Regalar entradas en Navidad para disfrutar en verano: los festivales quieren tu dinero a la de ya

Público en el Mad Cool

Ocurrió este jueves 19 de diciembre: hasta cuatro grandes festivales desvelando in extremis y a la vez sus cartas antes de las navidades. Mad Cool (Madrid), Mallorca Live, Gigante (Guadalajara) y Brisa (Málaga). Todos ellos presentando lo que ahora mismo tienen que ofrecer al público potencial, esto es, carteles completos o avances de algunos nombres, con una única intención: convertirse en el regalo escogido ahora, en plena vorágine comercial de regalos navideños, para disfrutar dentro de siete, ocho o nueve meses, cuando el sol más apriete. Y llegan un poco tarde, sobre la bocina, pues otros les adelantaron. Porque cogieron sitio en la 'pole' Primavera Sound Barcelona (que anunció el 24 de octubre), Bilbao BBK Live (4 de diciembre), FIB de Benicàssim (25 de noviembre), Azkena de Vitoria (14 de noviembre), Warm UP de Murcia (29 de octubre), Tsunami Xixón (25 de octubre) y podríamos seguir así enumerando, ya que el reparto del público festivalero se pelea en otoño.

Para cuando llega el invierno ya está (casi) todo el pescado vendido. El festival de música reggae Rototom Sunsplash, que se celebra en agosto en Benicàssim, vendía esta semana en cinco minutos los mil abonos de su primera promoción especial a un precio de 160 euros (que esa es otra, porque vaya cantidades). Es este es el vertiginoso signo de los tiempos no solo para los festivales, pues ahí tenemos a Dani Martín anunciando conciertos en noviembre de 2024 para celebrar el último de ellos en octubre de 2026 (una anticipación de 23 meses). Semejante disparate es totalmente inédito en un artista español, si bien encontramos un caso similar en Metallica, que puso a la venta en diciembre de 2022 las entradas para sus dos shows en el estadio Metropolitano el pasado julio de 2024.

Un grupo de amigos puede ir al Low a pasar unas vacaciones en Benidorm en la playa y de paso estar en el festival. Eso se planea de un año para otro

Esther Al-Athamna — Periodista musical

Convengamos que hay diferencia, eso sí. Principalmente en que los festivales suelen ser cada año en las mismas fechas, en el mismo recinto y con carteles razonablemente parecidos, de manera que el público puede fidelizarse de una manera muy particular y precisa. "Un grupo de amigos puede ir al Low a pasar unas vacaciones en Benidorm en la playa y de paso estar en el festival. Eso se planea de un año para otro, igual que el Primavera Sound, donde hay gente que compra las entradas para el siguiente año el día después de que haya terminado la edición que acaba de celebrarse", plantea a infoLibre la periodista musical Esther Al-Athamna, para quien eso puede convertirse en "una tradición independientemente del cartel que haya o porque consideras que los organizadores son buenos prescriptores que te lo vas a pasar bien toque quien toque".

Esto hace que haya festivales que, efectivamente, pongan a la venta los abonos sin haber anunciado ni un solo artista. "Total, qué más da que toque Olivia Rodrigo o Charli XCX, o que esté Arde Bogotá o Viva Suecia", señala a su vez David Saavedra, periodista musical y autor de Festivales de España (Anaya Touring, 2022), destacando que así, de paso, "te da la opción de que sea como un cofre regalo Premium, VIP Premium o Extra Súper Mega Premium". Y no exagera, pues Al-Athamna coincide en que los festivales "son una experiencia más, como regalar una visita a un spa". "No es algo nuevo. Cuando yo trabajaba en la Fnac hace unos quince años ya estaban estos cofres. Recuerdo perfectamente venderlos para el Primavera Sound, el FIB o el Summercase en plenas navidades", rememora, concediendo, eso sí, que por aquel entonces el furor por este tipo de eventos era bien diferente, pues estaban poblados principalmente por aficionados y melómanos. "Ahora mismo el Mad Cool es como un fin de semana con masaje incluido", apostilla a infoLibre con socarronería la codirectora de la revista Efe Eme, Sara Morales, quien aún poniendo en valor que se regale música, avisa de que se está tendiendo a "cosificarla como pack de experiencias" y se está "perdiendo ese matiz artístico que diferencia el ocio de la cultura".

