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‘The bear’, algunos episodios memorables en una gran serie

Fotograma de la temporada 2 de 'The Bear'.

El arco de la primera temporada de la brutal serie The bear (Disney+) contaba una historia de expiación. Carmen, su protagonista, masculino, interpretado por Jeremy Allen White, estaba dispuesto a ser apaleado por la vida ante su complejo de culpa tras el suicidio de su hermano.

Tomaba el relevo de su cochambroso restaurante, aunque para ello abandonara su brillante carrera en la alta cocina. Se reunía con una familia y colegas a los que había dejado para tomar su propio camino.

Segunda temporada más optimista

La nueva y segunda temporada no se ha liberado del lastre emocional que los personajes llevan consigo, pero parte de un punto más positivo. Todos comparten el objetivo de transformar aquel despacho de bocadillos en un sofisticado proyecto que buscará una estrella Michelin.

Junto al estrés físico que provocaba ver la primera temporada y que se mantiene, aparece ahora un reconfortante crecimiento personal. La posibilidad de salir del hoyo trabajando, mejorando y con más autoestima. Oportunidad que el guion ofrece amorosamente a cada uno de los personajes.

Y entonces llega el episodio ‘Peces’

Ese es el futuro que se dibuja en la temporada. Y luego está el episodio del flashback o el de la Navidad o el sexto como la gente se refiere a él, o Peces, como realmente se llama. Una auténtica locura, una barbaridad.

La cena navideña en la que todo se salió de madre hace unos años. En la que todas las tensiones, rencores, malentendidos que aguantan porque entre adultos es fácil no verse aun siendo familia estallan al reunirse.

Pesadilla el día de Navidad

Todos pegados y cerrados porque hace frío, y tensos, porque la ocasión es de gala, y con mucho alcohol circulando. Vemos como se quema la mecha de la bomba que inevitablemente va a estallar. Lo que no sabemos es cuánta potencia tiene esa detonación.

El episodio se sale de la duración habitual en la serie y sobrepasa la hora. Cuenta con los cameos de Bob Odenkirk (Breaking bad, Better call Saul), Sarah Paulson (American crime story), el cómico y guionista John Mulaney y con el regreso de Mike, el hermano malogrado que pesa como una losa sobre la familia, interpretado por Jon Bernthal. A todos los devora con su personaje y su interpretación Jamie Lee Curtis.

Mundo aparte lo de la actriz. Según afirma, al oír mencionarse a la madre de Carmen en la primera temporada pensó que tenía que ser ella. Cuando el responsable de la serie le ofreció el personaje, sintió que era “el papel de una vida”, según escribió en X. “La matriarca de la locura, Donna Berzatto”, definía al personaje.

Conocer a una familia infeliz

Filmado con el estilo frenético de los momentos más inquietantes en el restaurante elevado al cubo, la tensión no para de crecer al tiempo que se dan claves esenciales para entender las motivaciones del protagonista y los familiares que han respirado este aire tóxico.

No soportar a tus seres queridos

Nos enteramos de las profundas raíces del enamoramiento de Carmen hacía Claire, interpretada por Molly Gordon, aunque ausente en el episodio. Y entendemos cómo Carmen se ve superado por su familia. Bloqueado por completo. Como tantas personas, pone tierra de por medio y se aleja de aquellos a quienes más quiere, pero a quienes tiene terror.

De modo brillante, tanto el creador de la serie, Chris Storer, como su coguionista, Joanna Calo, relacionan con la comida y con el hecho de cocinar el drama que se cuece entre los personajes. 

Una dirección invasiva

Storer firma la dirección del episodio y vuelve a sofocarnos con sus planos cerrados, sus cámaras que invaden el espacio físico de los actores, que se los avasallan y muestran hasta el último poro de sus pieles.

Storer dirige muy rápido, a una velocidad increíble. Los diez episodios de esta temporada han sido filmados en 39 días. Menos de cuatro por episodio. Le gusta preservar la energía nerviosa de las primeras tomas, que los movimientos de los actores no parezcan coreografiados.

En el episodio Peces contó con la compañía en el set de la actriz Ayo Edebiri, la compañera en el restaurante de Carmen, Sydney. La intérprete, cómica y guionista se va a incorporar a la dirección de la serie la próxima temporada, según contó Storer a Esquire.

El estilo sucio

Una de las señas de identidad del estilo de Storer recuerda a un título ya lejano en el tiempo, Hill Street Blues. El policiaco de los ochenta tenía como lema: “hazlo sucio”. Lo hacía incorporando la cámara al hombro y moviéndola entre los actores manchando el plano con objetos y con otros personajes moviéndose ante los protagonistas de las escenas.

