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El trampantojo de los precios dinámicos desquicia a los fans: "Es un disparate más del sistema capitalista"

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Se anuncia un gran concierto al que quieres asistir y compruebas que la entrada que deseas te va a costar 150 euros. En la información de la promotora encuentras un concepto, Entradas Platinum, que no sabes muy bien qué significa, pero se explica así: "Estas son las entradas más solicitadas de un evento y se ponen a la venta en modalidad de precio dinámico, ajustado en función de la oferta y la demanda, tal y como hacen compañías aéreas y el sector hotelero. El objetivo es ofrecer a los fans un acceso justo y seguro a las localidades más demandadas que además son las más proclives a ofrecerse en el mercado secundario. Estas entradas no incluyen ningún servicio o producto adicional como sí lo hacen las entradas tipo paquete VIP". Vamos, que como resulta que el concierto en cuestión es en un gran estadio ya sabes que la demanda va a ser bestial y va a estar complicadillo hacerte con tu entrada, ya de por sí cara, pero que además resulta que puede subir de precio en cualquier momento, mientras miles de personas intentar comprar a la vez al borde de un ataque de nervios.

Un reciente ejemplo concreto: la entrada de pista más cercana al escenario para ver a AC/DC la pasada primavera en Sevilla costaba 150 euros más otros 20 de gastos de gestión (170 euros en total). Al poco de ponerse a la venta, esa misma entrada en modalidad platinum se vendía a 317,50 euros. Incluso algunas de grada baja, con un coste de salid de 164,50 euros (ya con gastos) llegaron hasta 410,50. No se agotaron las localidades de manera instantánea no porque no hubiera demanda, sino porque con la excusa de esa demanda, se elevaron los precios en tiempo real en Ticketmaster tensando tanto la cuerda que miles de fans desistieron. Artista y promotor decidieron (porque lo deciden ellos), en este caso, subir la cuantía para maximizar todo lo posible los beneficios: si colocas un par de centenares de tickets al doble del precio de salida, te da igual venderlos rapidito o tener la paciencia necesaria como para terminar ganando más (si no se despachan, se van abaratando a conveniencia hasta que encuentran el comprador adecuado, así que solo es cuestión de esperar). Sea como fuere, la banda de Angus Young dio no uno, sino dos grandes recitales hasta la bandera en el Estadio Olímpico a orillas del Guadalquivir y aquí paz y después gloria con la caja registradora tintineando con alegría y alboroto.

Los precios dinámicos empezaron a probarse en España en la última visita de U2, en septiembre de 2018 en el WiZink Center de Madrid, con unas pocas entradas quintuplicando los precios iniciales de taquilla. La excusa oficial para esta práctica es que si hay gente dispuesta a pagar esos altos precios es que el organizador está en realidad vendiendo baratos sus tickets, con el agravante de que en ese margen aparece la reventa: para que sea alguien anónimo quien saque tajada de la situación, comprando al precio original y luego revendiendo por ahí mas caro, ya directamente se sube el importe en origen. Esto, de hecho, está pasando y lo estamos viendo con e incremento constante del montante a pagar para asistir a los grandes conciertos y festivales, solo que cuando en la ecuación entran los precios dinámicos todo se dispara exponencialmente en direcciones opuestas: las ganancias de uno y las quejas desquiciadas de otros. Y ahí es donde se rompe la baraja.

Desde entonces, la polémica no ha hecho más que aumentar, llegando incluso hasta el Gobierno del Reino Unido cuando los precios dinámicos se dispararon en la reciente venta para los conciertos de reunión de Oasis en 2025. También hemos sabido estos días que Taylor Swift rechazó utilizar este sistema en su Eras Tour, que es ya oficialmente la gira más taquillera de la historia (y que por tanto podría haber recaudado aún más). El líder de The Cure, Robert Smith, también se negó a emplear los precios dinámicos en su última gira, dejando además más que clara su postura al respecto en una entrevista hace apenas unos días con 'The Sunday Times': "No permitimos los precios dinámicos porque son una estafa que bien podría desaparecer si todos los artistas dijeran: ‘¡Eso no lo quiero!’ Pero la mayoría de los artistas se escudan en la gestión: ‘Oh, no lo sabíamos’, dicen. Todos ellos lo saben. Si dicen que no, o son gilipollas o mienten".

