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La evasión fiscal de los más ricos multiplica por 10 la del resto de los contribuyentes

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Los papeles de Panamá, la lista Falciani, los Malta files han otorgado un protagonismo inédito a los evasores fiscales, coincidiendo con los años duros de la crisis económica. Se calcula que el 10% del PIB mundial se esconde en paraísos fiscales, territorios que no cobran impuestos y ocultan la identidad de los titulares de las sociedades que en ellos se crean. Según el Tesoro de EEUU, cerca del 10% de la renta variable emitida por compañías del país se gestiona desde territorios offshore, 10 veces más que en los años 40. Mientras que el Senado de Estados Unidos cifra en un 95% las cuentas no declaradas al fisco que han sido abiertas en UBS y Credit Suisse por ciudadanos de ese país, más del 80% del patrimonio guardado en Suiza por ciudadanos europeos resulta opaco a sus haciendas nacionales.

Hasta ahora, los expertos estudiaban la evasión fiscal mediante auditorías aleatorias estratificadas según la renta, que han revelado las altas tasas de evasión de autónomos y pequeñas empresas. Así, la Hacienda de EEUU calcula que la mitad de la brecha fiscal norteamericana –la diferencia entre los impuestos potenciales y los efectivamente recaudados– procede de los impuestos defraudados por autónomos y pequeños negocios. En Dinamarca, el 45% de los trabajadores por cuenta propia evade impuestos.

En cambio, estos controles aleatorios no permiten descubrir la defraudación tributaria de los más ricos, no sólo por el escaso tamaño de las muestras utilizadas, sino también por la elevada sofisticación de las técnicas de escapismo fiscal accesibles a estos estratos de la sociedad. Es el motivo que ha llevado a Gabriel Zucman, economista francés, profesor en la Universidad de Berkeley y autor de La riqueza escondida de las naciones, a estudiar junto a Anette Alstadsaeter, de la Universidad de Noruega, y a Niels Johannsen, de la Universidad de Copenhage, la evasión fiscal de las mayores fortunas.

Para ello han utilizado los datos fiscales de Noruega, Suecia y Dinamarca, tres países con niveles muy bajos de fraude tributario. Y los han cruzado con la información sobre paraísos fiscales que han proporcionado los papeles de Panamá, la lista de contribuyentes del banco suizo HSBC desvelada por Hervé Falciani y las sucesivas amnistías fiscales aplicadas en los países escandinavos. Concluyen que la evasión fiscal se dispara en el caso de los ultrarricos. Quienes acumulan patrimonios superiores a los 40 millones de dólares netos –la suma de activos financieros y no financieros, y restadas las deudas–, que componen el 0,01% de los ciudadanos de Noruega, Suecia y Dinamarca, evaden en paraísos fiscales el 30% de sus ingresos personales e impuestos patrimoniales. La tasa media es del 2,9%. Es decir, los más acaudalados defraudan 10 veces más que la población general.

Además, el estudio revela que el patrimonio offshore está “extremadamente concentrado”offshore: ese 0,01% de los escandinavos –que incluye a las 330 mayores fortunas de Noruega, por ejemplo– posee el 50% de la riqueza de los tres países ubicada en paraísos fiscales.

Como queda dicho, estos cálculos se refieren a tres naciones cuyo nivel de pulcritud fiscal es muy superior a la media mundial. De hecho, destacan los autores, los escandinavos ocultan en paraísos fiscales el 1,8% de sus patrimonios, la mitad de la media mundial, que alcanza el 3,7%. Es más, la brecha fiscal de Suecia equivale al 6,5% de su PIB, y la de Dinamarca al 3,1%, mientras que la media de la UE asciende al 7,7% y la de España se eleva al 10,6%. Por tanto, las cifras de evasión aportadas se sitúan en el límite inferior de la clasificación mundial. “Durante las últimas cuatro décadas, las estadísticas fiscales han subestimado el aumento de la concentración del patrimonio oculto en plazas offshore”, resalta el estudio.

