De las Mama Chicho a Lalachus: "Era impensable una chica no normativa en las campanadas de los 90"

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Había una vez un programa de televisión que era en realidad un circo, que ha caído en el olvido y muy pocos recordarán, pero era el perfecto resumen de la sociedad patriarcal casposa y de alguna manera medieval. Machismo en vena, vaya. Goles son amores se llamaba y lo presentaba un Manolo Escobar ya sesentón que, acompañado por una pandilla de humoristas, repasaba los resultados de la jornada de Liga. La guinda del pastel, la más llamativa y que ejercía como desconcertante gancho para la ya de por sí masculina audiencia, era un elenco de azafatas en el que cada una representaba a un equipo diferente y, sosteniendo un balón con la puntuación correspondiente, sonreían a la cámara como futbolistas a las que en realidad les molestaba la poca ropa que llevaban. Este despropósito se emitió en Telecinco (claro) durante la temporada 1992-1993. Una y no más.

Visto desde este 2024 que se nos escurre entre las manos, Goles son amores es un despropósito inexplicable (seguro que Mickey Rourke opina igual), pero tenía cierto sentido en su época, pues recordemos el terremoto que supuso la irrupción de las cadenas privadas a principios de los años noventa. Después del destape cinematográfico de los setenta, este fue el destape 2.0, catódico, en pantalla pequeña en la intimidad del hogar para disfrute familiar. Porque esa es otra, y los programas televisivos de entretenimiento para todas las edades estaban repletos de comentarios machistas, piropos zafios y bromas de dudoso gusto siempre de ellos hacia ellas. Ellas, azafatas y bailarinas enseñando cacha a una cámara que ya se encargaba de todo lo demás enfocando donde había que enfocar para sexualizar sin parar. 

Fue la cantante Sabrina quién escandalizó al país con su pecho en 1987 y Cicciolina la que protagonizó el primer desnudo integral en TVE. Con el cambio de década y la llegada de los canales privados, con Telecinco y Valerio Lazarov a los mandos como productor y realizador, se consagró una premisa clara: Declarar la guerra contra el aburrimiento. Los ingredientes eran fiesta, música, humor y belleza. Pronto llegaron los concursos como ¡Ay, qué calor! y más tarde las Mama Chicho. El mítico programa italiano Colpo Grosso era la semilla de nuestro Tutti Frutti, y muchas de las bailarinas venían directamente del país transalpino, donde triunfaba Umberto Smalia, un showman que representaba a la perfección el papel de hombre “descarado pero simpático”, papel que aquí ocuparon Juanito Navarro, el mencionado Manolo Escobar o incluso una marca blanca tan familiar como Emilio Aragón en shows más evolucionados como VIP Noche o El juego de la oca

"Era una idea que iban lanzando desde la televisión. Esto es lo que tiene éxito ahora: tienes que ser joven, estar buena y poner buena cara. Igual bailas y, si tienes un poco de suerte, puedes decir un par de frases en un momento puntual. Eso es lo que había, y las mujeres recibían esa información y la daban por buena, entre comillas, según cada cual. Pero ahí estaba ese mensaje. No solo la televisión estaba basada en el gusto masculino porque los directivos eran hombres y monetizaban todo eso, sino que además lanzaban ese mensaje a las mujeres", explica a infoLibre Rafa de los Arcos, director del documental ¿Yo fui mujer florero?, que puede verse ya en la plataforma Max.

No es en absoluto baladí que el título de este documental esté entre interrogantes, pues es una pregunta, no una afirmación. Y en él reflexionan ante la cámara, en muchos casos por primera vez, aquellas azafatas, aquellas bailarinas, incluso algunas Mama Chicho. A saber: Loreto Valverde, Ivonne Reyes, Beatriz Rico, Miriam Díaz-Aroca, Patrizia Cavaliere, Gema González, Patricia Guzzi, Noemí Ramal, María Abradelo, Makoke, Patricia Redondo, Carmen Russo o Elsbert Anthonysamy. La pregunta está clara: ¿Yo fui mujer florero? Lo que no está nada claro es la respuesta, pues hay quien se inclina hacia el sí, mientras otras recuerdan que lo hacían porque querían, trabajaban poco y ganaban mucho dinero. El Telecupón, por cierto, sería otro ejemplo.

"A mí me consta que muchas de ellas lo recuerdan con mucha dulzura, pero sí que es verdad que al aplicar el filtro actual hay cosas que entonces no resultaban sorprendentes, y ahora, con una evolución afortunada de la percepción que se tienen de las relaciones de poder delante de la pantalla, son cosas que percibes hasta con cierto horror", plantea a infoLibre Elena Neira, profesora de Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "En aquel momento aparecía el concepto de la mujer de bandera: voluptuosa, segura de su cuerpo y de sí misma... no había una lectura más profunda y eran un poco los códigos visuales y sociales que se vivían", apostilla.