The bear lo ha llevado más allá con su banda sonora. Constantemente suenan alarmas, tuberías sueltas, ollas que borbotean, tráfico y cualquier otro ruido con capacidad para alterar los nervios.

Además, la música que se introduce en una escena colea en las siguientes, que tienen otros climas, creando sensaciones extrañas. Termina de pronto, sin relación con el momento en que se encuentran los diálogos. Todo para que no nos acomodemos ni relajemos un momento.

Dramedia de personajes

Y no solo ese ensuciar la trama recuerda a los policías de Hill Street, también en el género. The bear se presentó como comedia, pero no hay más que verla para darse cuenta de que esta categoría se le queda corta. Más bien correspondería a lo que se llamó entonces dramedia, género en el que caben elementos de drama, tragedia o comedia para conocer y profundizar en los personajes.

Además del episodio Peces, la temporada tiene algún otro que sobresale y que se centra de manera muy encapsulada en una idea. Tenedores, el episodio que sigue al flashback navideño es un ejemplo perfecto.

Tenedores para el primo imposible

Se centra en Richie, al cual hemos conocido un poco más en la entrega anterior. Su inagotable capacidad para elegir la peor de las opciones posibles y expresarla en el tono menos adecuado para el momento eran ya un clásico en la serie.

Peces presentaba otro Richie, metepatas pero redimible. En esta entrega sufre una terapia al estilo Karate kid, un “dar cera, pulir cera” del maestro Miyagi. Centrarse en una tarea sencilla y completarla con maestría le ayuda a frenar y recapacitar.

La chef de ficción del restaurante real Ever, a quien da vida Olivia Colman, le enseña que limpiar tenedores, o champiñones, son tareas que siempre le darán calma y propósito, no solo durante unos días.

Ever, el restaurante en el que Richie hace sus prácticas, tiene dos estrellas Michelin y no tres como en la ficción y es cierto que busca en Google a cada uno de sus comensales por si alguna información relevante pueda incorporarse a la velada.

En Tenedores, Chris Storer ha incorporado también una parte muy personal de su filosofía. El director trabajó en el sector de la venta de ropa y posteriormente en oficinas en las que había que vestir obligatoriamente con corbata. 

La rutina de la americana, la camisa y la corbata le resultaba tranquilizadora y le predisponía al trabajo. El tiempo dedicado a ponerse estas prendas, incluso a cuidarlas y plancharlas le llevaba a un estado de agradecimiento por su empleo. Ha trasladado estas sensaciones a Richie en la entrega centrada en él.

Otro zarpazo del oso

Por último, el décimo episodio, que deja la acción en suspenso hasta una futura temporada, ofrece otro especial dentro de la serie. Se titula El oso, el que había sido domesticado, apaciguado y que vuelve a dar un zarpazo desde el interior de Carmen.

El restaurante se estrena de alguna manera, porque los comensales son seres queridos, se trata de un test y aún no se abre al público. Después de hacer cientos, miles de cosas bien, el protagonista cae en espiral y queda encerrado en una cueva, hibernando y empeorando sus problemas.

Un final menos feliz

A veces se fuerzan los finales felices y puede que en esta temporada se haya hecho un poco lo contrario. Ante un subidón de camaradería, amor, amistad y profesionalidad faltaba un interrogante dramático que despierte la curiosidad para lo que queda por venir. 

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Se deja la serie en un punto intrigante, que se podrá resolver fácilmente en positivo si se decide que estamos ante una historia de mejora personal en grupo. Sirve de recordatorio, en cualquier caso, de que el trauma está ahí, que la amenaza del colapso ronda a la mayoría de los personajes. 

Miedo a la muerte, miedo al colapso

David Chase decía que parte del interés de su serie, Los Soprano, residía en que sus personajes podían morir. De hecho, mató a varios. Así instalaba en nosotros un miedo a la muerte que reconocemos bien. Todos vivimos con un temor recurrente a nuestra muerte o a la de nuestros seres queridos.

The Bear puede conectar con nosotros porque, ¿quién no tiene en su entorno más cercano, cuando no en su propio interior, un oso salvaje dispuesto a tirar todo por la borda? ¿Quién no tiene miedo a llegar a un punto de no retorno con la pareja, los padres, los hijos, los hermanos o los amigos? Y en esta serie los personajes viven al borde de ese precipicio.

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