La evasión fiscal aumenta la desigualdad

La tesis de sus autores, en cualquier caso, no es que el aumento del patrimonio de los más adinerados estimule la evasión fiscal, sino lo contrario, que el fraude agrava la desigualdad, al concentrar aún más la riqueza en unas pocas manos. Por ejemplo, si se suma el patrimonio offshore de las 330 mayores fortunas de Noruega al patrimonio que sí declaran, su riqueza aumenta en un tercio.

El estudio cita también el caso de Estados Unidos, donde el porcentaje de riqueza en manos del 0,1% de la población, aquéllos con patrimonios por encima de los 20 millones de dólares, se ha disparado del 7% en los años 70 al 22% en la actualidad, mientras que la participación del resto de los grupos sociales ha permanecido inalterado. Según los autores, los niveles de desigualdad de Noruega, Suecia y Dinamarca son comparables a los de Francia, pero muy inferiores a los de Estados Unidos. Sin embargo, aunque el patrimonio medio es comparable en Escandinavia y EEUU, el 0,1% con mayores fortunas es el doble de rico en el país de Donald Trump que en la Europa septentrional, mientras que la clase media norteamericana es dos veces más pobre que la nórdica.

Del cruce de datos entre los contribuyentes escandinavos y los datos de la lista Falciani, se revela que el 1% de quienes superaban los 44,5 millones de dólares de patrimonio evadían impuestos a través del HSBC, 13 veces más que los ciudadanos situados en la mitad inferior del grupo de los más ricos; es decir, de los que sólo poseen entre dos y tres millones de dólares. Si el foco se pone en los papeles de Panamá, las sociedades pantalla montadas por el despacho de abogados Mossack Fonseca, resulta que la probabilidad de tener una de estas firmas fantasma es del 1,2% entre las mayores fortunas incluidas en el 0,01% más rico, pero sólo del 0,2% para el resto.

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Amnistías fiscales estimulan la recaudación

Por lo que se refiere a las amnistías fiscales aplicadas en Noruega y Suecia, el cruce de datos descubre que los patrimonios de entre uno y tres millones de dólares están sobrerrepresentados en la muestra pero, aun así, el número de los ultrarricos acogidos a estas medidas de gracia equivale al 14% de ese 0,01% en la parte más alta de la distribución. En el caso noruego, la amnistía fiscal para quienes voluntariamente declararan el patrimonio oculto en paraísos fiscales empezó a aplicarse en los años 50, pero sólo a partir de 2007 el número de quienes se acogieron aumentó de forma significativa, después de que se supiera que el alcalde de Oslo poseía cuentas en Suiza. También influyó el hecho de que Suiza, Luxemburgo y Singapur aceptaran intercambiar información fiscal, primero si se lo requerían otros países y después de forma automática. Entonces se comprobó que los patrimonios de los acogidos a la amnistía eran 100 veces mayores que los del resto de los contribuyentes y que sus fortunas offshore multiplicaban por 200 sus bases imponibles declaradas.

Finalmente, los autores del estudio descartan que los ricos amnistiados sustituyan la evasión por la elusión, la ingeniería fiscal más sofisticada que aprovecha los huecos de las normas tributarias. Tras aflorar sus patrimonios ocultos, no aumentaron su participación en hóldings o acudieron con mayor frecuencia a la renta variable no cotizada o a la inversión en inmuebles. Por tanto, deducen los tres economistas, las amnistías fiscales “generan un aumento permanente de los ingresos fiscales, que no resultan erosionados por la sustitución de técnicas evasoras por otras de elusión fiscal”.

Los papeles de Panamá, la lista Falciani, los Malta files han otorgado un protagonismo inédito a los evasores fiscales, coincidiendo con los años duros de la crisis económica. Se calcula que el 10% del PIB mundial se esconde en paraísos fiscales, territorios que no cobran impuestos y ocultan la identidad de los titulares de las sociedades que en ellos se crean. Según el Tesoro de EEUU, cerca del 10% de la renta variable emitida por compañías del país se gestiona desde territorios offshore, 10 veces más que en los años 40. Mientras que el Senado de Estados Unidos cifra en un 95% las cuentas no declaradas al fisco que han sido abiertas en UBS y Credit Suisse por ciudadanos de ese país, más del 80% del patrimonio guardado en Suiza por ciudadanos europeos resulta opaco a sus haciendas nacionales.

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