Una década, dos crisis y dos Presupuestos: España pasa de recortar 10.000 millones a un gasto público de 70.000 más

Una década atrás, no había Gobierno en la Unión Europea que, con la excepción de Alemania, repitiese otra legislatura porque eran barridos en las elecciones. Eso con suerte: si las cosas iban mal, los Ejecutivos eran reemplazados en mitad de la marcha por tecnócratas procedentes de Goldman Sachs (Monti en Italia, Papademos en Grecia). Para apuntalar las reformas, término que de 2010 a 2014 fue sinónimo de recortes, la Unión Europea -pero especialmente la Eurozona- creó la Troika, una suerte de trinomio entre la Comisión Europea, el BCE y el FMI que indicaba a los ministros de Finanzas cuánto meter la tijera si querían recibir préstamos con condiciones leoninas que lastraron el crecimiento comunitario durante todo un lustro. 

Lo único que queda en Europa de aquella etapa es Angela Merkel, la mujer más poderosa del mundo en 2019 según Forbes que se jubilará de la cancillería germana en 2021. Y ni siquiera es la misma Merkel de los tiempos de la Troika. Para regocijo de Pedro Sánchez -único presidente al frente de un estado miembro de la UE con un Gobierno de coalición de izquierdas-, la postura comunitaria para combatir el coronavirus es la expansión económica y no la vieja austeridad y el rigor fiscal de sello teutón.

Estamos ante dos crisis bien diferentes (financiera y del coronavirus) acaecidas en la misma década, efectos devastadores en ambas y dos salidas radicalmente distintas para España: recortes masivos en los Presupuestos Generales del Estado para 2011 (aprobados en 2010) y gasto indiscriminado en los PGE de 2021, presentados esta semana. En los primeros presupuestos se recortaron 10.000 millones de gasto no financiero o público; en los segundos, los del año que viene, este capítulo crece en 70.000 millones de euros (68.766 millones), un 41% más que el año anterior. 

El desastre español con la crisis financiera arrancó a comienzos mayo de 2010. La entonces ministra económica Elena Salgado comunicó telefónicamente entre lágrimas a José Luis Rodríguez Zapatero al terminar el Eurogrupo que los recortes eran ineludibles. Y el ex presidente del Gobierno trasladó la idea al Congreso de los Diputados el 12 de mayo, al que avanzó un tijeretazo presupuestario de 15.000 millones de euros, decisión que, aseveró, haría "me cueste lo que me cueste". Todavía no hemos llegado a la elaboración de los Presupuestos Generales de ese año, que incluirán más medidas austeras. 

Visto todo con perspectiva, en 2010 se anunciaban nubarrones si no se hacían reformas radicales pero los datos, por el contrario, no asumen tal cosa. El paro antes del anuncio de Zapatero oscilaba el 18%: tres años después batió su récord al rozar el 28%. El PIB había crecido de 2009 a 2010 un modesto 0,2%, subida que no volvería a producirse hasta 2014. La prima de riesgo -un concepto extraño que viene a ser el diferencial que pagan los bonos de deuda españoles con los alemanes- mantuvo a España en vilo durante tres años, pero en mayo de 2010 rondaba los 200 puntos mientras que en julio de 2012 se desbocó hasta los 650 puntos tras varias raciones de austeridad. Era el momento de los brotes verdes y del Plan E

"Si tuviéramos que comparar las dos crisis, hay diferencias notables", razona Alejandro Inurrieta, que estuvo en el equipo económico de Zapatero al mando del ex secretario de Estado de Economía David Vegara. "La anterior fue una crisis de deuda privada, y no todo el mundo entiende aún que lo que ocurrió fue un sobreendeudamiento de las corporaciones y las familias a raíz de una burbuja inmobiliaria brutal que dejó seco al sector financiero". Inurrieta destaca esto porque cree que durante un tiempo se generalizó la idea de que la crisis era "de gasto público", y ello acarreaba recortes inevitables. "Quebraron grandes corporaciones en el mundo y se rescató parte de ellas con dinero público, que más o menos se ha recuperado. Excepto en España: aquí perderemos 30.000 o 40.000 millones del pasado rescate bancario", lamenta. Y zanja: "Fue una crisis sistémica por parte del sector privado". 

"Ahora curiosamente los mandatarios europeos han cambiado de perspectiva", celebra Inurrieta. "Tenemos que cambiar nuestro modelo de crecimiento. Algunos opinamos que España solo sabe crecer con burbujas: inmobiliarias, tecnológicas, turísticas, etcétera".

"Aparte de la naturaleza de la crisis, que es distinta, la reacción europea incluye no obligar a los estados miembros a hacer un ajuste fiscal en el peor momento de la crisis", valora el ex ministro de Industria Miguel Sebastián, otro de los que integró el equipo económico de Zapatero. "No solo son los fondos europeos sino que no te obliguen a hacer un ajuste fiscal". Sebastián identifica un giro importante con el cambio de Jean-Claude Trichet a Mario Draghi, al repeler el italiano el ataque de los especuladores financieros sobre la deuda soberana de los países de la UE a través de la expansión monetaria y las políticas cuantitativas. 

Una comparativa de los Presupuestos Generales del Estado de 2011 y 2021 arroja mucha luz sobre el cambio de criterio en Bruselas (y Berlín) hacia un país periférico como España: 

Gasto público. En 2011 hubo una reducción del 8% del gasto no financiero, hasta los 122.022 millones de euros. La diferencia con el capítulo para 2021 es enorme: para el año que viene esta partida se lleva 236.331 millones de euros, 114.000 millones más que una década atrás. Es el mayor gasto público de la historia. 

