La maternidad no es un nido, sino un borde afilado. Esta idea parece estar en el centro de las últimas novelas de Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972), ganadora con Los abismos del último Premio Alfaguara de Novela, dotado con más de 140.000 euros. En La perra (2017), su anterior libro, traducido a 15 idiomas y finalista al National Book Award estaounidense en su versión inglesa, seguía a Damaris, una mujer marcada por la búsqueda de un hijo que no llega. En Los abismos, quien habla es Claudia, una niña que se enfrenta a la infelicidad de la madre y a una pregunta oscura: ¿mi madre quiso tenerme? Aparentemente, la nueva novela no camina por los senderos brutales de la anterior: sus espacios son los de la clase media-alta colombiana, sus hogares, sus negocios, sus costumbres. Pero en Los abismos hay algo a punto de romperse, una cuerda de la que tiran de un lado las imposiciones sociales y del otro los verdaderos deseos de sus protagonistas, peligrosos como una selva.
Pregunta. En La perra abordaba la maternidad desde el punto de vista de una mujer que no puede tener niños. Aquí vuelve a hacerlo, desde el punto de vista de una relación madre hija. ¿Por qué regresar a este tema?La perra
Respuesta. Cuando examinamos la literatura, hay muchísimas historias que abordan el tema de la maternidad y la paternidad desde el punto de vista de los hijos, pero solo recientemente la estamos abordando desde el punto de vista de las madres. Hace 15 o 20 años se escuchaba que esos eran temas de mujeres, que tienen menor importancia, apenas ahora se le está dando peso al tema. Y a mí me parece que es un tema muy complejo que no ha sido suficientemente tratado.
P. En esta familia hay una traición materna, una ruptura. ¿Qué material literario encontraba ahí?
R. Alguna vez, hace mucho tiempo, estaba yo trabajando en un almacén de ropa como vendedora, y todas las semanas venía de visita una mujer con un cochecito con su bebé. Ella no venía a ver la ropa, sino a hablar, y me decía que de sabido lo que implicaba la maternidad, que no lo hubiera tenido. Ahí está el origen de las dos Claudias, de esa relación madre-hija. En parte también está en mi propia vida y mi propia experiencia como hija, porque yo nací en una época en la que se esperaba que las mujeres se dedicaran al hogar y tuvieran hijos y nada más. Esa generación que yo veía en mi mamá y en sus amigas la tuvo más difícil que la generación de mujeres a la que yo pertenezco, que tenemos más fácil el acceso al trabajo y decidimos si tener hijos o no tenerlos. Creo que quería explorar esa relación entre madre e hija cuando la maternidad... no sé si no ha sido deseada, pero desde luego no lo era como las maternidades de ahora.
P. Los personajes de Los abismos pertenecen a una clase acomodada, y sin embargo la vida de las mujeres, empezando por sus hogares, se describen como una jaula. ¿Por qué centrarse en esa clase social?Los abismos
R. Cali, la ciudad donde nací, pareciera muy liberal porque es de tierra caliente, es la capital mundial de la salsa, pero es profundamente conservadora. Yo pertenecía a esa clase social media-alta, de personas acomodadas, y crecí sintiendo, aunque no perteneciera a una marginalidad, que yo estaba al margen de la sociedad en la que me había tocado crecer. Porque yo no respondía al deber ser de una mujer que naciera allí. Eso me determinó mucho para que me convirtiera en escritora, en muchas situaciones de la vida. Mi intención es explorar esas jaulas en las que crecemos las mujeres, también en ese entorno, y que, aunque algunas más fácilmente que otra podamos escapar, siguen siendo una jaula.
P. Las relaciones madre-hija tienen un peso íntimo y social distinto de las relaciones madre-hijo. ¿Qué encontró en esta?
R. A las mujeres nos enseñan a ser cuidadoras, y las niñas tienden a hacerse cargo de las madres cuando estas no pueden hacerse cargo de sí mismas. Eso lo cambia todo. En la novela, la madre es un personaje interesante porque es una mujer que está frustrada, pero el personaje de la hija siente la frustración de la madre y la lleva a cuestas, y además tiene el conflicto de su propio dolor y de su propia soledad. Me interesaba el punto de vista de la niña, es el gran personaje a partir del que se nos cuenta todo, y es también el personaje con el que yo me identifico. Ella es la que está abandonada, a la que le toca hacerse cargo de una situación a la que con su edad no debería tener que enfrentarse. Y la narradora no es exactamente la niña en el momento en que está pasando, seguramente sea una Claudia adulta. Es parecido a los ejercicios que a veces surgen en una terapia psicológica: cómo entendería yo de niña esto que entiendo ahora de adulta.
P. Decía que le interesaba particularmente la maternidad contada desde el punto de vista de la madre, pero aquí es la niña la que habla. ¿Cómo ser justo con los padres desde esa posición de hijos?
R. Muchas veces nosotros, como hijos, tendemos a juzgar muy duramente a nuestros padres, y en especial a nuestras madres. De niña, mi madre me decía: es que usted me juzga a mí pero no me entiende. Yen cierto modo tenía razón. Lo que no entendemos es que ellos están teniendo un proceso, que son seres humanos aparte, con sus intereses, y que no nos deben todo. En la novela quería hacer un retrato de la complejidad de esta relación: no hay buenos y malos, sino personas complejas, personas que cometen errores y que van por el mundo intentando hacer las cosas lo mejor que pueden.
