Los niños que volvieron de Rusia

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"Por fin hoy, día 28 de septiembre, vemos tierra española después de veinte años de ausencia. Todo alrededor se alborota, ya pronto llegamos. Se ve Valencia, el rompeolas, hemos llegado". Cecilio Aguirre Iturbe rozaba los siete años cuando vio por última vez su tierra. Si es que seguía siendo su tierra dos décadas después, en 1956, tras haber pasado adolescencia y primera juventud en la Unión Soviética. Su nombre, por mandato del orden alfabético, es el primero en anunciarse por los altavoces del Crimea, el barco en el que viajan 539 personas que quieren cambiar Rusia por la España franquista. Y él se arroja sobre la pasarela. Al otro lado, le esperan los reporteros: "Tenía muchísimas ganas de volver. ¡Viva el pueblo español! ¡Viva España!", dice en un rapto de amor patrio. Llevaba años pidiendo volver.

El periodista Rafael Moreno Izquierdo se encontró con esta historia mientras investigaba el regreso de 2.622 de los llamados "niños de Rusia", enviados por sus padres republicanos a la Unión Soviética en los primeros años de la Guerra Civil para ponerles a salvo de la batalla. Sus palabras aparecían en una crónica periodística de la época, escritas por alguno de aquellos reporteros del régimen que buscaban —y encontraron— gestos de amor nacional y felicidad entre los recién llegados. Moreno escribió en Google el nombre de aquel desconocido y su procedencia, Bilbao, que también se indicaba en el periódico. Al otro lado del teléfono, y al quinto intento, respondió aquel joven crecido en la Rusia comunista y que está a punto de cumplir 90 años. "No solo me dijo que era él, sino que me contó su historia", recuerda el periodista. Su relato fue la estructura en torno a la que construiría Los niños de rusia, un libro sobre la repatriación que ahora publica Crítica. 

Moreno, antiguo corresponsal de la Agencia EFE en Washington y Nueva York, no habla de la salida de miles de niños, de sobra documentada. Se centra en el regreso: por qué una parte sustancial de los 4.221 españoles que por entonces se encontraban en la Unión Soviética quiso volver a España, aun bajo el régimen franquista, y cómo fue posible que esto ocurriera cuando ambos países habían roto desde hacía tiempo cualquier vía diplomática. Sobre todo, teniendo en cuenta que no todos los españoles que residían en Rusia hacia 1953 habían llegado siendo niños. Las cifras del Partido Comunista Español revelaban que había 2.982 ya jóvenes que partieron de la Península siendo niños. Pero también 891 emigrados políticos —entre ellos, Dolores Ibárruri— y 229 soldados en formación a quienes el estallido de la Guerra Civil pilló en territorio soviético. Además de un destacamento de la División Azul que fue apresado por el Ejército rojo. 

 

Mapa del regreso , fichaje e interrogatorio de los niños de Rusia a España.

"En torno a 1956 se vive un momento histórico particular", señala el periodista. Tras la II Guerra Mundial, cualquier contacto entre la Rusia comunista y la España franquista había quedado congelado. Stalin muere en 1953 y le sucede Krushev, decidido a "dar una imagen distinta" del régimen soviético. Mientras, en España también se producen cambios: "El PCE, siguiendo consignas de Moscú pero también por su propia organización interna, cambia de estrategia". Si antes defendían la lucha armada contra el franquismo, ahora pasan a la "reconciliación nacional", "que consistía en infiltrarse en el Gobierno para dar el golpe desde dentro". Ni a una parte ni a otra les interesa la lejanía entre ambas partes, y las relaciones con los comunistas masones tan odiados por Franco se descongelan.

