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Nuria Varela: "Es un insulto a nuestra inteligencia decir que vivimos en igualdad"

La periodista y escritora Nuria Varela.

Mientras trabajaba en su nuevo libro, la periodista y escritora Nuria Varela se topaba día sí y día también con un anuncio que ocupaba las marquesinas del Metro de Madrid. La publicidad vendía un suplemento vitamínico que prometía devolver la fuerza cual pócima de Astérix, y mostraba a una mujer que caía lánguidamente sobre el tronco de un árbol después de una jornada que se intuía matadora. "¿Cansada de estar cansada?", preguntaba. No por casualidad la figura maltrecha era la de un mujer. No por casualidad el nuevo ensayo de la autora de Feminismo para principiantesFeminismo para principiantes se titula Cansadas (Ediciones B). 

"Este libro nace con el título. Me daba cuenta de que cuando saludaba a las amigas y les preguntaba qué tal, la respuesta era: 'Bien, bien, cansada, pero bien'. Yo también lo decía. Era algo muy obvio. Y empecé a preguntarme de qué estamos cansadas", cuenta frente al enésimo café de la mañana. La razón del cansancio físico, dice, era muy obvia: seguían acumulando dobles y triples jornadas formadas por la concatenación trabajo, cuidado doméstico (el 83% lo hacen las mujeres) y activismo. "Hay una parte más intangible, que es el mundo de la nueva misoginia: el cansancio infinito de estar siempre empezando, de no acabar con la violencia, y de todas las violencias cotidianas que soportamos, el acoso, la violencia sexual, los micromachismos…". 

El repaso que hace Varela de las últimas dos décadas de feminismo en España es, sin duda, agotador. Porque, aunque recoge derrotas, hay sobre todo fracasos —nunca definitivos— y tierras de nadie. Uno de los fenómenos más pesados, como un fardo que hay que arrastrar de allá para acá, es la necesidad de explicar continuamente primero que la igualdad es necesaria y, segundo, que es aún una cuenta pendiente. "[El sociólogo francés Pierre] Bourdieu define la violencia simbólica como un discurso que no necesita justificación, que está tan aceptado que, aparte de ser invisible, se da como verdad. Por eso digo que a nosotras esto de la posverdad nos suena desde hace siglos", bromea. El discurso de la igualdad, dice, necesita ser "constantemente justificado". 

No está todo hecho

Y ahora el mal no reside tanto en reivindicar que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades... sino hacer ver que la opresión de la mujer es una realidad palpable. Frente al discurso del "ya está todo hecho", Varela tiene una respuesta clara: "Es un insulto a nuestra inteligencia decir que vivimos en igualdad". Ningún indicador, dice, permite hablar de ella. Y recoge varios. Las mujeres de entre 16 y 19 años son las más afectadas por le desempleo, que alcanza un 71%. Entre los 16 y los 24 años, solo el 20% figura en algún régimen de cotización (autónomas incluidas). Entre los 24 y los 45 años, esta cifra no llega al 60%. La modalidad de contrato mayoritaria entre las trabajadoras es la de eventual con una duración igual o inferior a un mes. La remuneración anual de las españolas está un 24% por debajo de la de los hombres, y si hablamos de pensiones la brecha se agranda hasta el 40%. "¿Que qué más queremos? Queremos una sociedad justa", arroja la periodista.

Varela toma un aspecto de la lucha feminista del que se suele decir que ha habido un gran avance en la sociedad española: el de las tareas domésticas. Pocos hombres presumen hoy de no hacer absolutamente nada en casa. Y, aunque la autora no niega que haya habido un avance, insiste en que es mucho menor del que se piensa. Las cifras, efectivamente, deberían ruborizar a más de uno. Porque no es solo que las mujeres realicen 8 de cada 10 horas dedicadas a los cuidados. Es que, contrariamente a lo que se cree, las mujeres que conviven con sus parejas masculinas, incluso sin hijos, dedican más tiempo a las tareas de casa que las madres solteras. Y que "el 39% de los cuidados a terceras personas que realizan las mujeres en España están destinados a hombres adultos que podrían cuidarse solos". Para la periodista, esto evidencia no solo que es mentira que la mayoría de los hogares compartan tareas, sino que además "los hombres no se han responsabilizado siquiera de sus propios cuidados". Habrá quienes nieguen los datos, claro. Posverdad antes de que se pusiera de moda. 

Micromachismos nada micro

Por eso insiste en que hay que descartar la idea tan repetida de que el feminismo actual no se ocupa de aspectos realmente importantes para la vida de las mujeres. Primero, está la violencia machista, que en 2016 acabó con la vida de 44 mujeres y en 2017 ya ha asesinado a siete. Hay que descartar que estos sean delitos imprevisibles: "No hay crímenes más anunciados. Lo sabe la familia, lo saben los amigos, y lo sabe toda la red en torno a esa persona. Sigue costando ver la violencia de género como lo que es, una violencia estructural que atenta contra el derecho a la propia vida". Ella fue la autora de un artículo publicado en Interviú (donde trabajaba) en 1993 con el titular de "Los maridos españoles matan más que ETA". Era verdad. Y sigue siéndolo, claro. 

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Pero los micromachismos no son tales, o al menos no lo son tal y como suele interpretarse la palabra. Cuando Luis Bonino acuñó el término no se refería a agresiones pequeñas. El sufijo era una referencia a los "micropoderes" del filósofo Michel Foucault: abusos imperceptibles, microbianos, no por ello menos dañinos. La interpretación torticera del término evidencian, para Varela, una "resistencia" de los hombres a abandonar sus privilegios. ¿Cuáles? El de ganar más. El de estar más representados políticamente. Pero también el de no limpiar el váter. Por eso Varela es crítica con los discursos basados en que el feminismo también beneficia a los hombres, que solo considera cierto hasta un punto: "Está muy bien el discurso de lo que aporta a los varones el mundo de los cuidados de los hijos y las hijas, y eso es cierto: a cualquier padre le gusta leerle un cuento al niño o a la niña cuando se va a dormir. Pero no podemos es lanzar un mensaje falso. Igualdad significa compartir, lo bueno y lo malo. Las tareas ingratas también".

No hay nada deshonroso en estar cansadas, defiende la periodista, por mucho que se haya considerado así durante décadas. "Cuando Rosa Parks no se levanta del autobús", recuerda, "tiempo después intentaron desprestigiarla diciendo que no tenía una conciencia de lucha ni era activista ni nada. Que no se había levantado porque era una mujer cansada". Parks se sorprendió ante la acusación, y en su autiobiografía la recogió... para refrendarla: "Ella dice que claro, que venía cansada de trabajar. Pero que sobre todo, sobre todo, estaba cansada de que la relegaran, harta de reivindicaciones sin fruto e injusticia". Las mujeres españolas también. 

 

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