P. Los personajes viven en una sociedad machista, en el Cali de los ochenta. ¿Cómo cree que se ve en esta novela su mirada feminista?
R. Yo soy feminista, y el territorio para hacer mi activismo feminista es mi familia. Tengo un esposo hombre y un hijo varón, y trato de criar un niño, no dentro de los patrones del sexismo, sino de la igualdad. Pero para mí la literatura no es el campo donde ejercer mi feminismo, aunque sí me sirve para señalarme mis dejes machistas, mis propias carencias y mis propias faltas. En la literatura intento hacer un retrato fiel de la sociedad, desde mi mirada, desde lo que a mí me tocó ver, y esa es una sociedad machista. En ese sentido, al recogerlo y señalarlo, sí se está haciendo feminismo: a la mujer la empujan a casarse con un hombre 20 años mayor, pero cuando la mujer lo hace se le juzga por ello. En el acto de contarlo hay feminismo. No es tanto hacer un activismo feminista, sino poner en escena los mecanismos sociales, que son existas.
P. Se habla de una nueva ola latinoamericana, protagonizada sobre todo por autoras. ¿Ha notado un cambio en la recepción de la literatura escrita por mujeres?una nueva ola latinoamericana
Ver másLa violencia de América Latina la están contando las mujeres
R. Sí, he visto un cambio fundamental desde que yo empecé a publicar en 2003 hasta hoy, con el movimiento feminista y el #MeToo. Ha habido un cambio en la percepción de las mujeres escritoras y en la percepción de los temas que tratamos. Yo me pregunto: si hace 20 años yo hubiera escrito La perra [publicada en 2017], ¿hubiera tenido el reconocimiento que tuvo?, ¿o hubieran dicho que es una novela menor porque trata de una mujer que quiere tener hijos? Porque eso hace 20 años, sí se decía. Y tengo un ejemplo: mi libro Caperucita se come al lobo [una colección de relatos] salió en 2015 Chile y fue catalogado como libro porno, fue prohibido en las escuelas... fue censurado. Extranaba más el contenido sexual que la violencia de la que hablaba. Ahora se ha vuelto a publicar y está siendo leído por fin como yo quería que fuera leído. Y este cambio de consideración de las escritoras y de los temas ha permitido el surgimiento de unas autoras maravillosas que me están iluminando el camino.
P. ¿Cómo influye en la propia creación ese sentirse acompañada de otras autoras.
R. Cuando yo empecé a publicar, sentía que venía a un club de hombres en el que me habían acogido y que yo tenía que sentirme muy afortunada y dar las gracias. Ahora cada vez hay más lectoras mujeres, hay más editoras que aprecian tus temas y se ponen en el lugar de los personajes... Creo que siempre ha habido escritoras y que siempre han sido muy interesantes, pero sí pienso que había temas que no se valoraban como relevantes en literatura, porque lo importante era lo de afuera, y muchas mujeres escribíamos de lo de adentro. La mujer ha encontrado un lugar en el que dice: oye, yo soy la mitad de la humanidad, por qué no va a ser valioso esto. Hemos empezado a nombrar la venda y la desigualdad. Recientemente he estado trabajando en una biblioteca de escritoras colombianas, escritoras que no han sido ponderadas lo suficiente, pero también escritoras muy valoradas y que fueron igualmente olvidadas. Elisa Mújica fue una autora importantísima, tuvo reconocimiento, formó parte de la Academia Colombiana de la Lengua y luego de la Academia Española, y aun así una lee las críticas de sus pares hombres y dicen cosas como: “Se destaca por ser una de las pocas buenas mujeres escritoras”. Yo esto lo sentí también cuando entré: para ser mujer, eres buena. Esas percepciones me parece que han cambiado muchísimo en muy poco tiempo. No sé si esto se traduzca en grandes cambios a nivel social, porque vemos que a las mujeres las siguen matando, que no hay lugar seguro para la mujer, pero sí que da una esperanza. Gracias a que las feministas han hablado y han puesto el grito en el cielo, las cosas pueden cambiar y de hecho hay cosas que están cambiando.
La maternidad no es un nido, sino un borde afilado. Esta idea parece estar en el centro de las últimas novelas de Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972), ganadora con Los abismos del último Premio Alfaguara de Novela, dotado con más de 140.000 euros. En La perra (2017), su anterior libro, traducido a 15 idiomas y finalista al National Book Award estaounidense en su versión inglesa, seguía a Damaris, una mujer marcada por la búsqueda de un hijo que no llega. En Los abismos, quien habla es Claudia, una niña que se enfrenta a la infelicidad de la madre y a una pregunta oscura: ¿mi madre quiso tenerme? Aparentemente, la nueva novela no camina por los senderos brutales de la anterior: sus espacios son los de la clase media-alta colombiana, sus hogares, sus negocios, sus costumbres. Pero en Los abismos hay algo a punto de romperse, una cuerda de la que tiran de un lado las imposiciones sociales y del otro los verdaderos deseos de sus protagonistas, peligrosos como una selva.