Violencias, mujeres, guerras
Gervasio Sánchez
Editorial Blume (2021)
Es difícil intentar representar con palabras la intensidad y la fuerza de los rostros que nos miran desde las instantáneas del libro Violencias, mujeres, guerras. Porque en realidad son ellas (casi todas mujeres o niñas) las que nos clavan su mirada triste, desencantada o interrogante, miradas grandes y dignas en medio del dolor y la destrucción de sus vidas. Y es el espectador o la espectadora (en este caso yo misma) quien se siente perturbado ante la sencillez y, sin embargo, también ante la complejidad de sus cuerpos heridos, mutilados o violados. Y esos ojos lejanos, volando y traspasando nuestra aparente seguridad, proclamando que las violaciones no solo pueden ser físicas o corporales. A las mujeres se las viola en todo el mundo por el solo hecho de ser mujeres o niñas y en épocas de guerra se las usa como castigo al enemigo.
A veces el artista no es consciente, o sí, del instante que ha captado su emoción. Si entonces es capaz de trasladarlo al lenguaje artístico (en este caso a la fotografía) que precisa (el gesto, la luz, el encuadre…) se produce el milagro de la obra bien hecha, se produce la universalización de la experiencia que toda obra de arte lleva implícita.
Contemplar las fotografías realizadas por Gervasio Sánchez es siempre un acto en el que se producen varias revelaciones. Manifiestan realidades que de algún modo sospechamos, pero no queremos ver o nos es molesto contemplar. El libro recoge 90 fotografías realizadas a lo largo de 35 años de profesión como reportero de guerra y recogidas en distintos conflictos armados. Son fotografías tomadas desde 1984 hasta la actualidad en las grandes crisis humanitarias de los cinco continentes. Con estos prolegómenos podemos suponer que no es un libro optimista, no es un libro esperanzador, no es un libro complaciente. No puede ser esperanzador un libro sobre el dolor, sobre la mutilación y violación de las mujeres no solo física, que también, sino sobre la violación de los derechos humanos más elementales.
Como bien nos recuerda el autor en su prólogo: Durante la Segunda Guerra Mundial, "el desprecio que sentían muchos soldados alemanes por los Untermenschen (seres inferiores) orientales cuando invadieron la Unión Soviética contribuyó sin duda al trato despiadado que recibieron las mujeres ucranianas y rusas… Cuando cambió la situación y el Ejército Rojo avanzó sobre Europa central, decenas de miles de mujeres de origen alemán fueron violadas y luego asesinadas en una orgía de violencia ciertamente medieval" cuenta Keith Lowe. "Las mujeres alemanas dieron a luz a entre 150.000 y 200.000 'niños extranjeros', una parte considerable como resultado de embarazos tras ser violadas por soldados de las Fuerzas Aliadas… Fue en junio de 2008 cuando el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1820 que señalaba que "la violación y otras formas de violencia sexual puede constituir crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o un acto constitutivo con respecto al genocidio. Por fin, desde diciembre de 2010, hace apenas una década, la resolución 1960 exige la persecución de los responsables de actos de violencia sexual."
La historia de la humanidad está plagada de testimonios de hombres y mujeres que ofrecen su vida por hacer la vida de los demás más digna, menos dolorosa, en definitiva, algo más transitable (no podría caer en el tópico de la felicidad). Es amplia la lista de estos artistas y personas comprometidas y solidarias, pero en esta tarde fría de invierno y repasando con lentitud estas fotos me asalta la pregunta o más bien la constatación de que son pocos los artistas que se comprometen con la defensa de los derechos de las mujeres en el mundo. ¡Cuán distinto sería si los hombres sintieran la defensa de los derechos de las mujeres como propios!
Alguien ha de mostrarnos, con la desnudez propia de una realidad salvaje, qué sucede en el mundo con las mujeres atrapadas en la violencia de las guerras y sus atroces consecuencias: mujeres lisiadas por las minas antipersonas, niños mutilados que no pueden mamar o abrazar a sus madres, niñas obligadas a casarse con hombres que les triplican la edad u obligadas a prostituirse. Gervasio Sánchez nos lo ha mostrado, aunque como él mismo confiesa en el prólogo: "Historias de vidas inconclusas que han agrietado mi carácter, me han vuelto más pesimista y menos contemporizador".
Pero Gervasio Sánchez no sólo nos ha mostrado esta realidad con su cámara, sino que ha hecho al mismo tiempo un ejercicio estético y me atrevería a decir que lírico, doloroso e hiriente, en los textos que acompañan a cada fotografía. Indudablemente una imagen puede valer por mil palabras, pero en este caso no son solo palabras, son pequeñas historias que arropan a la imagen, les da el sentido narrativo que todos precisamos al contarnos la vida. Porque ninguna vida es anónima, sino que se vive con la heroicidad del yo, de la primera persona. Y el fotógrafo al incorporar esos textos las ha nombrado, las ha reconocido en su yo heroico, y las ha nombrado con nombre y apellido, las ha dignificado en su dolor: Sofia Elface (Mozambique), Rosario Susu (Angola), Hawa Kargbo (Sierra Leona), Mariatu Kamara (Sierra Leona), Tha Rin (Camboya)… por citar solo unas cuantas víctimas de la violencia de las guerras.
Las últimas palabras del prólogo son una declaración de principios y casi una declaración de amor: "La ejemplaridad de las mujeres en las situaciones más violentas y absurdas me permite seguir creyendo que no todo está perdido, aunque a veces sea difícil distinguir un ápice de esperanza en plena catástrofe".
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Necesitamos libros como este para visibilizar la barbarie cometida contra las mujeres del mundo bajo el eufemismo de "conflictos bélicos". Las mujeres tanto en la guerra como en la paz sufren una doble ración de dolor e injusticia. Gracias, pues, a artistas y profesionales como Gervasio Sánchez en nombre de las mujeres de todos los continentes del mundo.
Pilar Mañas es escritora. Su último libro es 'Cuarto interior' (Editorial Renacimiento, 2017).
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