"La decisión de que haya precios dinámicos o no es del artista y del promotor", remarca a infoLibre la directora general de Ticketmaster España, Ana Valdovinos, quien reconoce que esta práctica "hace más ruido", a pesar de que según los datos que manejan "en 2024 se han aplicado los precios dinámicos solo al 3% de las entradas vendidas" en nuestro país a través de su compañía: "Es una opción elegida por el artista y el promotor, pero no deja de ser una opción menor. Estamos de acuerdo en que el consumidor debe tener todos los detalles sobre lo que está adquiriendo, garantías de que se ajusta a lo que quiere comprar y abogamos por la total transparencia en todas las transacciones. Desde Ticketmaster siempre hemos colaborado a nivel institucional para combatir el fraude y la especulación, pero los precios dinámicos los decide el artista".

Y todavía continúa: "La fijación dinámica de precios es legal en España. De hecho, es una práctica totalmente asentada en muchos sectores como los viajes en avión, los hoteles o la mayor parte de las plataformas de ecommerce que consumidos habitualmente. Es verdad que el público en general no critica que un precio de un billete de avión suba en función de la demanda, o el de un hotel o el de una compra online. Con los bienes culturales hay más debate porque se trata de experiencias puramente emocionales. Pero insisto, la decisión de cómo se comercializa una entrada para un evento es del artista o del promotor. El artista es el 'dueño' de su bien cultural y solo ellos son los responsables de decidir las condiciones o precio que consideran que vale su producto".

Este modelo de venta de entradas es completamente legal siempre que se ofrezca la suficiente información y transparencia durante el proceso de compra

Incide en esto también Manuel López, CEO de Sympathy for the Lawyer e INCENTIVA Music, quien insiste en que este modelo de venta de entradas es "completamente legal siempre que se ofrezca la suficiente información y transparencia durante el proceso de compra". "La clave está en unas condiciones de venta claras que respeten la normativa actual de comercio electrónico y protección a los consumidores. Además, el diseño e información en las pantallas que van apareciendo al usuario durante la compra no pueden generar confusión", explica. Aclara, asimismo, que el cliente que movido por el ansia de hacerse con una entrada y el temor a quedarse fuera del concierto termine comprando a un precio mayor que el inicialmente anunciado "no puede reclamar si la información ha sido clara en todo momento", ante lo que Valdovinos defiende que en Ticketmaster son "muy transparentes" en todo el proceso de venta: "Siempre indicamos, desde el principio, el precio total a pagar. Ese precio incluye el valor nominal de la entrada (precio base) y los gastos potenciales aparejados a cada servicio de forma desglosada".

El abogado y empresario musical plantea a infoLibre, en esta línea, que los precios dinámicos "no son tanto una herramienta contra la reventa sino una solución para ajustar oferta y demanda". "Algo totalmente normal en alojamientos y transportes, por lo que no veo ningún problema en que ocurra también con los conciertos. Los costes de las giras se han incrementado mucho en los últimos años, y los promotores se enfrentan también a otros retos complejos, como es la inseguridad jurídica y dificultades en la financiación. En este contexto, los precios dinámicos pueden servir para optimizar el plan de negocio de esa gira o festival, y calibrar el precio medio de las entradas reduciendo los riesgos", argumenta.

Están convirtiendo la música en directo, la cultura, en un lujo al que no todo el mundo puede acceder

Además, recuerda López que el rango más alto de precios que se suele ver en casos de precios dinámicos "apenas iguala el precio de una entrada para un partido de fútbol" de nivel normal, dejando aparte una final importante o un Madrid-Barça. Y puntualiza: "Los precios dinámicos los puede aplicar cualquier promotor de un concierto o un festival. No tiene nada que ver con monopolios de empresas -acusación reiterada, pues Ticketmaster pertenece a la promotora Live Nation desde 2010, lo que les sitúa en posición multinacional dominante-, sino con la alta demanda en torno a ciertos artistas, cuyos conciertos son escasos en comparación con el número de personas que quieren verlo. Por ejemplo, en el caso de Oasis, para atender la demanda generada la banda tendría que haber hecho 111 conciertos en el estadio de Wembley –darán únicamente siete– a su máxima capacidad, 90.000 personas por show".