Déficit y desempleo. Más allá de los datos, aquí también hay que fijarse en la contracción que conllevan las políticas austeritarias. Cuando se hicieron los primeros recortes de mayo y posteriormente la elaboración de los PGE, el objetivo era reducir el déficit un punto y medio sobre lo previsto, un 6% del PIB en vez del 7,5% esperado sin tijeretazos. El objetivo se cumplió pero los recortes fueron de 25.000 millones en total. En cambio, 2020 se espera cerrar con un déficit del 11,3% debido a, entre otras cosas, las ayudas a parados y ERTEs; para 2021 el pronóstico es rebajar 3,6 puntos del PIB con un gasto público de casi 70.000 millones solo en un ejercicio. 

Más desbocadas estuvieron las previsiones por desempleo. Cuando se elaboraron los Presupuestos de 2010, la tasa del paro alcanzó el 20% y el Gobierno de Zapatero adelantó que al cierre de 2011 ésta se reduciría hasta el 19,8%. No solo no ocurrió eso sino que se quedó al borde de llegar al 23%. En 2020 la tasa de desempleados está en el 17% y el Ejecutivo tiene el modesto objetivo de rebajarla hasta el 16%.

Recaudación tributaria: las cifras hablan por sí solas. En los PGE de 2011 la recaudación prevista por ingresos fiscales era de 164.932 millones de euros. En 2021, 222.107 millones. Se ha tocado el IRPF a las rentas de trabajo y a las de capital, el impuesto de Sucesiones, el de Patrimonio (aunque la decisión de aplicar el impuesto sobre la fortuna recae en las autonomías), se ha modificado el IVA de algunos productos y se han creado nuevos impuestos como la Tasa Google o la Tasa Tobin a las transacciones financieras.

Educación. 2.840 millones de euros en los Presupuestos de 2011, 4.893 millones  en los de 2021, incluyendo 2.090 millones para becas. Otra cifra que no necesita explicación.

Sanidad. Quizá una de las partidas que menos se resintió la anterior crisis. 4.264 millones de euros en los PGE de 2011 frente a 5.088 millones ahora.

Funcionarios. Congelación de los salarios tras un recorte del 5% aplicado por el Gobierno a lo largo de 2010. En 2021, subida salarial del 0,9%. 

Pensiones. En 2011, las pensiones mínimas subieron un 1% y el resto se congelaron. En 2020, crecen un 1,8% las pensiones mínimas y no contributivas y del 0,9% el resto, a pesar de que el IPC se sitúa en cero. El desembolso hace 10 años fue de 112.215 millones; ahora, de 163.297 millones.

Inversión en infraestructuras. Atención a los números para entender la magnitud de los presupuestos de antes de la crisis financiera. En los PGE de 2011 se redujo una inversión del 40,7% en infraestucturas, desembolsándose 8.493 millones (en los siguientes presupuestos la partida iría recortándose). Esto quiere decir que en 2010 se había destinado la barbaridad de 14.235 millones de euros, esto es, más de lo que se gasta en los Presupuestos para 2021: 12.344 millones.

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Hay una explicación: la red de alta velocidad, que ha llegado a comerse más del 50% del capítulo inversor, está prácticamente terminada a falta de conectar Galicia, Burgos-País Vasco o Murcia, además del Corredor Mediterráneo. De hecho en los PGE actuales se persigue el cambio de modelo productivo, el impulso al I+D y a la economía verde y se apuesta por las infraestructuras “básicas para la cohesión territorial”, que vienen a ser el Cercanías o los trenes Regionales y de Media Distancia. En 2010 todavía imperaba el concepto de AVE en cada puerta.

"España no ha sido precisamente un modelo de austeridad allí donde sí tenía que haber hecho reformas estructurales", opina otro integrante del equipo económico socialista de 2004 a 2011, el profesor de la Universidad de Barcelona Germà Bel, que ha transitado del PSC al independentismo en los últimos años. Bel se refiere a medidas como la liberalizacion de actividades profesionales, la reforma de la política de infraestructuras, el cambio de ciertas figuras tributarias o la reforma de las políticas de familia. "Incluso en años de recortes ha habido un déficit público. La austeridad también significa equilibrar ingresos y gastos públicos. Ahora hay un imperativo de aumentar el gasto por la situación económica pero en 2021 como tarde tendrá que abordarse la cuestión del sector público.

Dos presupuestos en la misma década, un mundo entre ambos. "En 2008 era muy fácil hacer frente a la crisis", zanja el economista heterodoxo Juan Laborda. "Simplemente había que observar las experiencias de éxito en el siglo XX con otras burbujas. Yo siempre cito dos: el New Deal de Roosevelt a partir de 1933 y la burbuja inmobiliaria sueca de 1992. Solo había que hacer tres cosas: rescate bancario a costa de acreedores, quita de deuda a familias y empresas y una política fiscal expansiva. No se hizo nada porque se defendieron los intereses de la élite bancaria". A aprender de los errores. 

Una década atrás, no había Gobierno en la Unión Europea que, con la excepción de Alemania, repitiese otra legislatura porque eran barridos en las elecciones. Eso con suerte: si las cosas iban mal, los Ejecutivos eran reemplazados en mitad de la marcha por tecnócratas procedentes de Goldman Sachs (Monti en Italia, Papademos en Grecia). Para apuntalar las reformas, término que de 2010 a 2014 fue sinónimo de recortes, la Unión Europea -pero especialmente la Eurozona- creó la Troika, una suerte de trinomio entre la Comisión Europea, el BCE y el FMI que indicaba a los ministros de Finanzas cuánto meter la tijera si querían recibir préstamos con condiciones leoninas que lastraron el crecimiento comunitario durante todo un lustro. 

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