Breviario provenzal
Vicente Valero
Periférica (Cáceres, Madrid, 2021)
Podría leerse este libro como un ensayo que adopta la forma de la literatura de viajes por la Provenza interior, en el que a veces se impone el uno o la otra, cuando reflexiona sobre los escritores y pintores que se han interesado por la región. También podría decirse que estamos ante el libro de viajes de un poeta en el que la reflexión sobre el paisaje, adquiere a veces una dimensión de tintes ensayísticos. Se trata, en suma, de otra manera de viajar y reflexionar, observando el entorno (cómo pintar la naturaleza, es la pregunta clave), los cielos (según Francis Ponge, el cielo provenzal "no es más que un inmenso pétalo de violeta", página 61), el silencio y los sonidos, los colores y los aromas, la tristeza de la región que nadie había expresado, según Cézanne, y de recordar a quienes plasmaron sus impresiones sobre estos lugares, en la pintura o en la literatura.
No estamos hablando de cualesquiera, pues Vicente Valero se detiene en las obras y experiencias en la región de poetas como Petrarca, Mallarmé, Frederic Mistral, el poeta de la Provenza por excelencia y Premio Nobel, René Char, Rilke, Francis Ponge; prosistas y ensayistas como Camus y Peter Handke; el narrador, poeta y dramaturgo Jean Giono, así como pintores de la talla de Cézanne, Picasso (está enterrado en el castillo de Vauvenargues, donde pasó los últimos años de su vida), Van Gogh y Gauguin. En suma, italianos, franceses, alemanes y españoles, poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas y pintores. Son obras presididas y simbolizadas –digamos- por dos míticas montañas: el Mont Ventoux (el recuerdo de la mítica ascensión de Petrarca el 26 de abril de 1336, donde experimentó el placer que iba a proporcionarle la contemplación de la belleza del mundo, y célebre en las últimas décadas por ser una de las cimas más temidas del Tour de Francia), y la montaña de Sainte-Victoire, que pintaron los impresionistas, Cézanne en reiteradas ocasiones, pero también Picasso.
Recuérdese, por último, que en 1909 Rilke viajó hasta el Ventoux, sobrecogido por la impresión que le causaron los cuadros de Cézanne en la exposición que se le dedicó en París dos años antes. Y si nos centramos en uno solo de los autores, durante la estancia de Petrarca en Avignon, para él "un infierno en la tierra", cuando contaba 32 años, ocurrieron dos acontecimientos fundamentales en su existencia, además de la ascensión al Ventoux: la visión de Laura, en la iglesia de Santa Clara, y la composición de su Canzoniere.
De todas las ciudades por la que pasa o pernocta Vicente Valero, como Arlés (donde Van Gogh llegó en 1888) y Aix-en-Provence, entre otras muchas, me detendré en Lourmarin, por lo que significó a finales de los 50 para los inicios del acercamiento de los intelectuales españoles a Europa. Así, entre el 8 y el 13 de julio de 1959 se celebró en el castillo de la localidad un encuentro sobre "Provincialismo y universalismo en la cultura europea", dirigido por el poeta Pierre Emmanuel y con el patrocinio de la Fundación Ford, formando parte de las actividades del Congreso por la libertad de la cultura, que luego se sabría que financiaba la CIA.
Entre los participantes españoles, se encontraban Pedro Laín Entralgo, J.L. Aranguren, Julián Marías, José Luis Cano, Cela y Castellet, procedentes del interior, y los exiliados Julián Gorkin, Ignacio Iglesias y Eduardo Pons Prades. Mientras que parece que se quedaron con las ganas de ser invitados Juan Marichal y José Ferrater Mora. A la larga, el Congreso propiciaría la ayuda cultural, las becas y el intercambio, una vez establecida una sección de dicho organismo en España. En Lourmarin, además, tuvo casa y está enterrado Camus.
En este recorrido por la Provenza, echo de menos a Cortázar, quien adquirió una casa en Saignon, localidad cercana a Aix-en-Provence, donde pasó temporadas, a las que se refiere a menudo en su correspondencia, publicada por Alfaguara en tres gruesos tomos, y en el librito titulado Corrección de pruebas en alta Provenza (1973), en referencia a las del Libro de Manuel. Pero, al fin y a la postre, como señala el autor, la Provenza es uno de esos lugares en el que "las manifestaciones culturales primitivas comparten espacio con la alta cultura: desde una simple cabaña de piedra de la Edad del Hierro hasta la pintura de Cézanne o la poesía de René Char, pasando por los anfiteatros romanos o las abadías medievales" (páginas 11 y 12).
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El libro se compone de dos partes y no podemos olvidarnos de la segunda, un diario poético, Junio en casa del doctor Char, en el que Vicente Valero interioriza de forma más lírica sus vivencias, la sugestiva experiencia que le supuso este viaje real. Así, estamos antes dos estilos que se complementan: la prosa del libro de viajes y el lirismo más acentuado del diario, donde se recogen anotaciones a lo largo de todo el citado mes en forma —digamos— de poemas en prosa.
Este es uno de esos libros universalistas, elegantes y exquisitos que tanto echábamos de menos en la cultura española, y que te invitan a viajar, a ser un imprescindible compañero de viaje, en el que la visión personal del autor aparece siempre matizada y enriquecida por los numerosos escritores y artistas que lo antecedieron durante sus estancias en la Provenza, quienes no en vano iniciaron la poesía moderna y la nueva visión del paisaje.
* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea y crítico literario.
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