Que no nos libren de las librerías

Leí un libro en los sesenta. No recuerdo el autor ni el título, pero la cubierta era verde y me reí mucho. ¿Lo tenéis?

La anécdota, divertidamente absurda, la cuenta la inglesa Jen Campbell en Cosas raras que se oyen en las librerías (Malpaso), un libro dedicado a las madres de todos los libros —con permiso, claro, de autores y editores—: las librerías. En este 23 de abril, Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, como lo bautizara en 1995 la Unesco, coinciden las celebraciones en torno a este objeto físico y virtual con el que viajar, aprender, evocar, imaginar, sentir, reflexionar, descubrir y, en definitiva, vivir. Con la entrega del Premio Cervantes a Juan Goytisolo como gran cita, al día de Sant Jordi en Barcelona y toda Cataluña le sigue la Noche de los libros en Madrid, con firmas de autores, actos y actividades varias. 

Como Campbell, librera ella misma en un establecimiento de viejo, nosotros también queremos rendir un humilde homenaje a las librerías, de las que hace poco supimos que 912 tuvieron que cerrar el pasado 2014 en España (aunque abrieron 226, con lo que el balance quedó en 686 menos). La economía, en efecto, anda bastante regular. Así que, desde el otro punto de vista, el del cliente, nos concentramos en algunas de las que ofrecen la posibilidad de la lectura a bajo o incluso ningún coste. Si ninguna de ellas le pilla a mano, añadimos a modo de epílogo una breve selección de libros que, a través de sus páginas, nos transportan a algunos de los más exóticos, peculiares e interesantes ejemplos de estos comercios (o las anécdotas que en ellos se producen) a lo largo y ancho del mundo.

Tú pones el precio

Libros cercanos (Madrid): “Somos un grupo de amigos que adoramos el mundo de la literatura, y siempre habíamos soñado en abrir una librería conjunta, donde dé cabida todo ese universo. Pero también queremos que sea un proyecto solidario, en el cual, incluso las personas que no tienen demasiados recursos económicos puedan pertenecer a este universo”. Así se presentan en Internet los responsables de este establecimiento colaborativo que se nutre de donaciones de libros de todo tipo que el cliente paga a voluntad, un dinero que sirve para “poder mantener la librería abierta; pagar el alquiler, electricidad, WIFI, y diferentes gastos de gestión”, como explican sus responsables a infoLibre. Con la idea siempre en mente de abrir una librería, antes de abordar el proyecto “nos dimos cuenta que no nos queríamos limitar a una librería al uso, queríamos que el lugar fuera más cercanos a un mini centro cultural, donde no solo hubiera cabida a los libros, sino a futuros acontecimientos culturales”. De ahí los debates, mercadillos solidarios, e incluso un tour gratuito por Madrid que han organizado en los seis meses que llevan abiertos, en los que también han presentado un libro: el poemario Disturbios, de Javier Gallego Sastre. Este jueves, a partir de las 17.30 organizan un cuentacuentos infantil con merienda, y desde las 20.30, un recital de poesía.

Tuuu librería (Madrid):“Al aceptar cualquier tipo de libro y en cualquier idioma sin más excepción que aquellos que han quedado obsoletos (como los libros de texto, las enciclopedias o los manuales desactualizados) nuestra variedad de fondos en inmensa. Tenemos novela, ensayo, libros de arte, de cocina, guías de viajes y cualquier otra temática que nos donen”, explica Carmen Cacho, responsable del proyecto, sobre cómo se abastece y cómo funciona Tuuu Librería, una iniciativa inspirada en la estadounidense The Book Thing. Las donaciones “de particulares, de organizaciones o de empresas” pasan a engrosar los fondos y el cliente, por su parte, paga por ellos el precio que considere apropiado. “Unos donativos compensan los otros”, ilustra la librera, “y con estos gestos solidarios se consigue que todo el mundo que quiera, independientemente de la capacidad económica que tenga, pueda disfrutar del proyecto”, con el que, además, se puede colaborar bien como suscriptor (a razón de 12 euros al año) o cediendo tiempo como voluntario en una de sus dos sedes madrileñas.

Libros al peso

La Casquería (Madrid): Al montar su negocio hace tres años, los responsables de La Casquería tenían claras varias cosas: “Queríamos montar un proyecto social que generara red en el barrio, queríamos montar una librería de lance o como se suele decir, de segunda mano y queríamos que el precio fuese lo más asequible posible”. Con esas directrices y una remesa inicial de 1.000 libros, abrieron su negocio en el barrio de Lavapiés, en un antiguo puesto de mercado. A partir de ahí, las “toneladas” de libros que han ido redistribuyendo les han ido llegando de donativos de personas que “traen lo que ya no van a leer, lo que les sobra, lo que no les gusta… y lo ponen a disposición de otras personas”, que “a cambio, saben que encuentran cosas de todo tipo a precios asequibles que otras personas han puesto a su vez a circular de nuevo”. Sea cual sea el título, el autor, la materia, la editorial… todos sus libros se venden al peso, concretamente a 10 euros el kilo, lo que para ellos supone una “manera de separar el valor del libro que le da cada persona lectora del valor económico que le da el mercado”. Este jueves, como celebración del Día del Libro, tienen una oferta especial de aquello de que se lo quitan de las manos: todos los fondos están disponibles a precios de entre 1 y 4 euros.

