Música
Marinah: “Ahora la realidad se reinventa, lo antiguo ya no sirve”
Hay de quien se dice que tiene muchos pájaros en la cabeza; pero lo de Marina Abad va un paso más allá. Vuela aún más alto. Lo que a ella le ha crecido sobre el pelo es un barco, de esos con sus velas blancas desplegadas. Con él sobre sus hombros ha “partido de cero hacia el horizonte, hacia lo desconocido", dejando atrás sus tesoros. Levada ya el ancla del que ha sido su puerto durante más de una década, la banda barcelonesa de flamenco fusión Ojos de Brujo, la cantante vuelve a su ser transformada en Marinah, su propio nombre al que le ha añadido una H que, en su mudez, "es una compañera maravillosa" con la que emprender su trayecto en solitario, al que ha partido con El baile de las horas. El disco, como explica su autora, es resultado de una “combinación de diferentes cosas” en la que, aunque cada tema es “único e intransferible”, prima una estructura pop en la que la guitarra flamenca se encuentra con sonidos como los de su hermana eléctrica o los arreglos electrónicos.
Ese barco metafórico del que hablaba la artista -que se convirtió en real en su portada y en el vídeo de su single Despierto- también le sirvió para transportarse a otros mundos, los de la antigua Grecia. “Me pasé dos meses supermetida en la mitología”, cuenta la música, con una enorme coleta, unos enormes ojos y una enorme sonrisa. Y de ahí surgió el nombre de los Argonautas, como se llaman los músicos y el resto de creadores que han trabajado en el disco, con el que salen de gira este verano (ver fechas abajo), entre ellos su pareja y exmiembro de Ojos de Brujo, Carlos Sarduy, que ha colaborado en la producción del álbum. “Y así llegué a las musas, a las sirenas, y las Horas, que eran las diosas de la primavera, las flores, la plenitud, lo femenino, la fecundidad… y me vi con ellas bailando al son de la lira”, bromea. “De ahí salió el título, El baile de las horas, que establece también un paralelismo con el paso del tiempo, una línea que a veces va rápido, otras muy lento…”.
Ese tiempo, el que pasa para todos, pero también el personal y el histórico, supuso un revulsivo a la hora de sentarse a componer. Primero, porque Abad es madre de un niño de cinco años que ha dado un vuelco a sus planteamientos y le ha hecho crecer. También por haber atravesado con todos los demás esta crisis, con los muchos giros que ha dado a la manera de imaginar y plantear nuevas formas de relacionarnos en sociedad, y que a ella, tras una etapa de dudas, le ha vuelto a hacer pensar en positivo. “Ahora la realidad se reinventa, lo antiguo ya no sirve”, subraya la cantante, que en sus inicios empezó en el mundo de los centros culturales autogestionados, que a día de hoy están floreciendo como espacios de encuentro artístico y político. De ahí conoce incluso a eurodiputados de Podemos y miembros de Guanyem Barcelona, dos de esas expresiones de una nueva forma de construir. “Piensas ¡qué bien! Hace dos otros años esto no te lo creías. Pero está ocurriendo, y en el peor de los escenarios, lo que prueba que es posible empoderarse y cambiar las cosas”.
Cultura devaluada
En su terreno, en la industria musical, las cosas también se están transformando a una velocidad difícil de seguir. “Hay cosas positivas, como las redes sociales, que te dan la posibilidad de que la gente te conozca”, apunta, “pero es un arma de doble filo”. “Te lo venden desde el lado de lo positivo, el de la democratización, pero también hay intereses, porque, las redes, ¿de quiénes son? ¿Y los ordenadores?", pregunta retóricamente. "Además, hay un cambio generacional en cómo se consume la música; antes te llegaba un disco, lo ponías una vuelta y otra, ahora se consume como fast food, de manera compulsiva: oyes un minuto y, si no te gusta, te vas a otro tema. Lo mismo que con los conciertos: hay menos sitios, menos dinero y menos costumbre de pagar por la música. Hay una devaluación de la cultura que está llenando este país”.
La comparación entre lo que pasa aquí y más allá de las fronteras es flagrante, teniendo en cuenta que ella conoce bien lo que pasa fuera, dado que con Ojos de Brujo ha tocado en muy diferentes países, tanto de Europa como de América Latina. “No es esta la situación: fuera me siento respetada como músico, cosa que aquí no se da: es algo endémico, que también tiene que ver con el proceso vivido”. Y esa situación, añade, no solo ocurre en la música, sino en toda expresión cultural. "Con la democratización ahora con el iPhone puedes hacer un vídeo. Pero ya ves: el iPhone. Trabajamos para las marcas, somos esclavos", se lamenta."Hay gente amiga mía que se dedica al vídeo, a la fotografía, etc. y que ahora mismo se comen los mocos, a pesar de haber estudiado, de haber invertido en equipos... Es injusto que esa gente no tenga ese espacio: puede haber caminos más respetuosos".
--------------------------------------------------------------------------------------------------Gira El baile de las horas
11 de julio - Valencia, La Eliana
19 de julio - Madrid, Festival Diverso Lavapiés
23 de julio– Cartagena, La Mar de Músicas
25 de julio - Huesca, Festival Pirineos Sur