Vender con tanta antelación es una estrategia de mercado afín a los tiempos que corren y con cómo se crean necesidades en los receptores

Sara Morales — Periodista y codirectora de Efe Eme

Y es que en la actualidad, más exponencialmente desde la pandemia, en los festivales se impone el ocio frente a la cultura. "Hay muchísima gente que va al festival a pegarse una juerga. Somos los menos los que estamos pendientes del cartel, de los horarios y los escenarios. La inmensa mayoría va a la fiesta, incluso en un Primavera Sound, así que no digamos ya a los que son básicamente de playa y sangría", apunta la periodista, al tiempo que Saavedra remarca que una gran parte de estas citas musicales están gestionadas desde las concejalías de Turismo y no desde Cultura: "Lo que se vende a la hora de publicitarlos es el impacto económico (una suerte de pensamiento mágico que hace pensar en los beneficios que va a tener el sector hostelero, aunque nadie más), y no la opción de ofrecer un evento cultural que va a ser beneficioso a otros niveles, digamos, más humanistas o espirituales, para la población del lugar en que se desarrolla. Esto ya viene siendo así desde hace unos años".

Aparece en este punto de la conversación el dichoso FOMO (fear of missing out, miedo a perderse algo) que a Saavedra en particular le provoca "ansiedad", tal y como confiesa a infoLibre, y que está detrás del poder de las redes sociales para generarnos necesidades que, por supuesto, exigen un paso por caja. Es el mercado, amiguitos. "He dejado de mirar las redes sociales porque tenía la sensación de que constantemente me estaba perdiendo conciertos históricos", admite, planteando que ese FOMO está de alguna manera relacionado con el "carpe diem de darlo todo como si no hubiera un mañana porque, en honor a la verdad, sí que parece claro que no hay un mañana". "Quién sabe, quizá por la salud mental nos vendría mejor hacer una huelga de silencio", reflexiona el periodista.

No te quedan más narices que llevar una vida de adolescente alegre en la que en lugar de pagar la letra de la hipoteca pagas el alquiler y, si te queda algo, te vas de festival

Esther Al-Athamna — Periodista musical

Al-Athamna, por su parte, va más allá y habla de una "realidad sociológica difícil e incómoda" en la que la mayor parte de la juventud "no tiene casa ni visos de tenerla, no puede montar una familia y no puede hacer nada que no vaya más allá de llevar una vida, digamos, adolescente". "Es como que se está eternizando la juventud, pero no porque tú quieras, sino porque no te queda otra. Si no tengo casa o un trabajo súper estable, no me voy a poner a tener hijos. A lo mejor, con ese dinero que en otros momentos iba para esas cosas, de repente hay una especie de stock en el que la gente más joven al menos trata de vivir la vida que les han dejado, que es al menos salir, bailar, disfrutar de sus amigos y olvidar un poco la triste realidad", argumenta: "La triste realidad no es que quieras ser joven para siempre, es que no te quedan más narices que llevar una vida de adolescente alegre en la que en lugar de pagar la letra de la hipoteca pagas el alquiler y, si te queda algo, te vas de festival".

En este contexto puede perfectamente llegar el momento en el que los festivales pongan las entradas a la venta para la la edición de 2026 sin haber celebrado todavía la de 2025. Cualquier cosa es posible cuando se sobrepasa ampliamente la velocidad recomendada. Este tipo de eventos tienen la limitación de su celebración anual, algo que no tienen los conciertos de, como decíamos, por ejemplo, Dani Martín. "Poner entradas a la venta con tanta antelación conlleva que puedan pasar mil cosas por el camino, tanto para el artista como para el público. Pero el que organiza el sarao es el que gana sí o sí", resume Morales, quien ve en ello, en cualquier caso, "una estrategia de mercado totalmente afín a los tiempos que corren" relacionada con "cómo se crean necesidades en los receptores" y en la que siempre ganan los artistas y los organizadores, quedando el público en una situación de vulnerabilidad totalmente inaceptable. El cliente, vaya, en este caso no siempre tiene la razón. "A mí no me parecería del todo mal que exista esta opción si luego se hace más fácil la opción de devolver tu entrada si finalmente no puedes acudir. Por que no, no es fácil", indica Saavedra.

