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Rocío Acebal: "Lo que define a los 'Hijos de la bonanza' es la incertidumbre, que en buena parte viene provocada por la precariedad"

Lo que Rocío Acebal Doval (Oviedo, 1997) consigue con su segundo poemario es nada menos que hablar de los sentimientos y frustraciones incrustadas en una generación “náufraga del progreso”, tomando el verso con el que cierra el poema Nota biográfica. Un grupo de personas cada vez más numerosas que empiezan a olvidar lo que es no vivir en crisis. Acebal, graduada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III de Madrid, los llama Hijos de la bonanza. Así titula un libro que vio la luz el pasado mes de junio, tras ser merecedor del XXXV Premio Hiperión.

La poeta ovetense aborda asuntos como la precariedad, las falsas aspiraciones creadas por el modelo neoliberal, la tradición, el machismo, la inestabilidad material y emocional ligada al ambiente literario o el papel del amor en un mundo en el que debe convivir con todas estas problemáticas. Lo hace con una escritura sencilla pero medida, firme pero frágil. Evitando, por mucho que el poemario se estructure en tres partes, cualquier separación compartimentada: en sus páginas, como en el día a día, todas las preocupaciones se entrecruzan.

Pregunta. Hijos de la bonanza nos habla de una generación “maldita”, atrapada entre dos crisis. ¿Sientes que el libro recoge este espíritu de precariedad crónica?Hijos de la bonanza

Respuesta. Creo que sí. Nos encontramos ante la imposibilidad de tener un proyecto de vida, de dejar de ser “hijos de”. Se retrasa nuestra entrada en la vida adulta con pretextos como “sois libres” o “podéis viajar un montón”. Nos hace falta la certeza de que el mes que viene tendremos un trabajo o podremos continuar con lo que estamos haciendo. En este sentido, no es solo una precariedad laboral, también existe una inestabilidad habitacional, especialmente en las ciudades grandes. Una inestabilidad generalizada en lo inmediato y en lo muy fututo, casi vital. Hay una crisis del sistema productivo. A raíz del cambio climático sabemos que nuestro modo de vida no va a ser sostenible de aquí a unos años, pero no sabemos qué va a haber después. Lo que define a los hijos de la bonanza es la incertidumbre, que en buena parte viene provocada por la precariedad.

P. Desde el propio título del libro se perciben algunas de sus posibles influencias: Dámaso Alonso (Hijos de la ira) o Ben Clark (Los hijos de los hijos de la ira). ¿Se trata de una mera alusión intertextual o han sido referentes importantes para el poemario?Hijos de la iraLos hijos de los hijos de la ira

R. Ben Clark sí ha sido una influencia, creo que pertenecemos a una misma generación o estamos cerca de ello. Una de mis lecturas de cabecera para este libro ha sido no obstante Ángela Figuera Aymerich, una maravillosa poeta de posguerra que está bastante olvidada. También Víctor Botas, poeta asturiano del que intento inspirarme al hacer poemas sarcásticos o que hablan de la poesía. Emily Dickinson puede ser una influencia menos visible, pero admiro mucho su sincretismo, esa capacidad para abrir un mar de significados con muy pocas palabras a través del lenguaje, de la forma de puntuar o usar las mayúsculas. Mencionaría además a Ángel González y Luis Alberto de Cuenca.

P. Pese a todos estos referentes, en Hijos de la bonanza está especialmente presente tu propia personalidad. ¿Cómo trabajas para compaginar estas herencias con la frescura de tu escritura?Hijos de la bonanza

R. Rechazo que la originalidad se cree permaneciendo en un lugar estanco en el que nada te influye ni te toca, la idea extendida entre muchos poetas que dicen no leer para evitar “contaminarse”. Lo que pasa en la mayoría de estos casos es que estos autores creen que son muy originales y están haciendo lo que ya se ha hecho. Pienso por ejemplo en los poetas que se consideran a sí mismo rompedores por incluir palabras soeces o insultos. No está mal per se, pero ya lo hizo Catulo. La originalidad deriva necesariamente del conocimiento o la lectura previa, de ser conocedor de la tradición. Hay margen para ser original a pesar de todo lo que esté escrito, pero ese margen está en continuar caminos que se han abierto y por los que nadie ha transitado. Esto supone además un cierto compromiso político. Escribir pegado a una tradición acarrea calma, relectura, reflexión, diálogo con generaciones pasadas. Todo ello es un desafío a la inmediatez y el individualismo que impone el paradigma neoliberal.