Al fan habitual de la música en vivo, el que ha invertido un buen dinero a lo largo de los años, sin embargo, estas explicaciones le suenan más bien a excusas. "Me siento traicionado, pero no por multinacionales como Live Nation y Ticketmaster, quienes al fin y al cabo están en el negocio de la música como podrían estar en el de los jamones y de los que se puede esperar que traten de exprimir al máximo a sus clientes. Desde la expansión global de internet, el mundo pertenece a los intermediarios", lamenta Jorge Arenillas, director y guionista a la par que melómano que ha asistido a centenares de conciertos: "Me siento traicionado por los artistas. Cuando escucho a Bruce Springsteen -que recibió durísimas críticas por los altísimos precios de sus conciertos en Norteamérica en 2023- quitarle hierro a los precios dinámicos con el argumento tendencioso de que si no lo cobran ellos se lo llevará igualmente un reventa, pienso que al artista no le preocupa mucho su público. Con tal de que el concierto esté lleno, da lo mismo si en primera fila están los verdaderos fans o quienes pueden pagarlo".

Bien parecido opina Ana Elva Hernández, de Festival Survivors, para quien "las ticketeras, con la excusa de ajustarse a la demanda, inflan los precios estafando a todos los fans de los grupos". Cree, eso sí, que la reventa no tiene nada que ver con este tema, ya que con los esta práctica "no están erradicando el problema", sino simplemente aprovechándose "de la ilusión o el fanatismo de la gente". De esta manera, a su juicio, "están convirtiendo la música en directo, la cultura, en un lujo al que no todo el mundo puede acceder, algo que es muy injusto y abusivo", pues "están desvirtuando la música en directo y nos quitan la oportunidad de ver a muchas de nuestras bandas favoritas". En el contexto alcista actual, los precios dinámicos son de alguna manera la guinda final: "Es un disparate más del sistema capitalista. La cultura no es un lujo y deberían ponerse medidas serias. Incluso las propias bandas podrían plantarse, porque no se cuida ni su música ni su público".

Así es como los verdaderos aficionados a la música van siendo poco a poco expulsados, pues si acostumbraban a ir a veinte, treinta o cuarenta conciertos al año, ahora las cuentas simplemente no les cuadran. "Todo es relativo. Sigue habiendo conciertos en salas a los que puedes asistir por 20 o 25 euros. El problema son los conciertos evento, que han explotado por culpa de la fiebre post-pandemia y por el postureo en redes sociales. Nadie quiere perderse 'el concierto del año', sea lo que sea eso", señala Arenillas a infoLibre, para acto seguido agregar: "De todos modos, hablo desde la posición cómoda de quien ya le ha hecho todas las muescas que quería a su revólver. He visto en directo a James Brown, Jerry Lee Lewis, B.B. King, John Fogerty, Bob Dylan, Lou Reed, Patti Smith, Nick Cave, Leonard Cohen, Van Morrison, Paul McCartney, Depeche Mode, The Rolling Stones, he visto a Bon Jovi en el Circo Price y a Bruce Springsteen cincuenta veces, dos de ellas en un teatro…".

Ahora entras a un gran recinto y puedes identificar a la perfección en qué zona empieza y termina un estrato social. Ha calado la idea de que en un concierto estás donde mereces estar

"Digamos que el desmoronamiento de la experiencia de la música en directo que han provocado y fomentado Live Nation y Ticketmaster me afecta menos que a un chaval de 20 años al que le gustaría poder tachar de su lista a Coldplay o Beyoncé, y nunca va a poder hacerlo porque a las tiqueteras y mánagers que controlan el mercado no les interesa el cliente sin la cartera llena. Prefieren que esas entradas las ocupen un oligarca ruso y su novia 'influencer' de Instagram a los que, sí, se la suda la música, pero que están dispuestos a pagar el triple por presumir de haber estado allí", reflexiona, compartiendo una percepción que tiene después de tantos lustros de conciertos: "Lo que me gustaba de la música en directo es que era un espacio más o menos democrático donde podían convivir en armonía todas las clases sociales. Eso se ha terminado. Ahora entras a un gran recinto y puedes identificar a la perfección en qué zona empieza y termina un estrato social. Y por desgracia, ha calado la idea de que esto es correcto: que en un concierto estás donde mereces estar".

