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'La renta básica'

'La renta básica', de Juan Torres López.

Juan Torres López

infoLibre publica un extracto de La renta básica, de Juan Torres López, en la que el economista esboza "la guía definitiva para comprender una de las cuestiones claves de la agenda política". El ensayo, a cargo de la editorial Deusto, analiza los distintos aspectos de esta medida, desde su historia y su justificación ética hasta su financiación y los habituales motivos que se esgrimen para rechazarla. 

El catedrático de Economía Aplicada expone las distintas propuestas sobre renta básica que han existido a lo largo de la historia, y las que están ahora sobre la mesa, para señalar sus similitudes y diferencias: ¿Quién recibiría la renta básica? ¿Con qué condiciones? ¿Sería igual para todos? ¿Qué efectos podría tener sobre la economía? Es "necesario", dice Torres López, "que se conozcan y tomen en cuenta todos los criterios de decisión sin excepción, y no solo los que complacen a nuestra respectiva forma de pensar, porque, como dijo Mark Twain, 'el peligro no es lo que se ignora, sino lo que se cree que es cierto y no lo es".  ____________

Algo más complejo de lo que parece a primera vista

Quienes han analizado todo lo que conlleva la renta básica enseguida comprueban la cantidad de matices y problemas no resueltos que hay en torno a esta propuesta. Sin embargo, la posición que suele haber en la calle, en las tertulias televisivas, entre los periodistas o incluso entre los políticos que han de tomar decisiones sobre la posible implantación de una renta básica suele caracterizarse por la rotundidad y la falta de matices, lo que con toda seguridad sólo puede ser el resultado del desconocimiento y de la confusión sobre su verdadera naturaleza. Una confusión que empieza en el propio término de renta básica, porque, como también analizaremos en el siguiente capítulo, esa misma expresión se utiliza para hacer referencia a medidas que son muy diferentes.

 

Pero no se crea que la confusión sobre la renta básica, sobre sus diferentes tipos, fuentes de financiación o efectos, es sólo propia de la gente corriente. También afecta a los estudiosos, como es bien fácil de comprobar en cuanto se comienza a revisar la literatura, cada día más abundante, que hay sobre ella. De hecho, las posiciones teóricas y las conclusiones sobre sus efectos son extraordinariamente variadas y, a veces, muy contradictorias.

Unos economistas y científicos sociales muy prestigiosos la consideran completamente inevitable porque prevén que los robots van a sustituir una gran parte del trabajo que ahora desempeñan los seres humanos. Creen que cuando eso ocurra, bien pronto, la subsistencia de millones de personas sólo podrá asegurarse mediante algún tipo de ingreso garantizado e independientemente de que trabajen o no. Pero otros investigadores consideran, por el contrario, que a lo largo de la historia ya ha habido etapas de gran avance tecnológico, e incluso más radicales que la robotización que se avecina, y en las que no fue necesario dejar fuera del trabajo a millones de personas porque se logró aumentar el empleo reduciendo las jornadas de trabajo. Eso les lleva a pensar que la renta básica es no solo innecesaria, sino contraproducente.

Muchos estudiosos aseguran que propuestas como la renta básica solo hacen que aumente la dependencia y que desincentivan el trabajo, o que confinaran para siempre a las mujeres en el trabajo doméstico. Pero otros afirman, no menos rotundamente, que la experiencia ha demostrado que eso solo ocurriría, si ocurre, en un porcentaje muy pequeño de las personas que recibieran ingresos garantizados o algún tipo de renta básica.

Economistas de gran prestigio afirman que la renta básica es una propuesta de imposible financiación porque arruinaría a los estados. Sin embargo, otros no menos prestigiosos hacen cuentas y muestran que poner en marcha la renta básica no tendría por qué suponer incrementos prohibitivos del gasto público, bien porque sustituiría a otros gastos sociales o porque permitiría generar más ingresos.

Algunos políticos y economistas aseguran que la renta básica provocaría el caos y grandes catástrofes si se pusiera en marcha. El español José Carlos DIAZ marcó un momento cumbre al respecto cuando afirmó que «Si tú pones una renta básica aquí́ vas a dejar total libertad de entrada de personas porque supongo que los de Marruecos, los del Congo y los de Uganda van a venir todos aquí a tener una renta básica. Si pones una renta básica, no vale con el muro de Trump: tendrás que poner francotiradores».

Pero otros podrían responderle que una afirmación de ese tipo es sencillamente estúpida y que una renta básica no tiene por qué generar un efecto llamada mucho mayor que el que producen nuestra salud y educación universales o el mayor nivel de empleo y renta de los países más avanzados.

La existencia de posiciones políticas y teóricas sobre la renta básica tan encontradas responde a un fenómeno que también afecta muy a menudo a otras medidas similares de política social o económica: la gente de la calle que oye hablar de ellas, o incluso muchos intelectuales o científicos, toma primero posición sobre su conveniencia en función de sus preferencias ideológicas y luego trata de acumular los argumentos que estén a su alcance para tratar de defender la opción previamente elegida. Es una estrategia legitima, sin duda, pero que solo puede llevar a mantener creencias sobre la renta básica (o sobre cualquier otra medida), pero no a tener razones en sentido estricto que avalen lo que se defiende o lo que se ataca.