P. En el libro percibo un choque entre la experiencia personal y la catarsis colectiva. Más allá de cuánto hay de autobiográfico (“mis versos son ficción pero nunca mentira”, escribes tú misma), me gustaría saber si crees que hay un potencial especial en estos pasajes íntimos para a partir de ellos hablar sobre cuestiones que preocupan al conjunto de la sociedad.

R. Hay mucho de autobiográfico, pero más bien a través de un personaje. No escribo sobre mí, ahora bien, el mundo que conozco está necesariamente ligado a mi propia vida. A través de las características comunes con otros compañeros de generación, sobre todo con otras compañeras de mi edad o que siento cercanas, intento establecer una conexión. Sí me parece que lo personal tiene mucho potencial para cambiar lo colectivo, y eso es el algo que nos ha enseñado el feminismo. Reflejar lo cotidiano es un camino poético muy interesante para abordar los asuntos acuciantes. Es complicado encontrar el equilibrio entre la consigna y el poema, especialmente al escribir poesía política. Este es un libro no enteramente político pero que contiene poemas con mucha carga social, por lo que escribir poesía en lugar de un panfleto fue mi principal dificultad.

P. La forma en la que estructuras Hijos de la bonanza es muy sugerente. Hay una división entre bloques temáticos, aunque se entrecruzan entre sí: el primero se centra más directamente en la situación socioeconómica. El segundo en la literatura y tu relación con la misma. Por último, un tercero, cercano a una narración, más vinculado a lo romántico. ¿Cómo te decidiste a organizar así el poemario?Hijos de la bonanza

R. Hubo una época en la que el libro no estaba dividido, pero me parece una forma interesante de organizar una lectura más coherente. El orden de los poemas está pensado para que cuente una historia, especialmente en la parte amorosa. Me planteé rechazar esta enumeración porque no estaba segura de que reflejara realmente lo que es para mí la escritura y la vida. Como comentábamos, es un libro en el que la intimidad y lo afectivo tienen mucho de político. El poema Crisis de los cuarenta habla de una mujer de la que el personaje se enamora, pero, aunque sea correspondido, no puede materializarse en una relación más allá de lo furtivo. Está presente esa historia de amor, y a la vez la idea muy política de que cuando esa mujer (que fue joven, tonta, impaciente) decidió casarse, dejar su trabajo o tener hijos fue una decisión condicionada por muchas otras cosas. De ahí llega la reflexión de que el personaje y la mujer en crisis podrían ser felices, pero la vida lo ha truncado.

P. Es curioso que no tuvieses decidida la división desde un principio, sobre todo por lo que señalas acerca de esas construcciones narrativas tan marcadas en el último bloque. En él se atisba el relato de una relación, o al menos esbozos de ella. ¿Era esa tu intención en esta parte final?

R. No lo tenía presente escribiéndolo, pero me gusta que los poemarios sean una unidad. Mi intención es que de ellos no se pueda meter ni sacar un poema, ni cambiar de orden los que hay, sin que se pierda algo. Especialmente en las partes amorosas, que me permiten desarrollar más esa narración. Los poemas no están escritos en orden. No acostumbro a escribir con un proyecto de libro presente. Cuando considero que hay una unidad estilística o como dices narrativa es cuando decido ponerlos en común. Así que opté por la opción de perfilar una historia, especialmente en esa última parte. Ya jugué mucho con esta idea, siguiendo un orden más rígido, en mi anterior libro: Memorias del mar. Comienza con un poema que habla del amanecer y termina con otro en el que se marchita, dando pasa a una madrugada en vela.

P. Siguiendo un orden inverso, el segundo bloque de Hijos de la bonanza gira en torno a la relación de un autor con el proceso literario. Puede extraerse de estas páginas que la promoción, las críticas, las entrevistas o la presentación a concursos te produce mayor inquietud y hartazgo que cualquier desafío creativo. ¿Es así o, como decíamos previamente, el libro no habla necesariamente por ti?Hijos de la bonanza