Todas las iniciativas que ha tomado la industria desde la crisis de la venta de discos han sido un win-win para promotores y artistas y no han tenido ningún beneficio para el público

David Saavedra — Periodista y autor de 'Festivales de España'

Y continúa: "Si tienes claro que, por ejemplo, te apetecería muchísimo ver a Bruce Springsteen en Dublín en agosto de 2026, sabiéndolo con dos años de antelación puedes conseguir billetes de avión mucho más baratos. Lo que más me preocupa es que esa venta súper anticipada suela estar asociada al hecho de que las entradas se agoten por internet en los primeros cuatro minutos, que es algo que siempre me ha parecido sospechoso. En realidad, creo que todas las iniciativas que ha tomado la industria desde la crisis de la venta de discos (gastos de gestión desmesurados que no sabe a qué corresponden, entradas nominativas para evitar la reventa, estratificación del público en diferentes zonas según lo que pagues por la entrada, precios dinámicos en constante ascenso, etc) han sido un win-win para promotores y artistas y no han tenido ningún beneficio para el público".

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Para Al-Athamna, que Dani Martín -le seguimos usando de ejemplo por ser paradigmático su caso- anuncie más de un año antes sus conciertos "no tiene más sentido que meternos presión y FOMO de que se puedan agotar las entradas", para que así "decidas pagarlas a un precio más elevado al que las pagarías si la fecha estuviera más cercana o supieras que quedan disponibles". "Te meten prisa en plan 'se van a agotar, cómpralas cuanto antes que para eso las hemos puesto a la venta un año antes'. Yo no sé donde voy a estar mañana, como para saber dónde voy a estar dentro de un año", agrega con humor. "El público es el más perjudicado, en pro de la comodidad de los promotores y los artistas, que así saben que lo tienen todo vendido con más antelación. Los que palmamos somos los de siempre, los pobres usuarios y consumidores de música, porque te entra el FOMO y compras las entradas sin saber si vas a poder ir, aceptas pagar los precios que sean con tal de no quedarte sin entrada, luego si no puedes ir intentas colocarla a un amigo o venderla donde sea... al final es problema para el que paga", remarca.

Son los festivales más pequeños y vulnerables los que están más en peligro. Los gigantes de pan y circo siguen interesando a quien tiene el poder económico

David Saavedra — Periodista y autor de 'Festivales de España'

Quizás lo más sorprendente de todo es que, con las cifras de récord de asistencia y de precios que se manejan, llevemos años hablando del estallido de una burbuja que parece no existir. ¿O sí? "Por lógica, debería haber estallado hace tiempo, sobre todo porque comprar una entrada para vivir una experiencia de música popular es un bien de lujo, cada vez más reducido para un público con más alto poder adquisitivo", subraya Saavedra. Morales, por su parte, opina que "más que explotar va a terminar agotando, como todo lo que se hace en exceso", por una cuestión de "precios y sobreoferta" que lo "desvirtúa" todo: "Ya no sabes a qué atender, está todo lleno de estímulos, se diversifica el público. Ya no va todo el mundo a un mismo festival, un FIB, por ejemplo, en una experiencia de cultura colectiva para crear un imaginario. Esto en algún momento se va a tambalear y, como pasa siempre, van a pagar justos por pecadores". 

"Son los festivales más pequeños y vulnerables los que están más en peligro, pero los gigantes de pan y circo siguen interesando a quien tiene el poder económico", lanza Saavedra. Y remata Al-Athamna: "Las cifras de la música en directo son bestiales, ahora mismo cualquier artista mediano llena un WiZink Center, algo que antes solo sucedía con figuras muy relevantes o importantes bandas internacionales. Hay una especie de FOMO infinito desde que estuvimos casi dos años encerrados, y eso ha provocado un querer estar en todas partes y querer estar fuera de casa pase lo que pase. Es un fenómeno global, no solo pasa en España, pero ha dado lugar a que haya un interés mayor por la música en directo, lo que ha permitido hinchar los precios de la famosa burbuja. Pero la realidad es que la gente está consumiendo más música en directo que nunca. Por ese lado es muy bueno. Que haya siempre chupópteros que aprovechan la situación para llenarse los bolsillos, lamentablemente, es ley de vida".

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