba por la Gran Vía madrileña, sentía nostalgia del Zócalo de la ciudad de México, y cuando paseaba por el Zócalo de la capital mexicana sentía nostalgia de la Gran Vía madrileña. En este sentido, vale la pena recordar una afirmación suya en este ensayo que dice así: “Lo decisivo es ser fiel –aquí o allí— a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio, Lo decisivo no es estar –acá o allá— sino cómo se está”. Y la clave estriba en ese cómo, que compartimos por completo.

México ha reconocido el protagonismo de nuestro exilio republicano de 1939 en el desarrollo cultural, económico e intelectual del país. Y para nuestro exilio republicano la figura del general Lázaro Cárdenas ha sido una figura intocable por su generosa inteligencia al acogerlos, pese a la oposición de la derecha mexicana, con los brazos abiertos. La sociedad democrática española sigue teniendo una deuda moral con nuestros exiliados republicanos y ya son demasiados años sin pagarla.

P. Cuando se lee a los exiliados, se tiene la impresión de que al principio pensaban que el regreso se produciría en pocos años. Pensaban incluso que la victoria de los aliados contra el nazismo y el fascismo permitiría también la recuperación de la democracia para España. Pero las democracias europeas prefirieron santificar a la España franquista. No quiero hablar de esta historia, sino del sentimiento de desarraigo que sintieron los escritores españoles al pasar de los años, 10, 15 años, y sentir que ya no pertenecían a la vida española y que tampoco podían sentirse del todo integrados en el país que los acogía. Es un momento de quiebra duro, saber que en realidad uno ya no es del todo de ningún sitio.

Sin duda, la cuestión del retorno, el regreso, la vuelta, es uno de los elementos que caracterizan a la especial circunstancia del exilio, tanto si se produce de modo real (de manera permanente o puntual) o de forma imaginativa o ficcional. Y, en efecto, una de las particularidades del exilio republicano de 1939 en comparación con otros fenómenos similares, es, además de su condición masiva e interclasista, su larga duración temporal. Por eso, no es posible responder de modo unilateral a esta pregunta porque, al igual que con otras cuestiones, el tratamiento de este aspecto es muy plural, determinado tanto por las circunstancias personales de cada exiliado, sus actitudes vitales y las variables que implican este paso del tiempo y las distintas determinaciones históricas (segunda guerra mundial, guerra fría, desarrollismo franquista, transición democrática…) a la hora de valorar el regreso o de plantearlo literariamente. Así, sin entrar ahora en sus recreaciones literarias, tenemos retornos muy tempranos y no siempre bien entendidos, como el de Juan Gil-Albert en 1947; polémicos y decepcionantes para la joven disidencia antifranquista del interior, como fue el caso de Alejandro Casona en 1962 o el viaje de Ramón J. Sender en 1974; lúcidamente críticos y desgarrados, como el que Max Aub testimonia en La gallina ciega, el diario de su viaje a la España franquista del año 1969 (“he venido, pero no he vuelto”, declarará de modo inmediato tras pisar suelo español); las variables que definen los regresos, durante la dictadura, la Transición y la democracia, de autores como Francisco Ayala, Jorge Guillén, Cecilia G. de Guilarte, Rafael Alberti, Jorge Semprún, María Zambrano…; los condicionamientos derivados de una muy particular transmisión del imaginario nacional español en el caso de los llamados niños de la guerra, quienes casi siempre fueron sujetos de un “exilio heredado” de sus padres al tiempo que vivieron una inserción compleja, pero indudable, en los países de acogida en que crecieron, etc.

Una de las mejores definiciones de ese ambiguo sentimiento de pertenencia es, sin duda, la que Adolfo Sánchez Vázquez precisa en el texto que antes mencionábamos, “Fin del exilio y exilio sin fin”:

 

Y entonces el exiliado descubre, con estupor primero, con dolor después, con cierta ironía más tarde, en el momento mismo en que objetivamente ha terminado su exilio, que el tiempo no ha pasado impunemente, y que, tanto si vuelve como si no vuelve, jamás dejará de ser un exiliado.Puede volver, pero una nueva nostalgia y nueva idealización se adueñarán de él. Puede quedarse, pero jamás podrá renunciar al pasado que lo trajo aquí y sin el futuro ahora con el que soñó tantos años.Al cabo del largo periplo del exilio, escindido más que nunca, el exiliado se ve condenado a serlo para siempre. Pero la contabilidad dramática que se ve obligado a llevar no tiene que operar forzosamente sólo con unos números: podrá llevarla como suma de pérdidas, de desilusiones y desesperanzas, pero también -¿por qué no?- como suma de dos raíces, de dos tierras, de dos esperanzas.

