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La democracia está en crisis… también en Eurovisión: el pueblo no quiere tecnócratas

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El Benidorm Fest convertido en epicentro de la última crisis democrática por culpa de Eurovisión. Esa no la vimos venir, por mucho que el sistema de votación para este certamen ya sugiriera la posibilidad de una quiebra civil con esa suma de votos de un jurado profesional nacional (30%) e internacional (20%), el panel demoscópico (25%) y el televoto (25%). 

Porque confiar en la democracia es un anhelo por todos compartido, aún siendo conscientes de la oscuridad de sus recónditos rincones. Y en el momento en el que no se cumple la máxima de una persona-un voto, se tambalea el castillo de naipes. Que acaba cayendo, por supuesto, porque siempre hay alguien que se cansa de la incertidumbre.

Las reglas son las reglas, en cualquier caso, y así arrancó la contienda sobre el escenario para designar al próximo representante de España en la próxima edición de Eurovisión, en mayo en Turín (Italia). Con Tanxugueiras como claras favoritas del público, cantando en gallego y reivindicando al mismo tiempo nuestra diversidad y nuestras raíces, así como la riqueza de las lenguas cooficiales.

El pueblo no puede decidir por sí mismo, el pueblo no sabe. Solo eso explica que el jurado se asegure su preponderancia con ese 50% de poder sobre la decisión final. Los tecnócratas al rescate en plan Mario Draghi guiando al pueblo con capa de súperheroe, porque si nos dejamos llevar por el corazón, por las ideas políticas, seremos equilibristas sin equilibrio. Eso nos cuentan, pero el pueblo quiere decidir.

"Un jurado profesional que vota como un jurado popular... ¿es profesional?", se pregunta el cronista musical de la Agencia Efe, Javier Herrero, quien recuerda que "los jurados profesionales existen para incorporar conocimiento técnico, apertura de miras, observar afinaciones, riesgo u originalidad". "Dejar fuera a Tanxugueiras y no dar más a apoyo a Blanca Paloma les desautoriza completamente", opina.

Este planteamiento viene fuertemente respaldado por el triunfo de las gallegas en el televoto, acompañado a su vez por las acusaciones de tongo en las redes sociales. Con los fans mostrando incluso pantallazos de los votos que no pudieron enviar por fallos en el sistema. La democracia en entredicho, una vez más porque, además, ¿quién controla eso del voto demoscópico? ¿Es necesario habiendo jurado profesional y votación popular? Otro rincón oscuro.

El torpedo a la línea de flotación venía en camino desde la elección misma del sistema de votación y explotó cuando los jueces dejaron fuera de sus opciones para la final a Tanxugueiras. El Titanic hundiéndose entre intensos abucheos del público presente en el pabellón. Menos mal que el voto demoscópico y, sobre todo, la votación popular, las situó en segunda posición para pasar a la final junto a Chanel (convertida ahora en favorita por el jurado y el voto demoscópico), Varry Brava y Blanca Paloma.

"Un jurado no puede dejar quintas a Tanxugueiras. Ni es real, ni hace justicia a lo que se ha visto en la primera semifinal del Benidorm Fest", denuncia José García, conocido como Luka Eurovisión y fundador de Eurovisión-Spain, medio de referencia del asunto en nuestro país. 

Democracia, justicia, cultura. Complicado triunvirato, pues aúna soberanía popular, leyes, conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres. Objetividad frente a subjetividad con Eurovisión en medio de toda la tensión. "Queremos insistir en que es un jurado profesional y así hizo sus valoraciones. Cada miembro no sabía qué estaba votando el de al lado ni se pusieron de acuerdo", responde la directora de comunicación de RTVE, María Eizaguirre.

En el disparadero están los cinco miembros del jurado profesional en cuestión: Natalia Calderón (coach vocal de OT formada en conservatorios de Amsterdam y el País Vasco), Miryam Benedicted (coreógrafa de OT, UPA Dance, Tu cara me suena y de Edurne en Eurovisión en 2015), Estefanía García (Licenciada en la especialidad de Ópera y Zarzuela por la Escuela Superior de Canto de Madrid, desde hace 15 años forma parte del Coro de RTVE), Marvin Dietmannles (director de escena, director artístico de Blas Cantó en Eurovisión en 2021) y Felix Bergsson (músico, jefe de la delegación islandesa para Eurovisión y miembro del Grupo de Referencia de la Unión Europea de Radiodifusión).

¿Por qué nadie de Radio 3, la emisora musical pública que tanto mima a la música de calidad?, se preguntan muchos. Objetivamente, según criterios cualitativos, se puede calificar de bueno o malo un producto cultural, más allá del éxito comercial que pueda llegar a alcanzar. La crisis estalla cuando la cultura se convierte en algo cuantitativo y los que deciden no tienen tiempo de explicar por qué otorgan 12, 10, 8, 7, 6 y 5 puntos cada propuesta. El pueblo en general quiere saber y, los eurofans, también por regla general, más.

La democracia siempre está en peligro, pero es el sistema menos malo de los conocidos. Sobre el Benidorm Fest planea la sombra de la desconfianza porque reina la sensación de que la decisión ya la tomaron otros antes de que todo esto comenzara. La sensación de que, como en política, en realidad el pueblo nunca decide en absolutamente nada. Y, bueno, que a nadie le gusta que le digan que su canción favorita no es para tanto. Eso también.

El Benidorm Fest convertido en epicentro de la última crisis democrática por culpa de Eurovisión. Esa no la vimos venir, por mucho que el sistema de votación para este certamen ya sugiriera la posibilidad de una quiebra civil con esa suma de votos de un jurado profesional nacional (30%) e internacional (20%), el panel demoscópico (25%) y el televoto (25%). 

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