Salas teatro
Teatro asambleario contra la crisis cultural
Parece que la unión es la estrategia predilecta para hacer frente a la crisis, o al menos así lo creen los 15 espacios teatrales que conforman la recién inaugurada red Lavapiés, barrio de teatros. Una iniciativa asamblearia y autogestionada (de momento, porque piensan solicitar ayudas públicas) que busca sumar esfuerzos para ponerle freno a la precaria situación que viven las artes escénicas. “¿Es suficiente la indignación? No nos sirve de nada un descontento que no se articula colectivamente y que permanece en los límites individuales”, señala el manifiesto, leído por Eva Varela, de La Puerta Estrecha, en la presentación de la red. De ahí que hayan puesto en marcha esta iniciativa con el objetivo de rescatar un valor, el de lo colectivo, no sólo de manera estructural, al constituirse de manera asamblearia y horizontal, sino también la reivindicación de la cultura y el teatro como bienes al servicio del conjunto de la sociedad.
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La idea surgió hace unos meses entre miembros de las salas Mirador, Teatro del Barrio y La Corsetería y, poco a poco, fueron incorporándose otros escenarios hasta llegar a los quince, de la veintena con la que cuenta la oferta cultural del barrio de Lavapiés. Las hay relativamente más veteranas, como La Puerta Estrecha o el Nuevo Teatro Fronterizo, y otras con menos rodaje como El Umbral de Primavera. También cuentan con el apoyo del resto de instituciones culturales de gestión pública de la zona: el Centro Dramático Nacional, el teatro Circo Price, la Casa Encendida y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Un apoyo que, de momento, sólo se queda en el respaldo público, pero con la intención de establecer “estrategias conjuntas de futuro”, según apunta Varela.
La red Lavapiés, barrio de teatros comenzará su actividad este sábado, día 11, con una programación de 13:00 a 20:00 horas y la distribución gratuita de un abono que tendrá que ser sellado en todos los espacios de la asociación para conseguir un descuento de 2x1 en la próxima temporada. “La intención del abono es que el público asista a todas las salas y las conozcan”, explican. Una estrategia, la del abono, que tiene el riesgo de tropezar con la misma piedra que destacan en su manifiesto: “No basta con ofrecer alternativas si en la sociedad de la comunicación y la información no alcanzamos a visibilizar este movimiento”.
Encasilladas como alternativas, no convencionales, marginales o de pequeño formato, las salas del colectivo, con un millar de butacas y una oferta de 400 espectáculos al mes, quieren desprenderse de esa etiqueta para destacar lo esencial, que hacen “teatro”. Un teatro no comercial, critican, que se ha quedado al margen debido a la industrialización y a “la ausencia de políticas que fomenten el bien colectivo”. De hecho, esta reacción de supervivencia, como la califican, pretende ser una salida al progresivo empeoramiento de la situación de las artes escénicas, debido al incesante descenso de público (entre 2008 y 2012 la asistencia bajó en un 30%, según la SGAE) y a las precarias condiciones laborales de los trabajadores del sector. Según un informe publicado por AISGE (Artistas, Intérpretes, Sociedad de Gestión) el 73% de los actores no lograr mantenerse con los ingresos que le reporta su trabajo y un 55% no alcanza a cobrar el salario mínimo interprofesional.