En 1955, la URSS aprueba la entrada de España en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ese mismo año comienzan las protestas de exiliados españoles en Rusia para poder regresar a su país, posibilidad de la que Moscú no quería ni oír hablar, tanto por cuestiones de seguridad como propagandísticas: ¿qué decía del sueño proletario que sus hijos adoptados quisieran huir de él? "Con la política de reconciliación nacional, sin embargo, el regreso de los niños tiene otro sentido y puede justificarse: ya no es una derrota, sino una manera de minar al régimen desde dentro", apunta Moreno. Además, explica el autor, Krushev  pretende que España le reconozca diplomáticamente... cosa que Franco no hará mientras viva. Estos elementos geopolíticos, sumados a la fuerte presión de los expatriados españoles, que llegan a manifestarse y a hacer huelga, no dejaban otra opción: o los niños de Rusia volvían, o la URSS tendría un grave problema diplomático. Krushev levantó la barrera: los españoles podrían abandonar el país que les había acogido y que para algunos se había convertido en cárcel. 

 

Ficha policial de la repatriación desde Rusia de Cecilio Aguirre.

Había un elemento más, determinante en la decisión de Franco de dejar entrar en España a aquellos hijos de republicanos formados entre comunistas: el amigo estadounidense. "La información que la CIA tenía sobre lo que pasaba dentro de la URSS era muy poca. Además, había niños que trabajaban en programas estratégicos", señala Moreno. Esta fue, de hecho, su puerta de entrada al asunto, después de sus investigaciones sobre los servicios de información del régimen. La posibilidad de interrogar a centenares de personas que habían vivido y trabajado en la URSS durante dos décadas suponía "un filón de información para la CIA". A su regreso a España, aquellos niños de Rusia fueron cuestionados exhaustivamente sobre infinidad de temas, desde la vida cotidiana a la localización geográfica de fábricas y talleres. Gran parte de los documentos de aquella operación, dice el autor, no han sido desclasificados por ninguna de las dos partes. Pero el Archivo General de la Administración guarda en su poder jugosos informes policiales o de la Falange, reproducidos al final del libro

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"Deciden volver por un ideal emocional, no por una razón económica", explica Moreno Izquierdo. La lejana presencia de la familia o un medio hostil hicieron que muchos de los niños de Rusia miraran a España como el paraíso perdido. No todos lo encontraron, y algunos —un número indeterminado— decidieron regresar de nuevo a Rusia. Entre las razones de su desencanto estaban, ante todo, las emocionales: "Había algunos que habían idealizado a sus padres y al venir ran completos extraños". A ellos se les permitió viajar con sus esposas e hijos rusos, pero no así a ellas, que tuvieron que dejar a sus familias allí. Por último, algunos encontraron dificultades para adaptarse al paupérrimo capitalismo español. "Ellos tenían trabajo siempre, podían ganar poco, pero no luchaban por un empleo", explica el autor. "O los precios de las cosas: podías tardar en tenerlo, esperar… pero no era caro. Aquí, al contrario: podías verlo, podías tener una tentación pero nunca lo podías comprar porque no tenías dinero."

La mayoría, sin embargo, decidió quedarse en la tierra donde nació. Como Cecilio Aguirre. Dedicados a su trabajo y su familia, tratando de pasar desapercibidos bajo la atenta mirada policial. Muchos de ellos abandonaron la política. Casi todos hablan de Rusia con cariño. 

 

"Por fin hoy, día 28 de septiembre, vemos tierra española después de veinte años de ausencia. Todo alrededor se alborota, ya pronto llegamos. Se ve Valencia, el rompeolas, hemos llegado". Cecilio Aguirre Iturbe rozaba los siete años cuando vio por última vez su tierra. Si es que seguía siendo su tierra dos décadas después, en 1956, tras haber pasado adolescencia y primera juventud en la Unión Soviética. Su nombre, por mandato del orden alfabético, es el primero en anunciarse por los altavoces del Crimea, el barco en el que viajan 539 personas que quieren cambiar Rusia por la España franquista. Y él se arroja sobre la pasarela. Al otro lado, le esperan los reporteros: "Tenía muchísimas ganas de volver. ¡Viva el pueblo español! ¡Viva España!", dice en un rapto de amor patrio. Llevaba años pidiendo volver.

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