Teatro
Una 'Traviata' de amor confinado sobre el escenario (y mucho gel hidroalcohólico): "No debemos tener miedo a vivir"
Mascarillas, gel hidroalcohólico, arcos de control de temperatura y alfombra desinfectante. Estas son algunas de las medidas que encontrará a su llegada al madrileño Teatro Real quienes hayan adquirido una entrada para La traviata, obra con la que reabre la sala el próximo 1 de julio. Pero la mayor dificultad de adaptación a la nueva situación en esta relativa vuelta a la normalidad no reside tanto en estos detalles, sino en asegurar el respeto de la principal medida de seguridad frente al covid-19: la distancia de seguridad, tanto en los accesos y salidas como en las butacas. En el patio, cada dos asientos hay otros dos cuidadosamente precintados; en los palcos se han reducido las butacas disponibles. Esto dará una ocupación de 869 espectadores, el 50% del total, una cifra que podrá aumentar hasta el 75% a partir del 6 de julio según los mandatos sanitarios de la Comunidad de Madrid. La sala Gayarre, con un aforo de 95 localidades, se habilitará para que los espectadores que lleguen tarde a la representación puedan seguirla por circuito cerrado de televisión.
La reapertura del Teatro Real supone el regreso de una de las principales salas del país, el primer teatro de esta talla en reanudar la actividad tras el estado de alarma. Sus homólogos en toda Europa se han mostrado más temerosos ante las dificultades —económicas y organizativas— que supone la reapertura. En España, el Liceu de Barcelona trató de reacomodar algunos de sus espectáculos previstos para el final de esta temporada, pero se dio por vencido y programó su reapertura oficial para el otoño. La Scala de Milán ya anunciado su regreso en septiembre, la Ópera de París volverá en 2021—en huelga desde antes del confinamiento, aprovechará para realizar obras en otoño— y la Met Opera de Nueva York esperará hasta diciembre. En el Teatro Real no temen que el regreso suponga un golpe a sus presupuestos: siguen contando con los 25.000 espectadores que ya habían adquirido sus entradas para La traviata —se les ha hecho un descuento por los cambios en el montaje—, que distribuirán en las nuevas representaciones de julio. “Los teatros tenemos la responsabilidad de contribuir a esa normalidad, con iniciativas proactivas según lo que la pandemia permita en cada una de sus partes, porque lo prioritario es la seguridad de todos”, defendía en una rueda de prensa el lunes Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.
La traviata, de Giuseppe Verdi con dirección de escena de Willy Decker —que, finalmente, no podrá hacerse cargo del montaje por las actuales circunstancias—, debía representarse originalmente en 19 funciones, entre el 9 y 24 de mayo y el 7 y 19 de julio. Evidentemente, la crisis sanitaria originada por el coronavirus exigía un cambio de planes: de esta Traviata, que no es aquella, se hace cargo Leo Castaldi, quien habría tenido que ejercer como asistente de Decker, mientras que de la dirección musical se ocupa Nicola Luisotti. Ahora esas funciones, con aforo reducido, llegan a las 27, distribuidas entre el 1 y el 29 de julio (el 5 y el 20 no habrá representación). El montaje no podrá ser el previsto: La traviata será un “concierto semiescenificado”. Esto quiere decir que, sobre las tablas, los intérpretes deberán permanecer en áreas delimitadas —y marcadas en rojo en el suelo— para respetar la distancia de seguridad con sus compañeros. No obstante, sí se utilizarán elementos escenográficos, vestuario y utilería provenientes, en este caso, de los fondos del Teatro Real.
