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Los libros

Si Vázquez Montalbán levantara la cabeza

Carvalho. Problemas de identidad, de Carlos Zanón.

Carvalho. Problemas de identidadCarlos ZanónPlanetaBarcelona2019Carvalho. Problemas de identidad

 

El ser humano siempre ha tenido un sueño, la vida eterna, y una alternativa: resucitar. Para lo primero, tiene puestas sus esperanzas en la ciencia y para lo segundo en la religión; pero mientras una o la otra encuentran el camino de vuelta, tiene que conformarse con la literatura, un territorio en el que no son necesarios los laboratorios ni las iglesias, basta con la imaginación y un bolígrafo o un ordenador. El caso es que, de un tiempo a esta parte, las librerías se han llenado de obras en las que una o un autor le roban a otro del pasado sus personajes más emblemáticos, para continuar sus aventuras y, sobre todo, para tratar de llamar la atención de la clientela y asegurarse un poco de publicidad extra. Hay cientos de experimentos, hasta el punto de que a algunos maestros les han salido no uno sino varios continuadores, por ejemplo a Raymond Chandler, a cuyo detective privado, el inigualable Philip Marlowe, volvieron a tratar de poner en pie Robert B. Parker, que continuó el manuscrito inacabado de La historia de Poodle Springs, y hace poco John Banville, bajo su segunda identidad, Benjamin Black, y con La rubia de ojos negros. Pero este tipo de producto tiene mil ejemplos, va de segundas partes de Lo que el viento se llevó El guardián entre el centeno, hasta la historia de un Sherlock Holmes anciano con la que el novelista Mitch Cullin volvió a poner en los escaparates al protagonista de Conan Doyle. Ya saben, le pasó hasta a Cervantes con el Quijote de Avellaneda, en su caso cuando aún estaba vivo y podía defenderse, cosa que hizo con su propia y grandiosa segunda parte de la novela.

Ahora le ha llegado el turno a Manuel Vázquez Montalbán y a su investigador Pepe Carvalho, al que se conoce de narraciones como Asesinato en el comité centralEl delantero centro fue asesinado al atardecerLa soledad del mánagerYo maté a KennedyLos pájaros de Bangkok Quinteto de Buenos Aires, episodios de una serie negra en la que el creador de Galíndez mezcló con tino, ingenio y sabiduría lo policiaco y lo social, rodeando sus tramas de misterio con el análisis político, un terreno en el que también era una voz imprescindible: sus columnas del diario El Paíseran una lección de periodismo y un alarde de escritura poderosa, exacta, brillante. La complejidad de Carvalho, un individuo contradictorio, entre escéptico e infatigable en la búsqueda de la verdad, que era amigo de los placeres de la cocina y contaba con un pasado lleno de heridas, hacían de él un héroe muy atractivo y adictivo, un ser de ficción lleno de matices que le daban volumen y lo hacían hipnótico. El Carvalho de Carlos Zanón no es así y él no es Vázquez Montalbán, así que por ese lado el invento no funciona, no es ni homenaje ni parodia y, a partir de cierto momento, se diluye igual que una pastilla efervescente, que tiene burbujas, pero no es el cóctel de cava del Boadas que tomaban Pepe Carvalho y su creador. El malabarismo de incluir en esta secuela al propio autor de Tatuaje Los mares del sur, bajo el alias de El Escritor, para situarlo en una ficción donde Carvalho y él se conocieron y el primero se inspiró en el segundo para crear a su detective, era una tentación previsible y no pasa de lo anecdótico.

El experimento no funciona. Los personajes carecen de profundidad. La acción es acartonada y el salto de uno a otro caso, del niño que sufre acoso a la prostituta desaparecida, sólo consigue dar la impresión de que el autor no ha sabido a qué carta quedarse, probablemente porque ninguna le pareció ganadora.

El estilo resulta farragoso, empeorado con una puntuación, o ausencia de ella, como mínimo extraña: “¿No te cansa vivir la vida como un suicida?' interpeló la heroína, Leonor Zurita, a su amante apabullantemente byroniano en la página 65 de la futura novela negra de provincias aún por escribirse”. “No hay muchas maneras de llegar a estar en paz con uno mismo a ninguna edad probablemente”…

La pretensión de ampararse en el monólogo interior para intentar dar relieve a los protagonistas, aparte de añadirle a la historia un exceso de verborrea que no hace más que fatigar y despistar al lector, ofrece resultados dudosos: “Nunca dejes las llaves de casa a los del bate de béisbol, a los de la peineta, a los de Catalunya será Zamora o no será. Más banderas en los consistorios y en las calles. Qué bebido, Carvalho, borracho, enfermo, viejo. Clic. Silencio. Paz”. Además, el gusto por el feísmo de intención tal vez provocadora, ahonda el problema: “le encantaría abortar toda aquella locura”; “mi sangre burbujeante y sus añejas toxicidades”; “le cogerá un ataque de dama chejoviana ofendida”; “al ver marchar al leguleyo creo ver un cheposo andar Henry Fonda”; “la literatura ha de volar, y no vuelo gallináceo”…

     

También hay frases mal construidas —“tengo un Fondo Conservador que sólo hace perder dinero”—; otras que incluyen palabras inexistentes —“un narcisista inundador de mujeres en problemas”—; abundan los coloquialismos innecesarios –“mescolanza” por “mezcolanza”— y se recurre una y otra vez al uso de palabras y expresiones correctas pero tan alambicadas como “substituir”, “precarista” o “tipificación delictual”. Demasiados obstáculos.

     

Carlos Zanón: "Para Carvalho, la verdad resulta siempre decepcionante"

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Finalmente, tampoco ayudan a digerir esta novela la continua sucesión de citas, referencias cinematográficas y literarias tan excesivas como inverosímiles; ni las numerosas referencias a la actualidad, que traen a sus páginas a José María Aznar, el juez Bermúdez, el procés, Donald Trump, Ciudadanos, Podemos… Quizá el periodista que también es Zanón le haya robado parte de su espacio al novelista. El crítico, eso sí, es obvio que ha mirado para otra parte. En su descargo hay que reconocer que estar a la altura del estupendo Manuel Vázquez Montalbán no era, en absoluto, una tarea sencilla, porque fue un maestro que conocía los secretos y mecanismos de su oficio y que escribía maravillosamente. _____

Benjamín Prado es escritor y colaborador de infoLibre. Su último libro es Los treinta apellidos (Alfaguara, 2018). Los treinta apellidos

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