El papel de los libros

"En los últimos años ha aumentado notablemente el interés ciudadano por el medio ambiente. Tenemos a una opinión pública altamente sensibilizada", dice Jose Luis Gallego, cuyo último libro Plastic Detox, lleva un par de meses en librerías. "El problema es que la conciencia no sirve para cambiar las cosas. La tarea ahora es convocar a la sociedad en su conjunto para pasar a la acción en defensa del medio ambiente y ante la crisis climática. Y en eso andamos unos cuantos". 

También unas cuantas editoriales, no todas, conscientes de que la industria del libro es un factor esencial en la conservación de los bosques.

Ponemos un ejemplo: para una edición de 3.000 ejemplares de una novela como Ordesa, de Manuel Vilas (392 páginas en papel Offset Ahuesado 80gr. Volumen 1,5) fueron necesarios 2.413 kilos de papel.

¿2.413 kilos de papel? ¡2.413 kilos de papel! Las cifras marean: Penguin Random House Grupo Editorial utilizó, en 2017, 5.385.149 kilos de papel para las tripas de sus libros; y a finales de octubre de 2018, cuando el grupo había crecido gracias a la adquisición de varias editoriales, la cifra anual ascendía ya a 9.330.869 kilos para, repetimos, las tripas de los libros, es decir, sin contar las cubiertas, para las que se hace un cálculo distinto (por unidades). Eso sí, tanto el papel de las hojas como el de las portadas es FSC, Forest Stewardship Council, una ONG cuya misión consiste en promover el manejo ambientalmente apropiado, socialmente benéfico y económicamente viable de los bosques del mundo.

Porque hay papel, y papel

"Estuvimos un tiempo preparándonos para poder conseguir este hito, haciendo acciones con algunos libros, sobre todo los de Isabel Allende y a petición de la misma autora, pero fue el 14 de febrero de 2014 cuando conseguimos la certificación FSC para nuestros libros, nuestro propio número de matrícula, asumiendo así la responsabilidad de la cadena de custodia del papel desde su producción hasta su empleo en las imprentas". Carlota del Amo es directora de Comunicación Corporativa de Penguin Random House Grupo Editorial. "A día de hoy son muy pocas las editoriales españolas que tienen su propio número de matrícula, y ninguna de las características y número de ejemplares impresos como la nuestra".

 

Del Amo atribuye este compromiso con la conservación de los recursos y la prevención de desechos en buena parte a la filosofía medioambiental de la casa madre, Bertelsmann, y también a una doble evidencia: en lo que al mundo respecta, los bosques son valiosos para la protección del clima y la biodiversidad; y en lo que a ellos concierte, el papel es uno de los recursos más importantes de su cadena de valor. "Para la adquisición de papel, Bertelsmann ha adoptado una 'Política de papel' para complementar su 'Política Medioambiental'. Entre las normas de esta política adoptada está, por ejemplo, la prohibición de usar papel cuya producción involucra madera de bosques vírgenes o protegidos". En esa tarea, incluyen campañas de concienciación para las que utilizan el hagshtag #TenemosUnBuenPapel.

"Esto no quiere decir que en todos nuestros libros encuentres la matrícula, porque FSC es muy exigente con su certificación y en cuanto se pierde la trazabilidad (por ejemplo, que la imprenta no tenga la certificación, aunque el papel que estamos utilizando sí la tiene), el libro ya no puede llevarla".

A estas alturas de lectura, habrá quien piense: pues, para proteger el medio ambiente, mejor me paso al libro electrónico. Pero no. Lo explicó Rafael Ibáñez Hernández en este texto, del que extraigo tres afirmaciones: la lectura de libros electrónicos exige consumo de energía; la huella digital crece con cada lectura; los dispositivos de lectura generan basura electrónica.

Es una realidad conocida, y que obviamente no afecta sólo a los ebooks, como demostraron ya a principios de siglo los profesores Arpad Horvath y Bob Boughton. "Un libro electrónico deja residuos varios, más difíciles y costosos de reciclar ―declara Gonzalo Anguita, director de FSC―, tienen componentes que requieren metales que ya son escasos, y baterías, mientras que los arboles pueden ser renovados, los bosques son reservorio de carbono y prestan funciones esenciales para la vida, nos dan oxígeno y los necesitamos". En definitiva, "el libro editado en papel tiene mejor huella ecológica y, en los análisis de ciclo de vida, es claramente ventajoso frente a un libro electrónico tanto en su producción como después en su utilización".

El papel de los lectores

La mejor muestra del interés que los lectores muestran por estos contenidos es la proliferación de títulos. "Si la conciencia ecológica no hubiera cambiado, todavía pasearíamos por nuestro país viendo vertederos improvisados al lado de la carretera" dice Mar Zendrera, de Editorial Juventud. Pero, añade, "todavía queda mucho camino que recorrer en materia ecológica; es por eso que creemos que los libros sobre medio ambiente son una necesidad".