Libros a precio fijo

A diferencia de los anteriores ejemplos, esta modalidad es más abundante. Así funcionan muchas librerías de segunda mano, que venden todo o parte de su catálogo a un precio fijo. Es el caso de la madrileña Tik Books, con cinco sedes en la capital, que vende todos los libros a 2,90 euros (5 euros si se compran dos y 10 si son cinco). Una oferta casi exacta a la de Re-Read (un libro, tres euros; dos libros, cinco euros; y cinco libros, diez euros), que tiene puntos de venta en Barcelona, Castellón, Girona, L’Hospitalet, Madrid, Málaga, Mataró, Pamplona, Sabadell, Sant Cugat del Vallès y Terrassa. Y por coste cero, a cambio de otro libro, siempre quedará la alternativa del Bookcrossing, con diferentes modalidades: dejar un libro en la calle para que otro lo recoja; hacer un intercambio prestablecido; soltar un libro en una zona oficial recogida en la web de la iniciativa, o lo que llaman la liberación masiva, en la que todo el que quiera puede intercambiar libros a partir de una hora y en un lugar previamente fijado. Por ejemplo, este mismo jueves en las bibliotecas de 54 museos de todo el Estado.  

Librerías en los libros 

Hablábamos hace unos párrafos de Cosas raras que se oyen en las librerías, una divertida recopilación de dislates de lectores confundidos que lanzan al aire dudas como si los “libros conducen la electricidad”, si en las librerías se venden “cargadores del iPod” o si tal o cual título es “comestible”. Todos chascarrillos reales (también surreales) que la autora ha atestiguado a lo largo de los años o le han llegado de boca de otros colegas. A los recopilados por la autora, Malpaso ha añadido en su edición un apéndice con otros ejemplos procedentes de tierras españolas, como la historia de un cliente algo perdido que busca El Lazarillo de Tormes  y ruega que, eso sí, no se le pregunte por el autor, "porque se me ha olvidado”.

“Las librerías”, nos contó hace unos meses Jorge Carrión, “actúan como observatorios privilegiados de la realidad porque son seres bifrontes que, por un lado, miran hacia la cultura local en la que nacen y, por otro lado, abren las puertas a una cultura universal. Cada librería ofrece un itinerario a la carta para cualquier visitante, justo lo contrario que las tiendas de Ikea”. Fruto de sus viajes por el mundo, en los que acostumbra a visitar las librerías locales, este profesor universitario y colaborador periodístico publicó hace un par de años Librerías (Anagrama), un paseo literario que recorre ciudades como Madrid y su librería Antonio Machado; Nueva York y la Strand; París y sus Shakespeare and Company o La Hune; El Virrey en Lima; Lello en Oporto, La Central y Laie en Barcelona…. Y muchas otras más.

Desde el lado de la ficción, las librerías también han sido protagonistas de historias recogidas en libros como los que ellas mismas recogen. Por ejemplo, en la saga bestseller de Carlos Ruiz Zafón abierta con La sombra del viento en torno a “los libros, quienes los escriben, quienes los venden, quienes los leen, quienes los destruyen” —como él mismo explicó—, que toma como referencia un lugar llamado el Cementerio de los libros olvidados, inspirado en otro real y recientemente extinto: el sótano de la librería barcelonesa Canuda. También imaginó una librería —y a su dueño— la escritora noruega Asne Seierstad en su novela El librero de Kabul, en la que repasa la historia reciente de Afganistán a través de las vivencias del protagonista. En La librería, Penelope Fitzgerald plantó su particular establecimiento en un pequeño local de un minúsculo pueblo inglés, del que sale una edición del clásico de Nabokov Lolita (autor que, por cierto, ayer mismo estaba de aniversario) que pone a la población local patas arriba.

Hablando de librerías, no podríamos olvidarnos de las que todos compartimos y podemos disfrutar: las bibliotecas públicas. Como los comerciales, estos espacios tampoco atraviesan buenos tiempos en España, con tres años consecutivos de recortes acumulados en su partida presupuestaria, la peor parte de los hachazos recibidos en cultura. En ellas trabajaron como bibliotecarios, soñaron y crearon literatos de la talla de Goethe, Lewis Carroll o Rubén Darío, y a ellas dedica su obra El escritor en su paraíso (Periférica) el autor Ángel Esteban. Jorge Luis Borges, maestro cuentista, fue otro de esos creadores que empezaron su carrera entre anaqueles, y a ese espacio dedicó su relato La biblioteca de Babel, concebida esta como un edificio casi metafísico y casi infinito, no creado por el ser humano sino anterior a él, en el que todos los libros jamás publicados dan forma a un universo propio, del que el bonaerense dejó esto escrito:

"La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana —la única— está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta".

Leí un libro en los sesenta. No recuerdo el autor ni el título, pero la cubierta era verde y me reí mucho. ¿Lo tenéis?

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