La estacionalidad sigue marcando el paso al mercado de trabajo pese a la caída del empleo temporal

3

La destrucción de 185.384 empleos el pasado agosto ha hecho recordar a muchos que el mercado de trabajo español sigue siendo disfuncional, pese a la reducción de los contratos temporales y al crecimiento sostenido de la afiliación a la Seguridad Social que reflejan las estadísticas desde la pospandemia y la reforma laboral. Porque el final del verano ha repetido este año el patrón de rescisión masiva de contratos y aumento del paro al que estaba acostumbrado. En eso nada ha cambiado: el mercado laboral sigue marcado por una terca estacionalidad que convierte en buenos para el empleo los meses que preparan la Semana Santa y la temporada alta del turismo, y en malos enero, con el fin de la campaña navideña, y octubre, con el fin de la campaña veraniega.

De modo que el 31 de agosto volvió a registrarse una avalancha de bajas en las afiliaciones a la Seguridad Social: 308.166 en un solo día. Cierto que han disminuido un 10% respecto a las 342.276 bajas de agosto de 2021 –en 2022 fueron 320.052–, pero aun así continúa siendo una cifra descomunal que no tiene parangón en ningún otro país europeo. La misma anomalía se produjo, por ejemplo, el pasado 2 de enero, cuando un total de 390.109 –es decir, más que en agosto– perdieron su empleo al cerrarse la campaña comercial navideña.

La reforma laboral va ganando la batalla contra el abuso de los contratos temporales, la mayor tara del mercado de trabajo español desde los años 80 junto a las millonarias –y resistentes– cifras de parados. Año y medio después de su entrada en vigor, los contratos indefinidos representan casi el 40% de los que se firman cada mes, cuando antes nunca superaron el 10%. “Ha sido un éxito notable, ahí están las cifras, a la hora de reducir la tasa de temporalidad contractual”, admite el investigador de Fedea Florentino Felgueroso, quien no obstante advierte de que aún está por demostrar –“para eso hacen falta tiempo y datos”– que esa reducción “impacte en la estabilidad real: en las horas de trabajo, las remuneraciones, los índices de pobreza…”.

Fijos discontinuos

Además, la reforma laboral, resalta, “no tenía como objetivo” acabar con la estacionalidad. Los empleos “intermitentes”, que crecieron mucho en los últimos años no sólo en España sino también en el resto de Europa, se gestionaban en Alemania o Reino Unido con los llamados contratos de cero horas. Son aquellos que permiten al empresario llamar en cualquier momento a un trabajador para que se incorpore inmediatamente y a quien no está obligado a emplear por un número determinado de horas o días. En España están prohibidos. En su lugar, se ofrecían contratos de muy pocos días, a tiempo parcial concentrados en los fines de semana, por ejemplo, recuerda Felgueroso. Entre enero y julio de 2019, el 27,2% de los contratos firmados duraban menos de una semana; en los siete primeros meses de este año, su cuota ha bajado al 20%. Si antes del covid se registraron 3,53 millones de estos contratos ultrabreves, tras la reforma laboral se han reducido a 1,82 millones, cayendo casi a la mitad.

Esos son los contratos que, según explica el investigador de Fedea, han pasado a convertirse en fijos discontinuos con la reforma laboral. “Lo que no significa que tales empleos estacionales hayan desaparecido, y eso es lo que propicia que haya tantas altas y bajas [en la afiliación a la Seguridad Social] cada mes”, indica. A su juicio, la reforma laboral todavía no ha tenido efecto en los flujos de entrada y salida del mercado laboral; sobre todo en las salidas del empleo al paro, que continúan siendo mucho mayores que en otros países europeos. “Por eso siguen produciéndose esos efectos de fin de mes en las afiliaciones a la Seguridad Social”, concluye.

Según Felgueroso, para que haya un cambio estructural tendrá que producirse también un cambio en la productividad: que esta aumente porque, al crecer el empleo indefinido, también lo haga “el capital humano específico adquirido por los trabajadores por su experiencia en la empresa”. Uno de los perjuicios del abuso del empleo temporal es precisamente la merma que sufre la productividad porque a las empresas no les interesa dar formación a sus trabajadores temporales, de los que, además, se prescinde justo cuando empiezan a mejorar su rendimiento. La ley prohíbe encadenar contratos temporales durante más de 18 meses en un periodo de dos años. En ese momento, la empresa debe decidir si hace indefinido al trabajador o prescinde de él.