P. Y esta sensación de desarraigo, ¿cómo afecta a la creación literaria? La materia de la creación es la vida, y el alejamiento de la vida española se seca al cabo de los años de distancia. En un artículo de los años 50 en la revista La Torre, Serrano Poncela plantea este problema. Antes, en 1949, en Cuadernos Americanos, Francisco Ayala se pregunta “¿Para quién escribimos nosotros?”. Os lo pregunto a vosotros: ¿qué relación con los lectores puede plantearse un escritor exiliado?Cuadernos Americanos

La literatura de los exiliados, como es lógico, está recorrida transversalmente por su sensación de desarraigo. El exilio es su nueva circunstancia vital y, como tal, se trasvasa de modo muy diverso a sus creaciones. En este sentido, sus relaciones con el sistema cultural al que pertenecen se plantean, en primer término, como una necesidad de mantener la continuidad (en toda la extensión ideológica y estética del término) con cuanto había definido el proyecto republicano, a sus distintas culturas, un legado del que se sentían responsables y que sabían amenazado por el franquismo. Pero, claro está, la llegada a otros sistemas culturales, su inserción, problemática o no, en nuevos imaginarios políticos y sociales, también determinaron la introducción de variables en sus vidas y creaciones. Además de enfrentarse, en muchos casos, con las limitaciones evidentes que podía suponer un exilio que, como veíamos antes, se extendió en el tiempo de modo desmesurado y sin posibilidad de resolución efectiva.

Los exiliados, de modo general y mayoritario, escribían pensando en el público español, aunque lo hicieran desde la conciencia de una recepción diferida (aunque sin imaginarse inicialmente la magnitud de este paréntesis). Un público al que querían hacer llegar estas concepciones de la cultura y de la historia derivadas de su genealogía republicana, así como su visión e interpretación de los hechos; de ahí, por ejemplo, la eclosión de las llamadas “literaturas del yo” (diarios, autobiografías, testimonios…). Aunque pueda resultar paradójico por el tópico que suele asociar a los exiliados con una imagen congelada del pasado, su realización y destinatarios se orientan de un modo generalizado hacia el futuro.

Ahora bien, tampoco ha de olvidarse que muchos exiliados defendieron e intentaron llevar a cabo su integración en los países que los acogieron y que, en bastantes casos, fueron muchos sus lectores en tierras americanas, donde en países como México o Argentina, por ejemplo, dejaron una huella importante y aún visible a día de hoy. José Gaos, pongamos por caso, y mediante un concepto sin duda cuestionable, se refería a la opción del “transtierro”, la plena integración en el suelo mexicano; o Juan Larrea, con una formulación mesiánica de difícil aplicación, entendía América como el nuevo espacio en que podía fecundar de modo cierto su concepción del hispanismo, que proyectó en la revista Cuadernos Americanos.

Es evidente que la experiencia del exilio fue traumática, pero también enriquecedora, y que posibilitó ámbitos de escritura en libertad impensables en la España del interior, abiertos a temáticas y reflexiones que iban más allá de lo estrictamente nacional español, sin que eso niegue los abundantes discursos nacionalistas de todo tipo que están presentes en las culturas del exilio. Es decir, a la hora de plantearse las relaciones con el lector/es (americano, europeo y español, esencialmente), el escritor exiliado pudo entender el exilio, además de como una limitación, como una opción que abría otras posibilidades en otros sistemas literarios, con independencia de los resultados efectivos con los que luego, desde un punto de vista de sociología literaria, se haya traducido esta presencia.