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Mientras tanto, la industria de la música en directo sigue marcando cifras de récord tanto en España como en el resto del mundo, lo cual ha motivado que llevemos ya años hablando de esa burbuja en la que supuestamente estamos siempre todos dentro y a punto de estallar. "Completamente. Hay una burbuja, especialmente en los festivales, que tarde o temprano va a terminar rompiéndose", asegura Hernández, recordando a infoLibre que no son pocos los festivales que sacan a la venta entradas sin tener cartel, la gente "compra masivamente sin saber qué van a ver, las empresas se aprovechan, aumentan los precios de manera desorbitada en cuestión de segundos hasta que llegan al 'sold out'". "El público no importa, no importan los artistas, no importa la calidad del evento", denuncia, doliéndose de la normalización de importes elevados también en viajes y hoteles, que la "gente normal no puede asumir". "Pero no es algo cultural. La asistencia a conciertos o festivales sí lo es, y la cultura debería ser accesible a todos por igual y no un lujo para unos pocos. Por eso creo que es una forma de mercadear con la cultura", recalca.

¿Y ya que es una práctica legal, se podría al menos quizás regular de alguna manera para que el cliente, que supuestamente siempre tiene la razón aunque no tanto, al menos no se sintiera tan exprimido? "La posible regulación de estas prácticas podrían ir por establecer de manera concreta algunos requisitos en la información previa y durante el proceso de venta, quizás también impidiendo que el precio cambie una vez iniciado el proceso de compra, así como evitar mensajes que puedan incitar a compra impulsiva. Pero no mucho más", explica López, mientras Valdovinos defiende que la industria de la música en vivo "ha cambiado mucho en los últimos años", con artistas y promotores ofreciendo experiencias que "tienen un valor añadido superior y, por tanto, los costes también se incrementan". "No podemos comparar los conciertos actuales con la producción y la calidad actual a la de hace años. Son más caros y también más espectaculares en cuanto a producción, visuales, logística, proyecciones... Llegados a este punto, son los artistas y los promotores los que tendrán que valorar el precio de los eventos buscando la rentabilidad, pero también la acogida por parte del público", argumenta la directora general de Ticketmaster España.

Y remata Arenillas con una reflexión final: "Todo esto afecta al propio espectáculo porque, cuando tus fans más ardorosos, los que deberían estar dando calor en primera fila, están repartidos por todo el recinto, el concierto a veces no despega. Grabé algún vídeo durante los bises en un concierto de estadio reciente y, cuando volví a verlo días después, me sorprendió la frialdad del público a mi alrededor. Y entonces recordé: 'Ah, es verdad, que en pista delantera no estamos los fans más entregados, como solíamos, sino solo los que podemos pagarlo'". 

Se anuncia un gran concierto al que quieres asistir y compruebas que la entrada que deseas te va a costar 150 euros. En la información de la promotora encuentras un concepto, Entradas Platinum, que no sabes muy bien qué significa, pero se explica así: "Estas son las entradas más solicitadas de un evento y se ponen a la venta en modalidad de precio dinámico, ajustado en función de la oferta y la demanda, tal y como hacen compañías aéreas y el sector hotelero. El objetivo es ofrecer a los fans un acceso justo y seguro a las localidades más demandadas que además son las más proclives a ofrecerse en el mercado secundario. Estas entradas no incluyen ningún servicio o producto adicional como sí lo hacen las entradas tipo paquete VIP". Vamos, que como resulta que el concierto en cuestión es en un gran estadio ya sabes que la demanda va a ser bestial y va a estar complicadillo hacerte con tu entrada, ya de por sí cara, pero que además resulta que puede subir de precio en cualquier momento, mientras miles de personas intentar comprar a la vez al borde de un ataque de nervios.

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