Todavía sigue existiendo el papel de mujer guapa dentro de un programa de televisión

"Yo misma como espectadora tenía una perspectiva hasta aspiracional, de decir 'vaya tías, vaya cuerpazos, menuda seguridad en sí mismas para no esconder su sexualidad'. Pero hay muchas más capas en esto y desde la perspectiva actual da hasta un poco de pudor admitir que para las espectadoras también había esa lectura. Porque en realidad no era una admiración, era casi una programación mental que nos hacían para pensar que ese era el cuerpo, esa era la figura y el tipo de mujer que teníamos que admirar", destaca la periodista, recordando que a pesar del paso de los lustros, a día de hoy "la mujer sigue siendo algo que tiene que ser agradable de contemplar". "Todavía hay cosas que no hemos superado, en unas cadenas más que otras, pero todavía sigue existiendo el papel de mujer guapa dentro de un programa de televisión", remarca.

El periodista especializado en información sobre televisión Juanma Montero concede que no se puede "mirar igual la tele de los noventa en los noventa que a día de hoy", pero a su juicio "todo el mundo coincide en que eran mujeres florero, no mujeres empoderadas". "Quizás sí que alguna como Leticia Sabater en algún momento ha dicho que ella era la que se aprovechaba de esa situación porque era consciente, pero es que era la única manera que tenían de conseguir un hueco en la televisión". "Estamos hablando de los noventa y éramos un país que todavía venía del franquismo, de una época en la que no había habido una libertad sexual como en otros países europeos, estábamos todavía con esas ganas de ver a mujeres ligeras de ropa. Y los que mandaban en esa televisión eran tipos muy casposos y machistas que venían de Italia, donde ese tipo de tele triunfaba", remarca Montero a infoLibre.

En la televisión actual no solo se mercadea con el cuerpo de la mujer de manera más o menos indirecta, sino que se mercadea además con sus emociones

Tanto hemos cambiado en este tiempo que cuenta Rafa de los Arcos que les costó mucho "encontrar voces públicas en la prensa que criticaran" aquel tipo de espacios televisivos. "Había una cosa muy pequeña de una asociación en defensa del espectador que había escrito una columna pequeñita en 'El País', pero no una voz popular. Sí encontramos un episodio muy pequeño en un concierto de Sabrina en Bilbao en 1989 en el que hubo una especie de manifestación feminista que era una rareza absoluta", desvela, planteando que la reflexión que se puede hacer desde el presente es si nosotros "como espectadores ahora adultos podríamos consumir programas de ese tipo, y si la televisión actual nos ofrece este tipo de propuestas tan tóxicas". 

Y avisa: "Si ahora en Telecinco aparece una chica bailando en bolas nos parecerá raro aunque, paradójicamente, si aparece una chica medio en bolas en una isla desierta concursando con su pareja no nos parece tan raro. Todo se transforma un poco, pero sigue siendo algo parecido al final. Lo que ocurre en la televisión actual es que no solo se mercadea con el cuerpo de la mujer de manera más o menos indirecta, sino que se mercadea además con sus emociones. Si tienes a una chica joven en bikini que se pelea con su pareja es una fórmula perfecta y no deja de ser también una perversión. El capitalismo necesita llamar la atención sobre sus clientes, por lo que siempre que haya alguien a quien le llame la atención un programa así y luego chutarse un montón de anuncios, eso se seguirá haciendo".

Estas reflexiones nos llevan a la última polémica televisiva, directamente relacionada con el aspecto físico de la mujer que aparece en pantalla, y que nos demuestra que, efectivamente, no hemos cambiado tanto como quizás imaginábamos: Cristina Pedroche dando las campanadas de Nochevieja en Antena 3 y Lalachus en TVE (con Alberto Chicote y David Broncano en esta ocasión como subalternos, más o menos). De alguna manera, ambas presentadoras representan pasado y presente en el papel de la mujer en televisión. Así lo ve Neira, para quien Pedroche "en unos aspectos chequea todas las casillas de lo que cabría esperar de una mujer florero" pero, al mismo tiempo, en su caso ha habido un "cambio de mensaje muy profundo". "Ahí sí veo claramente un signo de empoderamiento de 'yo me pongo así porque me siento segura', una conciencia de 'esta es mi decisión y no algo que me ha impuesto el ejecutivo de una cadena'", añade.

Pedroche quizás sí que tiene muy claro que lo está haciendo como una mujer empoderada

"Pedroche quizás sí que tiene muy claro que lo está haciendo como una mujer empoderada", tercia Montero, puntualizando que eso "no quita que a lo mejor determinados directivos que todavía estén en televisión sí piensen que es una manera muy positiva de atraer público". "Y puede que incluso haya espectadores que en ese momento conecten con eso porque quieran ver eso, aunque realmente creo que ya es bastante estúpido, porque hoy en día hay bastante acceso a poder ver ese tipo de contenido mucho más erotizado", apostilla el periodista, para que vuelva a tomar la palabra Neira: "En los ochenta y noventa todo era un directriz que venía desde los jefazos, que decían que tenía que haber chicha. Aquí lo que hay, es que se ha creado todo este revuelo en torno al vestido de Cristina Pedroche, pero ella es en sí misma una presentadora, no hay un desequilibrio en el que sea un adorno de Chicote. Está completamente equilibrada, si no al revés, porque destaca mucho más su personaje respecto al de su compañero".