Una necesidad que se manifiesta con más brío cuando el lector es un niño. Los libros, y en mayor medida los álbumes ilustrados por su configuración única de imagen integrada al texto, tienen la capacidad de fijar mejor la información en nuestra memoria. "Con el actual flujo de información continua y dispersa, los libros actúan como una especie de cofre del tesoro donde uno sabe dónde encontrar la información que recuerda sin necesidad de hacer múltiples búsquedas en Google o en las redes sociales. No digo que sean más eficaces como herramientas educativas, pero sí creo que evocan a un tipo de lectura más reposada, que en la actualidad no es tan fácil de encontrar".

Jose Luis Gallego, que colabora en radio y prensa, define los medios como "un altavoz, un servicio de mensajería", en tanto que el libro "es un cordón umbilical con el lector, muy especialmente en el caso de los libros de naturaleza. El libro me permite unos niveles de intimidad y de complicidad con el lector imposibles de alcanzar por otro medio".

La pregunta es si el interés por esos "contenidos verdes" viene acompañado por una exigencia ecologista para el formato. Y la respuesta es no.

Penguin Random House realizó en diciembre de 2018 una encuesta para conocer las preferencias de los lectores en lo relativo al papel certificado de bosques sostenibles. La metodología del trabajo garantiza la representatividad de la población lectora española de entre 16 y 65 años, y sus conclusiones son:

 

  • Que la población lectora de España tiene curiosidad por la procedencia del papel utilizado en los libros a nivel medioambiental, y sabe de la existencia de certificaciones de procedencia del papel de bosques sostenibles. Pero muy pocos han oído hablar de la certificación FSC.
  • Que una amplia mayoría cree que las editoriales deberían ser más sostenibles, manifiesta su deseo de que el papel utilizado provenga de bosques sostenibles y defiende que esa certificación debería ser visible en la cubierta o contraportada.
  • Y que, a pesar de todo eso, los lectores no están dispuestos a pagar más por leer libros con papel certificado como sostenible. Lo que sí harían es, a la hora de elegir entre dos de igual precio, decidirse por el certificado. De lo que se deduce que la certificación es un factor "higiénico" para la compra, no genera mayor beneficio, aunque sí facilita la decisión.

Lo que queda por hacer

De entrada, acercarse al lector. Y hablamos de territorio. "Se publican muchos títulos de naturaleza a raíz del auge internacional de la llamada nature writing, pero en su inmensa mayoría se trata de traducciones. Algo que resulta incomprensible cuando aquí tenemos autores de naturaleza de la talla de Joaquín Araujo, Miguel Delibes, Antonio Sandoval, César Palacios o Juan Goñi, entre tantísimos otros", lamenta Gallego, que reivindica la escritura sobre la naturaleza más próxima y cercana. "No digo que no sea interesante leer sobre el ritmo de las estaciones en las Rocosas o la vida en el manglar brasileño, pero me emociona infinitamente más que me cuenten lo que acontece en los hayedos del Pirineo, las dehesas extremeñas o las lagunas manchegas". 

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También, potenciar los contenidos hechos aquí. Explica Mar Zendrera que, tradicionalmente, su editorial se ha centrado en traducir obras de autores reconocidos internacionalmente, en algunos casos con resultados inopinados: La niña de los gorriones de Sara Pennypacker y Yoko Tanaka, sirvió de inspiración para una obra de teatro infantil que ha ganado varios premios en Cataluña. "Pero también hay mucho talento en nuestro país. Desde hace más de una década, iniciamos una línea de libros de producción propia, intentando dar visibilidad a obras de autores nacionales quizá no tan reconocidos, pero no por eso de menor calidad", entre otros, Cuando desapareció el mar de Francisco Sánchez y Bárbara Sansó, basado en el documental de Isabel Coixet Aral, el mar perdido.

Por fin, ayudar o potenciar la conversión de las editoriales, una tarea pendiente porque, si bien hay editoriales que se dedican a otro tipo de ediciones que están certificadas, sólo dos editoriales de libro de lectura tienen en España certificación (es decir, número de matrícula propio en el logo FSC que ponen en sus volúmenes), y son PRH y Gigamesh (ésta, desde 2011), en tanto que otras tienen certificación porque las imprentas les venden papel certificado FSC, y no porque ellos la tengan. Y las hay, como Luis Vives-Edelvives, que se acogen a otra certificación (PEFC, Programa para el Reconocimiento de Certificación Forestal).

En definitiva, que estamos en el buen camino. Pero, salvo excepciones, sólo al principio.

"En los últimos años ha aumentado notablemente el interés ciudadano por el medio ambiente. Tenemos a una opinión pública altamente sensibilizada", dice Jose Luis Gallego, cuyo último libro Plastic Detox, lleva un par de meses en librerías. "El problema es que la conciencia no sirve para cambiar las cosas. La tarea ahora es convocar a la sociedad en su conjunto para pasar a la acción en defensa del medio ambiente y ante la crisis climática. Y en eso andamos unos cuantos". 

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