Derechos humanos
La jueza declara improcedente el despido de la empleada de un banco marroquí que se manifestó en apoyo a la protesta del Rif
La jueza de lo Social número 32 de Madrid, María Luisa Gil Meana, ha declarado improcedente el despido de una trabajadora de la entidad financiera marroquí Chaabi Bank, el pasado 5 de junio, tres días después de que ella y su jefe en la sucursal madrileña del banco se manifestaran en apoyo a las protestas del Rif protestas del Rif ante el Ministerio de Asuntos Exteriores español.
La sentencia determina que la carta de despido “adolece de una total inconcreción”. El Chaabi Bank adujo un supuesto bajo rendimiento de Hanane Bijbij, encargada de las cuentas y transferencias en la sucursal, que incluso había causado quejas de algunos clientes. Pero la juez asegura que la entidad no precisa en ningún momento “en qué ha consistido el bajo rendimiento ni tampoco las quejas de los clientes”. Además, durante la vista oral del juicio, Bijbij había presentado como prueba el bonus que el banco le había pagado tras cumplir el 100% de los objetivos previstos.
En su demanda, la trabajadora alegaba que el despido obedeció a la voluntad de la entidad financiera de “discriminarla” y “castigarla por ejercer sus derechos fundamentales”, por lo que reclamaba que fuera declarado nulo. En concreto, argumentaba que su cese atentó contra tres artículos de la Constitución: los que garantizan la libertad ideológica, el derecho a expresar y difundir pensamientos e ideas y el derecho de opinión.
Tanto Hanane Bijbij como su jefe, Jauad Ballahsan, director de la sucursal del Chaabi Bank en Madrid, acudieron el pasado 2 de junio a una manifestación convocada por la Comisión del Movimiento Rifeño frente a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Ambos nacieron en Alhucemas, en la región que lleva año y medio reclamando en la calle mejoras económicas y sociales y protestando por la represión con que el Gobierno marroquí responde a sus reivindicaciones. La misma noche de la protesta, un periódico digital marroquí, Hibapress, publicó una noticia sobre la manifestación con una foto en la que se señalaba con dos círculos azules los rostros de Hanane y y Jauad, se citaban las iniciales de sus nombres y, tras tacharles de “traidores”, se pedía su despido. Dos días más tarde, Hanane fue despedida y Jauad, que además ejercía como delegado sindical de CCOO, fue destituido de su puesto. Se le despidió un mes más tarde.
La jueza, sin embargo, no ha apreciado que la manifestación y la noticia publicada en Hibapress estén detrás del despido de la trabajadora. Según la sentencia, Bijbij no ha “acreditado ni existe indicio racional de una relación causa efecto entre las manifestaciones que la parte actora alega que tuvieron lugar en un periódico y la decisión del banco de despedirla”. Para sustentar este argumento, la jueza niega “valor probatorio” a la prueba documental que presentó el abogado de la trabajadora, ya que, según dice, la traducción jurada de la noticia publicada en Hibapress no aparece firmada. “No puede conocerse, por tanto, quién la ha redactado ni tampoco ha quedado probado a qué puede pertenecer”, explica. La jueza pone en duda incluso que se trate de un “artículo de prensa de un medio de comunicación”. La validez de esos documentos, sin embargo, no fue impugnada por el abogado del banco durante la vista. Sobre la entidad financiera, según la ley española, recae en caso de despido la carga de la prueba; es decir, le corresponde a ella demostrar al juez que el despido no tuvo nada que ver con que su empleada acudiera a una manifestación legal.
Al reconocer como improcedente el despido de Hanane Bijbij, el banco está obligado a readmitirla en su puesto de trabajo o a indemnizarla con 33 días de salario por año trabajado. La sentencia, en cualquier caso, no es firme y puede ser recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. El juicio por el despido de su superior iba a celebrarse el pasado 31 de enero, pero fue aplazado al mes de marzo.
Por qué protesta el Rif
Las manifestaciones comenzaron en el Rif en octubre de 2016, cuando Mohcin Fikri, un vendedor de pescado de 31 años, murió aplastado dentro de un camión de la basura. Protestaba junto con otras tres personas porque la policía le ha había confiscado su mercancía, pez espada. Su muerte fue la espoleta que ha vuelto a sacar a la calle la indignación en esta zona del norte marroquí, azotada por el desempleo y la pobreza. Cientos de personas han sido detenidas por participar en las protestas.
No es la primera vez que estallan revueltas en el Rif, que acumula un largo historial de represión primero por parte de la potencia colonial española y luego por el régimen marroquí: desde la histórica sublevación de Abdelkrim y la derrota de los españoles en Annual en 1921, pasando por la rebelión de 1959, violentamente sofocada por Hassan II, e incluyendo también la primavera árabe en 2011.
Fue entonces, la noche del 20 de febrero de ese año, durante una protesta, cuando cinco jóvenes murieron carbonizados en un cajero automático del Banque Populaire –la matriz del Chaabi Bank– en circunstancias que no fueron aclaradas.
Ahora los rifeños reclaman desarrollo económico y social. Empleo, una universidad, un hospital oncológico –la zona tiene una incidencia de cáncer insualmente elevada, que se asocia al uso de gas mostaza por el Ejército español en los años 20– y el fin de la desmilitarización de la zona, resultado de la represión de 1959.
Pero también piden respeto a los derechos humanos, cuya violación denuncian los activistas. Hablan de asaltos nocturnos a viviendas, detenidos torturados en las comisaríasdetenidos torturados y arrestos masivos. Pese a que el rey Mohamed VI ha anunciado proyectos de infraestructuras turísticas y sociales para la región, a fin de acabar con el descontento, las vías de progreso en el Rif siguen dependiendo de la emigración a Europa y del cultivo de hachís.