"Queda un mundo todavía" por avanzar, en opinión del director de ¿Yo fui mujer florero?, pero "por lo menos hay una chica no normativa dando las campanadas, algo que hace 25 o 30 años, en los 90, era impensable". Alarmante resulta, en cualquier caso, que tanto la una como la otra estén recibiendo toneladas de insultos en las redes sociales, algo que para Neira es "muy triste" porque, por ejemplo, nadie critica que Ramón García presente las campanadas "ya medio calvo y con una edad que probablemente ya no está para hacer esas cosas" pero, sin embargo, con "una chica que tiene sobrepeso nos llevamos todos las manos a la cabeza porque es lo que como sociedad esperamos: que las mujeres que aparezcan presentando las campanadas sean mujeres de bandera".

"¿Es Pedroche una mujer empoderada que elige ese camino y utiliza su capital erótico para salir adelante en su profesión? ¿O en el fondo no deja de ser una víctima también en una pirámide de poder?", se pregunta De los Arcos, argumentando que al menos hay debate y una "diversificación de la oferta" para que el espectador elija: "Y si somos muchos los que elegimos a Lalachus quizás dentro de otros veinte años haya otro tipo de sensibilidad respecto a estas cosas. Es difícil llegar a conclusiones muy nítidas".

En la nueva Mediaset hay una orden para que no haya determinados escotes y las faldas sean de una medida y sea todo más elegante

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Saliendo de la controversia en torno a las campanadas, en líneas generales sí que considera Montero que "en la televisión la cosificación ya no es tanta" y, de hecho, le "consta" que en la nueva Mediaset -Telecinco y Cuatro- hay una "orden dada para que no haya determinados escotes y las faldas sean de determinada medida, que no se enseñe mucho y sea todo un poco más elegante". Ejemplos del viejo machismo seguimos teniendo en pantalla ante nuestros ojos, como quizás el más llamativo, el de La ruleta de la suerte en Antena 3, aunque los directivos hoy "son muy conscientes de que este tipo de tele no tiene encaje, por lo que intentan complementarla dándole a las azafatas un poco más de protagonismo".

En ¿Yo fui mujer florero? no quiso De los Arcos "abrir el melón de los telediarios, que es diferente", pero es indudable que "si además de buena periodista eres atractiva, mejor". Sí encontraron casos "flagrantes" de este machismo tan del siglo XX en programas de los primeros años 2000, "de chicas graciosas con escotes prominentes", como por ejemplo Patricia Conde en Sé lo que hicisteis. "Pero eran como espacios aislados, sin una pauta", aclara, remarcando que lo importante es lo que estén dispuestas a hacer las cadenas ahora mismo: "TVE empezó a redactar un decálogo de buena praxis hace unos años al respecto de esto, que lo cumple a rajatabla y es público, y que recoge todo lo que hacía Telecinco al principio: no fragmentar los cuerpos de la mujer, que la cámara no esté sexualizada, que no haga un recorrido por el físico... TVE no tiene una presión económica tan fuerte como las privadas, pero las privadas se siguen guardando ese comodín para seguir mercadeando de alguna manera con esto".

Es tajante Neira, sin embargo: "Todavía seguimos teniendo una televisión profundamente machista". Y remata: "En el fondo, desde que somos pequeñas, el discurso es que tienes que ser guapa pero no demasiado, que tienes que ser delgada pero no demasiado... es todo como una competición entre las mujeres. Y a las que rompen esa norma se las ataca desde los dos bandos porque no forman parte de un modelo. Lo primero que habría que reivindicar es que no debería haber un modelo de mujer, sino muchos modelos, pero a nosotros el que nos han vendido es ese: puedes ser guapa pero no demasiado, inteligente pero no demasiado. Y, sobre todo, no puedes ser varias cosas a la vez. una mujer no puede ser guapa e inteligente. Hay una simplificación absurda de los atributos que tiene que tener una mujer".

Había una vez un programa de televisión que era en realidad un circo, que ha caído en el olvido y muy pocos recordarán, pero era el perfecto resumen de la sociedad patriarcal casposa y de alguna manera medieval. Machismo en vena, vaya. Goles son amores se llamaba y lo presentaba un Manolo Escobar ya sesentón que, acompañado por una pandilla de humoristas, repasaba los resultados de la jornada de Liga. La guinda del pastel, la más llamativa y que ejercía como desconcertante gancho para la ya de por sí masculina audiencia, era un elenco de azafatas en el que cada una representaba a un equipo diferente y, sosteniendo un balón con la puntuación correspondiente, sonreían a la cámara como futbolistas a las que en realidad les molestaba la poca ropa que llevaban. Este despropósito se emitió en Telecinco (claro) durante la temporada 1992-1993. Una y no más.

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