R. Lo que describo en el poema Proceso literario una satirización que no es completamente fiel a la realidad, aunque he conocido poetas que siguen un proceso muy similar. A mí me gusta mucho leer, escribir y conocer a la gente brillante y divertidísima que me ha traído la poesía. No cambiaría por nada las tardes que he pasado hablando de poesía y de muchas otras con personas que he conocido gracias a ella. Es cierto que el proceso de publicación y en menor medida de promoción me resulta un poco más ajeno. En mi caso terminé el libro prácticamente para presentarlo al Premio Hiperión, por tanto no tuve una experiencia que me consta es muy frecuente: enviarlo a un concurso, a otro, a otro… Al final estás dos años con el libro parado, intentando que en algún concurso te valoren. He visto cómo todo esto quema a muchos de mis amigos. Hay una ingente cantidad de poesía joven, diferenciarse es muy difícil. Cuando tienes un premio a tus espaldas es más sencillo llegar al lector. Si este libro lo hubiera publicado en una editorial sin un premio, no estoy segura de que estuviéramos haciendo esta entrevista. Y el libro hubiera sido el mismo.

Al mismo tiempo, pienso que los certámenes literarios hacen una labor muy buena y es razonable lo que sucede. No todos los libros pueden ganar en uno, ya que hay los que hay, y a la vez muchos se publican al margen de ellos. No puedo comprarme todos los libros de poesía joven que están saliendo, por lo que los premios sirven de criba. Sé, por ejemplo, que la línea que marca el Hiperión me interesa. Los libros de Carlos Catena Cózar, Ángelo Néstore o Jorge Villalobos me gustaron mucho. Por todo ello aprecio la labor de los premios, pero no deja de parecerme frustrante.

P. Mencionas nombres que podrían integrar una misma “generación” literaria, aunque existan dentro de ella divergencias, variedad de edades y todo tipo de corrientes. Una generación que ha dejado de ser venidera porque ya ha venido.

R. Sí que creo que puede haber algo parecido a una generación, aunque en cualquier caso creo que es muy pronto para decirlo.

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P. Por último, poniéndome excesivamente egocéntrico, quería preguntarte acerca del periodismo cultural. En el poema La entrevista abordas los lugares comunes y la falta de perspectiva en el periodismo literario, extensible al periodismo cultural en general. ¿Crees que este sector necesita una renovación en sus formas y acercamientos como la que sí han llevado a cabo muchos autores?La entrevista

R. No creo que sea un asunto exclusivo del periodismo cultural. Hay dos factores en juego. Por una parte, los medios de comunicación están recortando. Esto somete a los periodistas a una sobrecarga de trabajo que dificulta dedicarle el detalle necesario a preparar los artículos. No se tiene tiempo para especializarse ni conocer bien todos los temas con los que se trabaja. Es una pérdida informativa que se solucionaría si en las redacciones hubiera menos precariedad y más periodismo especializado. Si se dispusiese de más tiempo y más personal ganaríamos todos en calidad informativa. Por otra parte, es importante no desterrar el machismo que existe en la sociedad. Penetra en el periodismo, en la crítica literaria, en las conversaciones. Esa idea que desarrollo en La entrevista cuando me preguntan por la poesía escrita por mujeres o la “poesía femenina”. La literatura escrita por mujeres todavía se trata como un género distinto. Como si por un lado estuviese la POESÍA, que es de todos, y luego la poesía femenina. Me molestan expresiones como “es poesía femenina, pero consigue ser universal”. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con la poesía homosexual. La experiencia femenina es tan universal como la masculina. La separación es interesante a veces, sobre todo cuando hablamos de literatura del siglo pasado, para descubrir ciertas unidades temáticas. Aunque hasta en ese supuesto me parece cuestionable.

Todo esto más allá de que, históricamente, a las mujeres poetas se les ha hecho poco caso y se les ha dado pocas oportunidades. Incluso en casos que comentaba antes, como el de Ángela Figuera, que tiene una obra absolutamente fantástica para conocer su momento histórico y relevante a día de hoy. Escritoras como ella quedaron enterradas por otros autores que no digo que fuesen mejores o peores, pero eran equiparables. No se hace un esfuerzo por rescatarlas.

Lo que Rocío Acebal Doval (Oviedo, 1997) consigue con su segundo poemario es nada menos que hablar de los sentimientos y frustraciones incrustadas en una generación “náufraga del progreso”, tomando el verso con el que cierra el poema Nota biográfica. Un grupo de personas cada vez más numerosas que empiezan a olvidar lo que es no vivir en crisis. Acebal, graduada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III de Madrid, los llama Hijos de la bonanza. Así titula un libro que vio la luz el pasado mes de junio, tras ser merecedor del XXXV Premio Hiperión.

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