No obstante, la pregunta de Ayala, sin duda, era muy pertinente (y no deja de resultar curioso, en este sentido, las contradicciones que su reflexión plantea años más tarde con otro ensayo suyo muy polémico del año 1981, “La cuestionable literatura del exilio”). Ayala concluía su texto, fechado en 1948, posponiendo la solución en un indeterminado futuro en el que los exiliados y disidentes franquistas se definían heroicamente como preservadores de “los signos del espíritu”, una “confabulación de almas solitarias, de obstinados y secretísimos anacoretas, disimulados entre las muchedumbres y retirados en medio de la ciudad, a la espera de ser descubiertos”. No fueron pocos quienes, acaso con algo de ingenuidad, confiaban en que este descubrimiento se produciría o, incluso, ya se estaba dando. Por ejemplo, lo evidencia la amargura y decepción de Aub en la ya referida La gallina ciega al constatar que apenas si es conocido y leído en la España franquista. En este sentido, podría afirmarse que, a pesar de lo mucho que se ha avanzado en los últimos años, las literaturas del exilio republicano de 1939 distan bastante de haber sido descubiertas por quienes eran y son sus lectores naturales. Algo que sigue siendo una cuenta pendiente y evidencia las limitaciones que mantiene la sociedad española con su historia y su memoria colectivas.

P. Tal y como va el mundo, os confieso que con frecuencia me siento huérfano. Veo la televisión, veo ela realidad, los valores que se han impuesto, veo que la gente vota a Trump en EE.UU, a Rajoy en España… ¿Puede el desarraigo de un exiliado servir de ejemplo en sus negociaciones con la vida a los que nos sentimos huérfanos?

R. Desde nuestro punto de vista, no podemos menos que afirmar rotundamente que sí. No sólo en el sentido de hallar un espejo en el que ver reflejada nuestra propia orfandad en nuestras particulares negociaciones con la vida. También, y sobre todo, como un ejemplo de insobornabilidad ética ante las desdichas del presente. Porque las decepciones, los proyectos de vida que truncó el exilio, el desarraigo…, toda esa parte, por así decir, más doliente del exilio, no debe hacer perder de vista que, más allá de sus miserias (que también las tuvo),  las biografías y las obras de los exiliados republicanos de 1939 nos hablan asimismo de la fidelidad a un ideario con el que enfrentarse a estas negociaciones que mencionas.

En un fragmento muy hermoso de Memoria de la melancolía (1970), María Teresa León, dirigiéndose a los “jóvenes sin éxodo y sin llanto”,  hablaba de la necesidad de “partir de las ruinas, de las casas volcadas y los campos ardiendo para levantar nuestra ciudad fraternal de la nueva ley”. O desde otro espectro ideológico, y a pesar de las denuncias constantes que había hecho en otros lugares de su obra exiliada a problemáticas como la comprensión exclusivamente economicista de las relaciones humanas o la acelerada carrera hacia la autodestrucción en plena amenaza nuclear, Pedro Salinas escribía su último libro de poemas titulado Confianza (1955), en cuyo poema que le da título, con Bécquer al fondo, planteaba todo un programa de esperanza en el futuro: “Mientras haya / lo que hubo ayer, lo que hay hoy, / lo que venga”.

P. María Teresa León hizo mil trabajos para sacar la vida familiar a flote en la Argentina. Qué buen libro es Memoria de la melancolía. Pienso en María Lejárraga, en Concha Méndez, en María Zambrano, en Zenobia Camprubí. O en Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, Victoria Kent… ¿Hay una perspectiva de mujer dentro del mundo del exilio?Memoria de la melancolía

