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Bruce Springsteen en el Metropolitano: toda la verdad que cabe en un concierto de rock

Lo de Bruce Springsteen en el Metropolitano se resume rapidito: es toda la verdad que cabe en un concierto de rock (de estadio). Porque pasan las décadas y ahí sigue el de New Jersey con el mismo escenario a su manera minimalista. Es enorme, claro, con una pantalla gigante en el fondo y otro par a los lados, pero ya está, pues lo que cambia de gira a gira es que la resolución es cada vez mayor. Para él lo importante es que el escenario tenga el fondo y la anchura suficiente para meter dentro a todos los músicos posibles, en esta evolucionada E Street Band con una quincena de integrantes que no paran de tocar y tocar mientras el jefe ordena y manda y controla a su antojo la poderosa energía entre todos generada. ¡Y menudo aluvión transformador de rock n’ roll!

Pasan las décadas y ahí seguimos nosotros, el público, 55.000 esta noche de miércoles de reencuentro ocho largos años después en Madrid. Entregados, congregados, reclamándoles a estos músicos ya muchos de ellos septuagenarios exactamente eso que nos están dando en un claro desafío a todas las leyes de la resistencia humana. ¡Es la retroalimentación del rock n roll! Inexplicable, pero quien lo probó, lo sabe. Porque un día con Bruce en la ciudad es un día feriado. Debería ser festivo por decreto, marcado en rojo por el santoral. Ojalá todos los días fueran días de conciertos de Bruce Springsteen y que, como canta Sabina, todas las noches fueran noches de boda. Eso también sería un claro desafío a todas las leyes de la resistencia humana. ¿Pero quién cae en el desaliento cuando bebe de la fuente de la verdad revelada?

Bruce saluda al Metropolitano

Hubo cierto pánico generalizado por la suspensión a finales de mayo por problemas vocales de varios conciertos, pero el viejo rockero fijó este 12 de junio para su vuelta tras el descanso forzado y ha cumplido. Se pasó la puntualidad de Asbury Park por el forro y a las nueve y veinte de la noche aparece, al fin, guitarra Fender alzada a modo de estandarte, ante un estadio que corea con insistencia el tradicional grito de guerra: "¡Bruce, Bruce, Bruce, Bruce!". El ulular que invoca a la tormenta. "¡Hola Madrid!" Y luego un "¿estáis preparados?" por tres veces. Si el concierto se acaba ahí sería ilegal, pero hubo mucha gente que pagó un buen dinero exclusivamente para este instante. Ahí estaba todo.

Lonesome day no es el mejor de los comienzos, aún siendo una favorita generalizada de la clase media (no conocida por los no die hard fans). No lo es. Es un mal comienzo. No surrender como que ya pone todo un poco más en orden, pero todavía tampoco. Sonido malo. De inicio, muy malo (estamos en el sector 305 compadreando con la prensa, que es como el médico, ya nos preguntamos quien falta, si igual le ha dado un ictus por tener que cubrir el concierto de Duki). Bromas que son dramas aparte, cuesta unas pocas más hasta que ya convence. No sé hasta qué punto eso se puede consentir en un gentío que ha pagado un dineral que no vamos a volver a recordar, pero no se debe consentir.

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Con Darkness on the edge of town ya como que todo concuerda. Y resulta que Bruce Sprinsgteen tiene 75 años. Mangas de camisa blanca, chaleco negro, corbata. Un tipo que tiene una edad y te lleva de la mano a lo oscuro. A lo oscuro. Tiene, a su vez, ese descaro. Ven hacia la luz. A lo oscuro. Te voy a hacer brillar desde el córner más plomizo del pueblo. Darkness on the edge of the town. Esa epifanía de estadio que es Darlington County. Fiesta con la tradicional Rockin’ all over the world. Podrías parar de enumerar, pero es que vienen Hungry heart y The promised land.

No caben nuestras historias en todas las canciones que toca Bruce Springsteen y Bruce Springsteen toca canciones durante tres horas. Pues no caben. El enésimo concierto que aspira al maratón y que lo mismo te canta My hometown como que te entona The river. Mira que Madrid tiene de todo, dicen, pero noches como estas son tan pocas. Es una velada en años: Because the night, Badlands, Thunder road. Y luego Born to run, Bobby Jean, Dancing in the dark. Una noche para recordar en la que los que le habían visto decenas de veces vieron las costuras pero, ah, la inocencia, quienes entraban de nuevas no paraban de airear su nuevo descubrimiento. Siempre hay quien descubre algo nuevo o a Bruce de nuevo. Esta noche de miércoles tuvo algo de eso.

La épica del rock de estadio hecha trizas. Ya no se hacen noches de conciertos como las de antes. Y eso que Bruce va justo de voz (bastante, ay, pero llegó). La épica del rock tal de estadio tal y como la conocemos se enfrenta a sus inconvenientes. Nos hicieron creer que solo Mick Jagger iba hacia los 80 y de repente resulta que Bruce Springsteen tiene casi 75. Renquea como Joe Biden, pero tiene mucho más claro todo lo que hace. Vamos a pensar que sí, ¿vale? Digamos que sí. Más que nada porque se cuelga su Fender Telecaster que da gusto verle. Eh. ¡Bruce Springsteen está en la ciudad!

Lo de Bruce Springsteen en el Metropolitano se resume rapidito: es toda la verdad que cabe en un concierto de rock (de estadio). Porque pasan las décadas y ahí sigue el de New Jersey con el mismo escenario a su manera minimalista. Es enorme, claro, con una pantalla gigante en el fondo y otro par a los lados, pero ya está, pues lo que cambia de gira a gira es que la resolución es cada vez mayor. Para él lo importante es que el escenario tenga el fondo y la anchura suficiente para meter dentro a todos los músicos posibles, en esta evolucionada E Street Band con una quincena de integrantes que no paran de tocar y tocar mientras el jefe ordena y manda y controla a su antojo la poderosa energía entre todos generada. ¡Y menudo aluvión transformador de rock n’ roll!

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