Todos los seres humanos tenemos derecho a defender o a estar en contra de lo que desconocemos por principio y sin necesidad de haber evaluado lo más objetivamente posible sus pros y sus contras, a creer que algo es bueno o malo porque sí, porque lo intuimos o porque creemos que aquello que defiende quien no piensa como nosotros no puede ser, por definición, algo que nos interese o parezca bueno. Pero hay que reconocer que la sociedad funcionaria mucho mejor y más satisfactoriamente si quienes nos pronunciamos sobre algo, procurásemos disponer de argumentos más o menos fundados, contrastados y provenientes de diversas líneas de pensamiento, es decir, de un auténtico conocimiento de causa sobre lo bueno o lo malo de las políticas sociales que nos afectan a nosotros y a quienes nos rodean.

Pues bien, partiendo del interés que objetivamente tiene la propuesta de renta básica y de la gravedad de los problemas que se propone resolver, lo que pretende hacer este libro no es defender a ultranza una posición concreta al respecto, sino proporcionar criterios y claves que permitan conocer las ventajas y los inconvenientes de su puesta en marcha y las certezas o incertidumbres que hoy día tenemos sobre sus efectos. (…)

Detrás de cada tipo de renta básica, hay ventajas e inconvenientes objetivos, por supuesto que sí. Pero también principios éticos, una u otra concepción sobre cómo se cree que debe funcionar la sociedad, que no es objetiva sino normativa, personal de cada ser humano. Cuando se prefiere, por ejemplo, una renta básica en su sentido estricto, es decir, incondicional y universal (además de otras características que ya analizaremos), que sea recibida por cualquier persona, con independencia de su situación o de lo que haga, sin contraprestación alguna, no se opta por ella porque objetivamente sea mejor (aunque eso pueda ser lo que crea quien la defiende). Se opta por ella, en realidad, porque se tiene una determinada concepción moral del mundo y del ser humano en una sociedad determinada. Por eso decimos que la decisión sobre qué tipo de renta básica se pueda aplicar en una sociedad no es una decisión técnica, sino política, en el sentido de que depende de las preferencias previas de la persona o personas que decidan sobre ella. Con la renta básica ocurre lo mismo que señalaba Spinoza que nos sucede en los demás ámbitos de nuestra vida: no se desea algo porque se juzgue bueno, sino que se juzga bueno porque se desea.

Naturalmente, estas preferencias o deseos previos pueden ser el resultado de caprichos, de prejuicios religiosos o culturales, de la ignorancia, de la influencia de un dictador o de mediadores de diverso tipo (educadores, políticos, medios de comunicación...) que nos proporcionan información, unas veces objetiva y cierta, pero otras parcial o engañosa. Por eso conviene aprender a distinguir y a resolver con criterio no solo propio, sino fundamentado.

Juan Torres López: "La renta básica no es necesariamente una idea de izquierdas"

Juan Torres López: "La renta básica no es necesariamente una idea de izquierdas"

Las sociedades avanzadas, diversas y complejas en las que afortunadamente vivimos van a funcionar mejor solo en la medida en que la democracia se extienda a la toma de decisiones en los campos, como el de la economía, en los que realmente se dirime el bienestar humano. Cuando eso ocurre es cuando la democracia se despliega con todo su valor, como el "escudo protector" del que habla Amartya Sen cuando afirma que es la mejor defensa de los pobres ante las crisis. Pero eso solo puede ser así cuando la democracia es más que un mero trámite formal, más que un simple recuento de voluntades, cuando se desenvuelve como un proceso de decisión deliberativa que se lleva a cabo en condiciones de igualdad de acceso a las fuentes de la información y el conocimiento, para lo cual hay que tratar de garantizar que todas las personas dispongan de las claves correctas sobre aquello sobre lo que han de decidir.

En el caso de la renta básica, no parece que quepa duda de que habrá que decidir sobre ella en el futuro. Solo en España había a finales de 2017 unos setecientos mil hogares donde no entraba ningún ingreso y más de 1,1 millones de personas en la misma situación. En Europa, el 52 por ciento de los parados de larga duración (el 68 por ciento de los españoles y el 80 por ciento de todo el planeta) no recibía ningún tipo de prestación y cabe pensar, por tanto, que tampoco ningún ingreso. Si contemplamos el mundo en su totalidad, la situación es mucho peor, aunque en algunos aspectos vaya mejorando: unos mil millones de personas viven con menos de un dólar diario, es decir, sin apenas ingresos.

Incluso dejando a un lado cualquier tipo de consideración moral (cosa que no debería suceder), no parece muy realista creer que nuestro planeta puede seguir funcionando por mucho tiempo sin conmociones y conflictos de dimensiones colosales si deja sin recursos básicos a cientos de millones de seres humanos. Antes o después, se hará imprescindible establecer cualquier tipo de medidas que lo impidan y, entre las posibles, sin duda estará la renta básica, en cualquiera de sus diferentes tipos.

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