Empresas pequeñas, turismo, agricultura

Pero también hay otro tipo de empleo estacional, el que viene dado por la estructura productiva de la economía española, basada en el turismo y la agricultura en una proporción mucho mayor que en otros países europeos. “[La estacionalidad] es inevitable, lo que hay que hacer es amortiguarla”, resume Carlos Martín Urriza, diputado de Sumar y exdirector del gabinete económico de CCOO. Con empresas de mayor tamaño, más movilidad geográfica para los trabajadores y una “estructura productiva más equilibrada” se moderaría la marcada estacionalidad del mercado laboral, asegura. Durante la pandemia, la “especialización productiva” en el turismo perjudicó mucho más a España que a Francia, “que tiene un sector industrial con mucho músculo y no tanto monocultivo en el turismo y el ladrillo”, detalla Martín Urriza. Así, también el corsé estacional español comprime mucho más la actividad que el francés.

El economista menciona como un mecanismo añadido para atenuar el daño de la estacionalidad laboral el reforzamiento de los contratos fijos discontinuos que ha incorporado la reforma laboral: “Les ha dado estabilidad y más derechos porque las empresas ahora están obligadas a llamar cada nueva temporada a estos trabajadores, que además acumulan antigüedad, no sólo por los periodos de actividad, sino también por los de inactividad”.

Enorme movilidad laboral

España registra el mejor mes de agosto en número de ocupados pese a perder 185.385 afiliados

Ver más

Miguel Ángel Malo Ocaña, profesor de Economía de la Universidad de Salamanca, apunta igualmente hacia el tamaño de las empresas como una de las causas de la terca estacionalidad española. Cuanto más pequeña es la empresa, más dificultades tiene para ofrecer sus bienes o servicios en más de un mercado o para destinar a sus trabajadores a otras tareas según la temporada. Malo Ocaña coincide con Martín Urriza en que, ante una casi inevitable actividad económica oscilante, lo necesario es evitar los “efectos perniciosos sobre la protección y el bienestar social” de la estacionalidad. Dando estabilidad a los fijos discontinuos.

Para saber si la reforma laboral lo ha conseguido, “si son más estables los fijos discontinuos que los temporales a los que han sustituido” y si los fijos discontinuos han recogido toda la actividad de temporada, habrá que esperar a que los investigadores tengan en sus manos la Muestra Continua de Vidas Laborales del año completo, precisa Miguel Ángel Malo. Incluso haría falta información de un ciclo económico completo. “Aún es muy pronto, sólo hemos tenido un verano normal desde la pandemia”, lamenta.

Entonces podrá comprobarse si se ha corregido, y cómo, la enorme “movilidad bruta” que caracteriza al mercado laboral español, con unos flujos de despidos, abandonos y rotación en los mismos puestos de trabajo mucho mayores que los de cualquier otro país europeo debido al abuso de la temporalidad. “La movilidad laboral no es mala por sí misma, a no ser que genere inestabilidad vital”, matiza el profesor de la Universidad de Salamanca. E impedirla, añade, “tampoco es la solución, salvo que padezcas una enfermedad como la temporalidad disparada en un mercado tan disfuncional como el español”. 

La destrucción de 185.384 empleos el pasado agosto ha hecho recordar a muchos que el mercado de trabajo español sigue siendo disfuncional, pese a la reducción de los contratos temporales y al crecimiento sostenido de la afiliación a la Seguridad Social que reflejan las estadísticas desde la pospandemia y la reforma laboral. Porque el final del verano ha repetido este año el patrón de rescisión masiva de contratos y aumento del paro al que estaba acostumbrado. En eso nada ha cambiado: el mercado laboral sigue marcado por una terca estacionalidad que convierte en buenos para el empleo los meses que preparan la Semana Santa y la temporada alta del turismo, y en malos enero, con el fin de la campaña navideña, y octubre, con el fin de la campaña veraniega.

Más sobre este tema
>