Joan Matabosch reivindica el “coraje y la iniciativa” del proyecto y la reapertura, que ha supuesto una inversión extra de 340.000 euros solo en actividades de organización y limpieza: “Esta Traviata se puede hacer y la vamos a hacer, por respeto al público y por respeto a los artistas, que se encuentran entre los grandes damnificados de la crisis”. En el mismo sentido se expresaba Luisotti, que vio cómo se cancelaba su versión de Il trovatore en la Scala de Milán, el primer teatro en cerrar en Italia, el pasado 23 de febrero. “Necesitamos volver al trabajo, pero necesitamos sobre todo volver a escuchar en persona las voces de los cantantes. El mundo sufre todavía la pandemia, pero también sufre de la falta del arte”, defendía el director musical en un discurso apasionado. “No tenemos que tener miedo a vivir, tenemos que tener miedo a no vivir”.
Para que los espectadores puedan perder el miedo, el Teatro Real ha desarrollado un plan de seguridad en el que han colaborado cinco profesionales de la salud, entre ellos el epidemiólogo Santiago Guillén Moreno. Estos esfuerzos se traducen en más de 3.200 horas dedicadas a tareas de limpieza y más de 2.600 dedicadas a revisión de limpieza. Estos trabajos de organización y desinfección se llevan a cabo desde el 11 de mayo, y los trabajadores comenzaron a incorporarse el 18 de mayo después de realizarse test serológicos. El Real ha dividido su espacio en distintas zonas de uso, de manera que cada espectador tendrá asignado determinadas entradas, salidas o aseos (se han incorporado ocho más en la zona de la tienda). La entrada se hará de manera escalonada a lo largo de una hora antes de la representación: el público deberá estar en su entrada a la hora a la que se le haya citado previamente, según la localidad que ocupe. Igualmente, se darán instrucciones por megafonía para organizar el desalojo del entreacto (que se ha ampliado hasta los 40 minutos) y de la salida. Durante la representación, se instalarán 138 puntos de distribución de gel hidroalcohólico, se repartirán mascarillas a los espectadores que lo requieran, habrá 29 acomodadores trabajando (se han ampliado en un 70%) y 20 limpiadores.
El Teatro Real alza el telón con una 'Traviata' sin abrazos
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Vista de las nuevas medidas de seguridad por el coronavirus instaladas en el Teatro Real en Madrid este lunes antes de la rueda de prensa en la que han explicado cómo será el estreno de La Traviata el próximo 1 de julio. | EFE
Sobre escena, decíamos, también se respetarán las normas de seguridad. Para empezar, habrá cuatro repartos distintos del trío protagonista, Violeta (Marina Rebeka, Ruth Iniesta, Ekaterina Bakanova, Lana Kps y Lisette Oropesa), Alfredo (Michael Fabiano, Ivan Magrì, Matthew Polenzani e Ismael Jordi) y Giorgio (Artur Rucinski, Nicola Alaiamo, Luis Cansino y Javier Franco). Los integrantes del coro y los solistas tendrán su espacio de dos por dos metros: así, el coro ocupará así 260 metros cuadrados, y la orquesta se distribuirá por los 140 metros cuadrados del foso ampliado, mientras que los solistas se desplazarán, siempre manteniendo la distancia, por 100 metros cuadrados del escenario. “He intentado crear un entorno no solo físico sino también conceptual en el que los artistas puedan llegar a expresar lo que normalmente transmiten”, comentaba Castaldi. “Pensaba que era necesario no vivir los protocolos como algo impuesto desde fuera, sino hacer de ellos la base de la obra”.
El elenco lleva semanas trabajando de esta forma: el 5 de junio empezaron a llegar a Madrid los intérpretes provenientes de la Unión Europea, el 18 de junio se incorporaron los cantantes de fuera del espacio Schengen. Pese a los ensayos generales, el 1 de julio tendrá lugar la verdadera prueba de este regreso, que también ayudará a prepararse para el futuro. Porque, con respecto al inicio de la temporada que viene, Matabosch lo tiene claro: “Vamos a intentar por todos los medios no cancelar. Habrá algunos que decidan no arriesgarse y no abrir hasta que no se pueda tener un aforo al 100%. No es nuestro caso”.