El proceso que culminó con la proclamación de la Segunda República y que luego perviviría en el exilio tuvo como una de sus manifestaciones más importantes el impulso decisivo del feminismo. Frente a una política franquista que realizó cuanto estuvo en su mano para recluir a las mujeres españolas en la esfera privada, para mantener un ideario femenino que las encerraba en la ideología de la domesticidad, las exiliadas republicanas de 1939 tuvieron que hacer frente al reto de salvaguardar sus aún incipientes modelos modernos de mujer en contextos especialmente adversos. Contextos en los que a su condición de exiliadas se sumaba, en la mayoría de los casos, una doble invisibilidad como resultado de su inserción en sociedades básicamente patriarcales. Cuestiones como la identidad femenina, la situación social de la mujer, la presencia de modelos e imágenes de mujer que abordan aspectos esenciales como la sexualidad, la profesionalización literaria o la maternidad, la emancipación femenina como instancia ideológica, el desarrollo de instituciones y espacios de mujeres, el activismo político… En fin, todo cuanto implica una lucha mantenida contra viento y marea para redefinir las relaciones de género y alcanzar una verdadera igualdad entre los sexos, forma parte esencial del legado del exilio republicano de 1939 y establece una genealogía insoslayable para las actuales perspectivas y campos de lucha del presente. Se trata de un corpus muy variado, que despliega todo tipo de sensibilidades ideológicas y estéticas, pero con el elemento común de potenciar una perspectiva particular de mujer que nos muestra los difíciles, y fructíferos, procesos de negociación que tuvieron que llevar a cabo para desarrollar su labor como intelectuales y escritoras. En este sentido, son ya importantes los estudios y avances en el tema, un conjunto de investigaciones que van dando visibilidad en la esfera pública a esos nombres que mencionas y a otros muchos: Isabel Oyarzábal, Dolores Ibárruri, Mercè Rodoreda, Rosa Chacel, Federica Montseny, Ernestina de Champourcin, María Dolores Arana, Maruxa Vilalta, Margarita Nelken, Carlota O'Neill, Matilde de la Torre, Nuria Parés, Cecilia G. de Guilarte, María Luisa Algarra, Angelina Muñiz Huberman, María Luisa Elío, Silvia Mistral, Matilde Cantos, Neus Català, Luisa Carnés, Aurora de Albornoz, María Enciso

P. Empezaba esta conversación recordando una escena emocionante de Campo de los almendros. Me sigue emocionando leer poemas como “1936” de Cernuda o los Retornos de lo vivo lejano de Alberti. Me gustaría que recordaseis aquí alguna página, alguna escena, alguna reflexión del exilio que os emocione con especial intensidad.Campo de los almendrosRetornos de lo vivo lejano

R. Algunos nombres y reflexiones ya han ido apareciendo a lo largo de la conversación. Realmente, la vastedad del corpus al que nos enfrentamos hace difícil una selección en la que, sin duda, suscribimos los ejemplos que ahora mencionas. Quizá la proyección pública del exilio se ha visto en ocasiones demasiado afectada por una perspectiva sentimental, en el sentido más limitado del término, que ha impedido observar otras dimensiones de tanta o más importancia. ¿Cómo no sumar al excepcional Alberti ovidiano de Retornos de lo vivo lejano el vitalismo y juvenil experimentalismo de su Roma, peligro para caminantes, o al Aub de los Campos la lucidez de su vertiente lúdica en un Jusep Torres Campalans?

Existen, no cabe duda, algunos textos antológicos en los que la vivencia del exilio cuaja de modo memorable. Poemarios como Las nubes de Luis Cernuda, Primavera en Eaton Hastings de Pedro Garfias, El desterrado de Enrique Díez-Canedo, Español del éxodo y el llanto de León Felipe, Espacio de Juan Ramón Jiménez…; narraciones como Crónica del alba de Sender o La forja de un rebelde de Arturo Barea; relatos de Francisco Ayala, Max Aub, Segundo Serrano Poncela…; obras dramáticas de Alejandro Casona, Max Aub o José Bergamín; autobiografías como Memoria de la melancolía de María Teresa León, Delirio y destino de María Zambrano… Pero en todo caso, más allá de los grandes nombres que acuden de inmediato cuando pensamos en el tema, también hay un ámbito emocional que se sitúa en los márgenes y que a menudo se descuida, como la estremecedora cotidianidad de las decenas de epistolarios que conservamos o, por ejemplo, las revistas que en más de un caso se elaboraron ya en los mismos campos de concentración franceses. Publicaciones de elaboración manual, como Barraca, confeccionada en el campo de Argelès-sur-Mer en 1939, con textos manuscritos acompañados de acuarelas y dibujos hechos a pluma o lápiz y una tirada de quince ejemplares, cuya fragilidad artesanal encubre la firmeza de aquellos hombres y mujeres que no dejaron de creer en la cultura y en la palabra como espacios de resistencia y memoria.

*Luis García Montero es escritor y profesor de Literatura. Su último libro, Luis García MonteroUn lector llamado Federico García Lorca (Taurus, 2016).

Esta pieza pertenece a un monográfico sobre el exilio, coordinado por el profesor Antolín Sánchez Cuervo. Consulta todos los temas en el número 75 de Los diablos azules.número 75

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